Uno de los conceptos más seductores aportados por la empresa a la conservación del planeta ha sido sin duda la ecoeficiencia. En contraposición a pensar que conservación y bienestar son un juego de suma cero, o que la única salida para conservar el entorno es vivir peor. Pensar en ecoeficiencia es buscar soluciones que permitan avanzar en ambas direcciones al mismo tiempo, desarrollando innovaciones que así lo permitan. Una posición inteligente a la altura solo de proyectos empresariales excelentes y con visión de largo plazo.
A principios de los noventa, Amory Lovins en Estados Unidos y el europeo Ernst von Weizsäcker en el Wuppertal Institute, realizaron trabajos sobre la manera más eficiente para controlar el impacto sobre el planeta, en una era donde los factores de mayor contribución –población y consumo– estaban en claro aumento. Ambos coincidieron en que la solución se encontraba en el mismo lugar: desmaterialización del consumo. De forma sencilla podríamos decir que si deseáramos mantener el impacto ambiental de 1990 en el año 2050 –en el que presumamos seremos 9.000 millones de personas y una renta media doble a la del mismo año– tan sólo tendríamos que consumir menos recursos del planeta, en una proporción que se calcula entre 4 y 10 veces el actual.
De esta forma, la ecoeficiencia se ha convertido en un motor de innovación de una potencia impresionante que viene dando importantes frutos desde hace dos décadas cuando se institucionalizó su uso como solución durante la Cumbre de la Tierra de Rio en 1992. Para observar el avance, tan sólo hay que pensar que una luminaria con tecnología LED consume, no 4 ni 10 veces, sino 20 menos que las usadas durante esa Cumbre.
Hoy, tratar de aumentar el bienestar disminuyendo el uso de materiales es una característica imprescindible en toda evolución. La tecnología ha permitido el desarrollo de soluciones con un nivel de eficiencia impensable y hay quien piensa que muy pronto, y en el caso de la energía, llegaremos incluso al consumo exterior cero.
Entre las palancas de impulso hay que destacar el desarrollo de las tecnologías de la información, las cuales nos permiten disponer de mejor información para gestionar, muchas veces desde nuestro propio teléfono, desde movilidad a alimentación, y hasta convertir lo que antes era consumir bienes en servicios.
Las economías emergentes están sirviendo como un gran laboratorio de impulso en el que están participando con mucho éxito empresas locales y grandes compañías internacionales. En estos países en los que el volumen de recursos necesarios para alimentar el desarrollo no se encuentra disponible por falta de infraestructuras o simplemente por ausencia, se precisa una nueva forma de producir y consumir acorde con esta circunstancia. Este es el caso de la India, por ejemplo. En un país en el que el Gobierno ha determinado el agua como uno de los factores limitantes de crecimiento, la tecnología de bebidas refrescantes es una de las más avanzadas del mundo.
Nuestro país tiene una gran oportunidad en el campo de la ecoeficiencia. Cuando los recursos extractivos no abundan, hablar de agua, de energía, del uso de materiales valiosos o de su recuperación es sinónimo de innovación. Uno de los principales elementos diferenciadores de la empresa ganadora de las próximas décadas.
PD: Midiendo la oportunidad de la ecoeficiencia: cuántos kilos de agua y material hay que extraer de la corteza terrestre para obtener 1kg de…
(Fuente: Wuppertal Institute, 2014)
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