Las grandes empresas siguen invirtiendo en proyectos sociales. En concreto, más de 8.500 millones de euros en 2013 entre las 100 compañías de mayor tamaño del mundo, el 2,5% de sus beneficios de media quitando impuestos, o el equivalente a todo el presupuesto anual de ayuda al desarrollo exterior de un país como Francia. La crisis, al menos en sus primeros años, parece no haber frenado el gasto en programas dirigidos a abordar retos sociales y medioambientales. La cantidad transferida con fines sociales desde corporaciones privadas de los países desarrollados a zonas menos favorecidas aumentó un 35% de 2009 a 2011.
El informe Unlocking the value of social investment, publicado por KPMG, aporta estos datos que evidencian el esfuerzo creciente de las compañías en temas sociales y medioambientales, pero también pone de manifiesto dos retos que se plantean ante una nueva etapa en la que, cada vez más, la información no financiera se vuelve indispensable para trasladar a los grupos de interés el valor de la empresa: dar a conocer el impacto de los programas sociales y desarrollar una estrategia de inversión social.
La investigación desarrollada para este informe determinó que, en su mayoría, las empresas solo se centran en cuantificar las inversiones sociales que realizan, pero dejan de lado la medición de los resultados y del impacto. Así, según el estudio, solo el 20% de las compañías cuantifica los resultados de sus programas sociales y solo un 30% considera los impactos de forma general. En contraste, un 93% sí contabiliza sus aportaciones para inversiones sociales. “Medir el impacto de estas inversiones sobre el terreno puede ser complicado, pero es crucial para entender en qué medida son eficaces estos programas, cómo pueden mejorarse y dónde es mejor invertir el dinero para ofrecer los mayores beneficios. Para todo ello, es imprescindible contar con una estrategia para la inversión social”, señala José Luis Blasco, socio responsable de Cambio Climático y Sostenibilidad de KPMG en Europa, Oriente Medio y África.
La planificación de una estrategia concreta se convierte, de esta forma, en otra de las áreas en las que las empresas aún pueden mejorar: el 79% de las compañías trataba en sus informes de forma general su visión de la inversión social, pero solo un 32% daba a conocer su estrategia de forma detallada. Así, las compañías realizan inversiones dispersas en áreas como filantropía, donaciones a ONG, voluntariado entre los empleados o patrocinios, pero solo “una estrategia clara de inversión social, con unos objetivos y procesos definidos sobre los que medir resultados es crucial para que las compañías se aseguren de que generan los mayores beneficios para la sociedad a partir de sus presupuestos de inversión”, señalan los expertos que han elaborado el informe.
El perfil de la inversión social
Las compañías farmacéuticas son las que mayores inversiones realizan: un 12% de sus beneficios antes de impuestos (aunque esta cifra podría explicarse por la valoración que hacen, a precio de mercado, de las medicinas que donan a los países en desarrollo); le siguen las denominadas utilities (empresas energéticas excluyendo las petroleras), con un 4,6 %. Por contra, las que menos invirtieron fueron la industria química (0,50%) y Telecomunicaciones (0,56%).
Las áreas más comunes de inversión social son la educación, la salud, la ayuda tras una catástrofe y el medio ambiente, por este orden. La mayoría de las empresas realizaba inversiones en varias de estas áreas, en vez de centrarse solo en unas pocas, algo que, según los expertos que han elaborado el informe, “podría minar la capacidad de las compañías para conseguir sus objetivos y conseguir mayores beneficios tanto para la sociedad como a nivel de negocio”.
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