La publicación de los resultados del análisis global (comprehensive assessment) de los bancos europeos, comprendidos en la nueva supervisión directa del Banco Central Europeo ha ratificado la buena salud del sector financiero español.
No ha sido una sorpresa. Desde el inicio de la crisis pero, sobre todo, a partir del año 2012, los bancos españoles han venido realizando un gran esfuerzo de saneamiento, reestructuración y recapitalización que les ha situado en una posición mucho más favorable para encarar la nueva etapa que significa el Mecanismo Único de Supervisión (MUS).
Los bancos españoles, que ya habían obtenido resultados positivos en la revisión realizada en el verano de 2012, han confirmado -e, incluso, mejorado- esa buena impresión general. Adicionalmente, aquellas entidades que mostraron debilidades en su capital fueron adecuadamente recapitalizadas bien mediante soluciones privadas, inyección de dinero público o mediante procesos de integración con otras entidades. Todo ello se ha demostrado acertado.
De hecho, no me cabe duda alguna de que si el análisis se hubiera realizado tomando como base el 31 de diciembre del año 2014, los resultados obtenidos hubieran sido mucho mejores, habida cuenta del progreso realizado a lo largo de todo este año, cualquiera que sea la ratio que pudiera utilizarse.
La diferencia entre los resultados obtenidos en el año 2012, bajo una metodología que poco o nada tuvo que ver con la empleada en el análisis del BCE, y los que acaban de conocerse, evidencian la magnitud del esfuerzo del sector financiero español en estos años y, probablemente, marcan el final de su larga reestructuración, sin perjuicio de que pueda quedar margen adicional de consolidación en algún segmento concreto de nuestro mercado.
Las pruebas realizadas, que comprendían un análisis de riesgos, una revisión de activos (el ya famoso “AQR”) y un test de estrés con la participación de la Autoridad Bancaria Europea tenían por objeto precisamente determinar cuál es la situación real de los bancos que van a quedar sometidos, a partir del próximo 4 de noviembre, a la supervisión directa del BCE, obligando a aquellos que muestren debilidades en su capital regulatorio a 31 de diciembre de 2013 o en una situación “adversa” (estresada) a adoptar medidas de recapitalización a corto plazo que garanticen al nuevo supervisor un sólido punto de partida.
El análisis no ha resultado sencillo y ha combinado exhaustividad, rigor y un alto grado de armonización lo que nos proporciona, por vez primera, una radiografía transparente y comparable de los principales grupos bancarios de la eurozona. El ejercicio resiste, en todas sus dimensiones, la comparación con otros realizados por supervisores distintos en otras geografías o momentos.
No obstante nuestra satisfacción por el desarrollo del proceso de revisión, y por los buenos resultados obtenidos por los bancos españoles, sería un error considerar que todos los deberes están hechos.
El diablo se oculta en los detalles y, al margen de que son muy pocos bancos los que deberán afrontar procesos adicionales de recapitalización, es cierto que en el conjunto de los bancos de la eurozona se aprecia un volumen importante de activos no rentables, una ratio de morosidad que permanece elevada y, en general, deberes pendientes de saneamiento y reestructuración al menos comparables a los que ya han realizado los bancos españoles.
Los bancos saben bien que el presente contexto financiero (tipos de interés bajos, volatilidad en los mercados…) y las dudas sobre el crecimiento de las principales economías europeas, combinados con el nuevo entorno regulatorio presionan sobre las cuentas de resultados de las entidades y afectan a su rentabilidad potencial. La rentabilidad es un parámetro importante para el supervisor, dado su efecto sobre la solvencia.
El ejercicio realizado ha mostrado también la importancia de aspectos cualitativos de las entidades como la calidad de su gobierno corporativo, su apetito al riesgo o la calidad e integridad de los datos, por poner sólo algunos ejemplos significativos de lo que puede haberse incorporado ya a la agenda del nuevo supervisor europeo.
Por ello, sin perjuicio del lícito derecho a respirar aliviados ante la publicación de unos datos que, en su conjunto, pueden considerarse como muy positivos para el sector financiero español, el hecho de haber superado esta difícil prueba no debería hacerles perder un minuto para afrontar el futuro que, de manera inmediata, se abre para los bancos españoles.
Cada uno de los bancos analizados sabe, con independencia de los resultados obtenidos en cada caso, dónde se encontraban sus fortalezas y debilidades, sobre todo si se comparan, y ahora pueden hacerlo con mayor rigor, con la situación de sus pares en España y en el conjunto de la eurozona.
Son precisamente esas áreas de debilidad, seguramente también detectadas por el nuevo supervisor, las que deberían concentrar sus esfuerzos de mejora en los próximos meses.
Autor: Francisco Uría. Socio responsable de Sector Financiero de KPMG en España
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