A medida que la economía global reforma el sistema financiero, un elemento crucial de la reconstrucción comienza a ser clave. El modelo de información corporativa en su formato actual no satisface las necesidades de los inversores compañías, auditores, reguladores y emisores de normas. Todo apunta a que este es el momento de comenzar un amplio debate acerca de lo que debe ser mejorado en el modelo actual y la manera más eficiente de cambiarlo. En este post hablamos sobre del origen del reporting y cuáles son, en nuestra opinión, las iniciativas más interesantes a seguir.
Podríamos decir que el origen del reporting corporativo se encuentra paradójicamente en las burbujas. Decimos que se produce una burbuja, cuando la subida del precio de un producto o una acción se encuentra muy por encima de su valor “real”. Y aunque la avaricia y la desinformación han provocado muchas otras antes -y después-, el origen de su ilustrativo nombre data de 1720, del curioso caso acontecido en la compañía de los Mares del Sur y de la norma a la que dio lugar “The Bubble Act”. Se cuenta que en aquel entonces, hasta Sir Isaac Newton fue víctima.
El informe anual más antiguo que he podido encontrar data de 1834 – la imagen del informe ilustra este post – y fue publicado por la compañía Baltimore and Ohio Railroad en plena burbuja del ferrocarril. Estos informes se realizaban como apoyo a las juntas generales de accionistas.Estos informes evolucionaron bajo el nombre “State of the company” e incluían información sobre las operaciones, nuevos lanzamientos, datos de mercado o de los proyectos de investigación en los que se invertían los recursos de los accionistas. Pero estas cartas de la dirección tienen su primer impulso tras la crisis del 29 y la promulgación de la Securities Exchange Act de 1934que obligaba a las empresas a realizar un informe público – ya no exclusivo para los accionistas – incluyendo, por ejemplo, información sobre los litigios legales en los que las empresas estaban envueltos o información sobre los sueldos a los ejecutivos.La Universidad de Columbia dispone de un archivo histórico de informes muy interesante y accesible desde aquí. |
En la era moderna de los negocios –paradójicamente- se le atribuye a Alan Greenspan ser uno de los primeros grandes economistas que alertó del paulatino y masivo desacoplamiento entre el valor en libros y la capitalización de las empresas que comienza a finales de los años ochenta. Un fenómeno que aparentemente tiene los síntomas efervescentes de las burbujas, pero que se explica a partir de la evolución de las empresas hacia organizaciones cada vez más intensivas en conocimiento y tecnología, mas dependientes de las personas que de los recursos que éstas gestionan y aparecen en la contabilidad.
Cuando al valor comienza a no poder medirse solo en euros de hoy, y la calidad de la gestión cuenta más, los libros de cuentas no son suficientes y las explicaciones adicionales se hacen imprescindibles.
Los informes corporativos se convierten entonces en los documentos que explican el negocio, sus riesgos y las oportunidades. Asuntos sobre los que sólo el balance y la cuenta de resultados no son capaces de ofrecer información.
En la medida en que el éxito de un determinado proyecto empresarial depende más de su estrategia, calidad de la gestión o posicionamiento, vemos como el valor aumenta por encima de lo consignado en su contabilidad. Y es en este viaje cuando se hace más visible y valioso el delgado hilo de confianza del que penden las empresas. Si las promesas se convierten en realidad hablamos de proyecto brillante, cuando no, de burbuja y especulación. Así de fácil. Así de dramático.
En este momento al igual que sucedió tras la crisis del 29, la de finales de los ochenta o tras la caída Enron – cuando se introduce el informe de gobierno corporativo-, renace la necesidad de avanzar en la mejora de la rendición de cuentas de las empresas. Los reguladores piensan -con buen criterio- que una mejor información corporativa protege más al inversor y a los mercados, que las nuevas tecnologías de la información ofrecen nuevas posibilidades que deben ser explotadas, y las empresas que en un momento de constreñimiento del crédito, necesitan poder distinguir mejor los buenos proyectos de los menos buenos.
Sea por la razón que sea, en este proceso de transformación del reporting, el concepto – y el aprendizaje – sostenible de las compañías tiene un papel muy relevante. Su fundamento es sencillo si pensamos que en las próximas décadas la mayor parte de los riesgos y las oportunidades empresariales van a estar relacionadas, de una manera u otra, con asuntos hoy en la agenda sostenible. El incremento de la población, la escasez de determinados recursos, el acceso a la energía, al agua, a los derechos, etc. son la parte principal del motor de la prosperidad de las nuevas sociedades emergentes y cada vez más inversores están convencidos de que aquellas empresas que no estén sentadas a la mesa de la sostenibilidad serán parte del menú.
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Más información en el informe de KPMG Internacional The Future of Integrated Reporting
Sigue el debate sobre el futuro del reporting en: www.kpmg.com/integratedreporting
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