Artículo escrito por Ramón Poch.
Las infraestructuras son una historia de evolución continua, progreso y creación de valor para las ciudades y las regiones. Se trata de un sector en el que las empresas españolas muestran un liderazgo que potencia nuestro posicionamiento internacional con el desarrollo de grandes y complejos proyectos, fundamentales para el desarrollo social y económico de países en los cinco continentes.
En este proceso de constante evolución, algunas tendencias globales van a transformar inevitablemente el sector de las infraestructuras en los próximos años y representan oportunidades tanto para gobiernos como para empresas del sector e inversores.
Los riesgos derivados de una posible inestabilidad política internacional o los cambios regulatorios influirán en este sector. Numerosos proyectos importantes, que requieren enormes inversiones, se estancan o avanzan en función de los resultados de unas elecciones, como ha ocurrido con el aeropuerto internacional de Bombay (India).
La Cumbre del G-20 celebrada en Brisbane manifestó la necesidad de que los gobiernos reduzcan las barreras a la inversión privada en infraestructuras, además de mejorar la eficiencia en la aprobación de los proyectos. Esto deberá ayudar de forma determinante a desbloquear esas oportunidades que no han podido desarrollarse en los últimos tiempos.
En este sentido, cada vez más países están tendiendo a “despolitizar” la toma de decisiones respecto a las infraestructuras, tratando de aportar una mayor visión a largo plazo e incentivar un clima más propicio a la inversión. La oportunidad para los gobiernos pasa por convertirse en catalizadores de la inversión privada más que en inversores directos de fondos públicos.
Por otro lado, el precio de la energía, un elemento transformador que muestra cómo pueden cambiar las circunstancias de forma radical en un tiempo récord, puede restar entre los inversores el interés por desarrollar las infraestructuras relacionadas con los recursos energéticos, que son muy numerosas. KPMG destaca cada dos años los 100 proyectos de infraestructuras por su innovación o su capacidad de transformación. En la última lista, publicada a finales de 2014 y donde, por cierto, se incluyen más de una docena de proyectos con participación de empresas españolas, hay más de un 30% de iniciativas relacionadas con el transporte o el uso de los recursos. Sin embargo, la escasez de agua centra la preocupación de muchos gobiernos, por lo que se han impulsado en los últimos tiempos gran diversidad de proyectos, como desaladoras, o plantas de tratamiento de aguas. Las infraestructuras relacionadas con el agua seguirán ayudando a reducir los efectos de su escasez en determinadas zonas, que de otra manera podrían ser devastadores. Surgen nuevas soluciones, como la compra-venta de agua entre regiones deficitarias y otras con sobrecapacidad, como está ocurriendo en China.
La mejora de la eficiencia en el uso de los recursos no es necesaria solo en los países emergentes, que demandan muchas infraestructuras; en Estados Unidos, por ejemplo, hay necesidades muy concretas relacionadas con la gestión del agua que deben ser cubiertas en el corto plazo.
Por lógica, los riesgos y las dificultades amenazan especialmente a los megaproyectos. Algunos desafíos son fáciles de identificar: financiación, trámites burocráticos y, sobre todo, capacidad técnica; y en este aspecto pocas empresas pueden competir con las españolas. Pero en términos globales, una de las barreras más altas a las que se enfrenta el desarrollo de las infraestructuras en el mundo se deriva de la necesidad, todavía no cubierta, de contar con más profesionales cualificados. El sector está viviendo un cambio generacional que requerirá la contratación de un gran número de ingenieros de alta cualificación.
En un mundo globalizado, inversores, constructores y gestores de infraestructuras operan globalmente, buscando oportunidades sin importar las fronteras. Y una de las necesidades crecientes del mundo moderno es la movilidad urbana: las ciudades con buenas infraestructuras (por ejemplo, redes de metro) aportan más valor y calidad de vida a sus habitantes, atraen a la población y generan riqueza.
Finalmente, el cambio que este sector tiene pendiente es el tecnológico. Los coches eléctricos tienen que circular por carreteras construidas en algunos casos hace casi 100 años. El aprovechamiento de la tecnología (por ejemplo, la utilización del Big Data), mejorará la eficiencia, la productividad, la seguridad, la longevidad y los costes de los proyectos de infraestructura en el futuro inmediato.
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