El crecimiento económico está estrechamente ligado al desarrollo social y urbanístico y la promoción de ideas innovadoras. Bilbao es probablemente un ejemplo de ello, y como consecuencia, una de las urbes que mejor y en menor tiempo ha sabido reinventarse urbanística y económicamente.
Esta ciudad ha pasado en apenas dos décadas de ser un núcleo eminentemente industrial a otro de referencia en el ámbito económico, político y cultural. Cada vez con más frecuencia acoge eventos internacionales, atrae a artistas de prestigio o celebra congresos de referencia en distintas disciplinas. El Congreso Nacional de la Empresa Familiar que comienza hoy es un buen ejemplo de ello.
Durante dos días, más de 500 empresarios analizarán, entre otras cuestiones, la situación actual de la economía y el rol de la empresa familiar como dinamizador de la misma. Por sus características distintivas, como el apego al territorio donde han sido fundadas y los estrechos lazos que las unen a las comunidades donde están presentes, las empresas familiares contribuyen de manera decisiva al desarrollo económico y a la creación de empleo.
De hecho, las empresas familiares, un tipo de compañía muy característica de Europa y, más concretamente, de España, han servido durante décadas como un elemento amortiguador de la destrucción de empleo. Sus rasgos propios les han permitido absorber, en mejores condiciones, el impacto de los ciclos económicos recesivos.
Y no hay mejor sitio para corroborar estas afirmaciones que el País Vasco, cuna de ilustres sagas familiares que han desarrollado importantes compañías y que han creado recientemente la Asociación de Empresa Familiar de Euskadi.
Además del mejor comportamiento del empleo y de la participación de un grupo familiar en el capital, las características que definen la empresa familiar pasan por la vocación de permanencia, la estabilidad y la prudencia en la gestión, entendida como la asunción de riesgos con un margen de seguridad y alejada de tácticas basadas en el cortoplacismo. El paso de los años ha demostrado que esta particularidad se ha convertido en un factor de longevidad, un atributo escaso y cada vez más en retroceso en el tejido empresarial.
Se trata de proyectos familiares transmitidos de una generación a otra y que trascienden lo estrictamente económico. Por ello, las particularidades de estas compañías generan una serie de efectos sociales beneficiosos como son la generación de riqueza, el mencionado impacto amortiguador en tiempos de crisis y el estímulo emprendedor. Otro rasgo que merece ser destacado es el establecimiento de relaciones laborales de calidad y la reinversión de los beneficios en activos intangibles esenciales para el éxito empresarial, como la atracción y retención del talento o el gobierno corporativo.
Estas características las sitúan en una buena posición de partida para encarar el proceso de transformación económica que ya ha comenzado y que tiene mucho que ver con la innovación, la internacionalización, la tecnología y el desarrollo de nuevas estrategias de crecimiento en un mundo más complejo, global y en permanente cambio.
De aquí a tres años las empresas poco tendrán que ver con lo que son hoy en día. Según las conclusiones del reciente estudio ‘Global CEO Outlook’ de KPMG, donde se analizan las prioridades estratégicas de los consejeros delegados de las principales compañías de todo el mundo, las nuevas tecnologías, la digitalización de los negocios y la aparición de nuevos competidores están dando lugar a importantes estrategias de transformación de las compañías. Convertir la innovación en el eje principal de las empresas será la clave para evitar quedarse desplazadas del mercado. Eso significa liderar el cambio.
Por sus elementos culturales específicos, las empresas familiares están en buenas condiciones para afrontar el reto. Tienen vocación emprendedora y visión a largo plazo, dos cualidades necesarias para adaptarse al nuevo entorno más competitivo y con mayor regulación.
La empresa familiar constituye un pilar de la economía que debe ser preservado y que, en ocasiones, no ha gozado del reconocimiento que merece. Estoy convencido de que el XVIII Congreso Nacional de la Empresa Familiar que se celebra en Bilbao contribuirá de manera decisiva a destacar su papel como exponente de la sostenibilidad empresarial y elemento de progreso de las sociedades.
Autor: John Scott, Presidente de KPMG en España y de KPMG en EMA (Europa, Oriente Próximo, África y Sur de Asia) y Vicepresidente Global de KPMG
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