Los últimos datos sobre comercio exterior publicados ayer por la Secretaría de Estado de Comercio arrojan algunos interrogantes sobre el buen momento que vive el sector exterior, ya que prácticamente se duplica el déficit comercial, alcanzando casi los 16.500 millones de euros.
Un análisis de los elementos que componen este dato nos permite conocer más en detalle las causas que podrían explicar este cambio de tendencia.
Por un lado, tras años de máximos históricos, las exportaciones españolas siguen creciendo en los primeros ocho meses aunque a un menor ritmo (+0,9%), debido principalmente al aumento de protagonismo de los factores externos que están afectando a su crecimiento y que podrían afectar aún más a su futuro inmediato.
En efecto, la fortaleza del euro en los primeros meses del año y la desaceleración de los países emergentes, mercados éstos en los cuales las exportaciones venían registrando crecimientos de doble dígito, están afectando a la evolución global de las mismas, destacando el descenso en Latinoamérica (-11,2%) y Oriente Medio (-12,8%).
Por tanto, el ligero crecimiento positivo se debe principalmente a la evolución de las exportaciones hacia la eurozona, registrando un crecimiento hasta agosto de casi el 4% y alcanzando el 63,5% de cuota mundial. Destaca especialmente el crecimiento de las exportaciones a Alemania (+5,9%) y Portugal (+8,1%).
No obstante, cabe recordar que la economía de la eurozona se encuentra prácticamente estancada, lo que ya ha provocado que las exportaciones a nuestro principal socio comercial, Francia, hayan descendido un -0,4%.
Por el lado de las importaciones, que han presentado un significativo crecimiento, es necesario distinguir entre la partida energética y el resto. La primera, a pesar de registrar un descenso del 4,4%, aún representa el 22% de las importaciones y es una de las debilidades estructurales del sector exterior español. De hecho, sin la factura energética, el sector exterior presentaría un superávit de aproximadamente 10.400 millones de euros.
Del resto de partidas, destaca el cambio de tendencia en las importaciones de los bienes de equipo que, tras dos años de caída, crecen a un ritmo del 10,1%, como fruto de la mayor demanda de inversión privada que redundará de manera positiva en el crecimiento económico futuro. Del mismo modo, sobresale las importaciones del sector de la automoción, el cual es un claro ejemplo de comercio intraindustrial.
En este contexto, el incremento del déficit comercial no es tanto achacable a un aumento de las importaciones, que como hemos comentado parecen anticipar un incremento de la inversión empresarial, sino a la desaceleración de las exportaciones, causadas por la apreciación del euro y al estancamiento en el crecimiento económico de los países emergentes.
Sin embargo, hay indicios de que estos factores que están afectando al crecimiento de las exportaciones no permanecerán inmutables en el futuro. De hecho, el euro lleva tres meses experimentando una depreciación que debería hacer aún más competitivas las exportaciones españolas fuera de la Unión Europea y el FMI augura en sus últimas previsiones un crecimiento medio en los países emergentes del 5% entre 2014 y 2019.
En definitiva, aunque la coyuntura actual alerta sobre un empeoramiento del déficit comercial, debido al mayor tirón de las importaciones, de cara al futuro la posible corrección de este desequilibrio va a depender en buena medida de cómo las exportaciones afronten este nuevo escenario.
Autor: Antonio Hernández, Socio de Mercados de KPMG en España
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