El Mecanismo Único de Supervisión cumple hoy un año. El Banco Central Europeo, con el apoyo de las autoridades nacionales competentes (el Banco de España en nuestro caso) ha aprovechado el tiempo. Se ha creado una nueva arquitectura institucional para la supervisión directa de los grandes bancos europeos, se ha establecido una nueva metodología supervisora que parte de las mejores prácticas supervisoras internacionales (conocida como SREP) y se han producido avances importantes en otros ámbitos destacados como la reducción de las discrecionalidades y opciones nacionales en el ámbito de la normativa prudencial.
Para los bancos y para el propio supervisor ha sido un año de conocimiento mutuo y adaptación. El número de reuniones que se han celebrado a distintos niveles ha superado todas las expectativas y, sobre todo, han sorprendido las iniciativas referidas a la participación del BCE en las reuniones del consejo de administración o comités y comisiones relevantes de los bancos supervisados. Los bancos han tenido que adaptarse a las nuevas exigencias del supervisor, generando, en no pocos casos, estructuras nuevas, y adaptando sus procedimientos internos a los nuevos requerimientos de información. El nuevo supervisor ha establecido también una agenda de prioridades propia en la que ha mezclado temas habituales de la supervisión prudencial (capital y liquidez) con otros más novedosos como el gobierno corporativo y la gestión del riesgo, el modelo de negocio y la rentabilidad o la atención a las cuestiones relacionadas con la ciberseguridad.
De cara al futuro, algunos de estos temas se mantendrán entre las prioridades del supervisor pero también irán apareciendo temas nuevos como la atención a los modelos internos de riesgo de crédito de las entidades, la preocupación por los niveles de activos deteriorados (NPLs) que persisten en el balance de muchos bancos, afectando a su rentabilidad o los cambios derivados de los intentos de armonización regulatoria que ya hemos comentado. Pero, sin duda, lo que hace más complejo el momento en que nos encontramos son las incertidumbres que todavía persisten sobre los últimos desarrollos de la regulación tanto en el ámbito prudencial como en las nuevas normas sobre recuperación y resolución de las entidades de crédito. Esta incertidumbre dificulta la planificación de las entidades y, por consiguiente, la toma de decisiones estratégicas. Sería importante que los bancos pudieran contar, cuanto antes, con un terreno de juego definido que les permita adoptar las decisiones que requiere un momento tan complejo.
Autor: Francisco Uría, socio responsable del sector Financiero de KPMG en España.
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