Pese a que algunos podamos echar un poco de menos la sobriedad y el foco con la que trabajaba en el pasado, siempre que asisto a los eventos del WBCSD tengo la sensación de encontrarme ante el grupo más selecto de personas dedicadas a promover el desarrollo sostenible desde el mundo de los negocios. Fundado por Maurice Strong y Stephan Shmidheiny tras la histórica Cumbre de Rio en 1991, el Consejo Mundial para el Desarrollo Sostenible – WBCSD – agrupa hoy a casi dos centenares de las empresas más relevantes del mundo y ejerce una influencia capital en el diseño de la agenda sostenible de los negocios.
Este año, como no podía ser de otra forma, la reunión anual del Consejo está teniendo lugar al mismo tiempo que la COP21 aquí en Paris, y la agenda climática se encuentra en el centro de las intervenciones y los debates.
A muchas personas les ha sorprendido el interés y el compromiso que las compañías de todo el mundo han demostrado antes y durante la Cumbre de Paris. Más de 500 compañías han publicado estos días compromisos de reducción de emisiones, en un volumen nunca antes visto, adelantándose y yendo más allá de los que se espera estos días de los gobiernos.
Independientemente de la ambición de los objetivos que se acuerden en la COP, la senda de reducción de emisiones emprendida en todo el mundo – pero especialmente en Europa – prevé la sustitución de los combustibles fósiles a lo largo del siglo. Esta circunstancia supondrá una transformación e inversión equiparable a la que ha supuesto la digitalización en los últimos años. Un ejemplo para quien le esté resultando insuficiente el compromiso de los países: la promesa de reducción de emisiones que ha realizado del gobierno chino movilizará más recursos que el Plan Marshall que reconstruyó Europa tras la Segunda Guerra Mundial.
Durante las próximas dos décadas, sectores como el energético o el transporte deberán adaptarse a la transición que supondrá este “new normal “. El mix energético global perderá emisiones de forma rápida a medida que las centrales – primero de carbón y después de fuel- vayan desapareciendo progresivamente en todo el mundo y las energías renovables se conviertan en la opción más eficiente.
Según la Agencia Internacional de la Energía esta circunstancia sucederá más rápido de lo que imaginamos. Su último informe muestra que en 2020, un cuarto de la producción global de energía procederá ya de fuentes de energía renovables y serán el primer destino de la inversión global del sector energético.
No debemos olvidar que habrá también otros sectores que sufrirán en las próximas décadas una transformación igualmente relevante, pero no por sus emisiones contribuyentes al calentamiento global, si no por el calentamiento global en sí mismo.
El turismo, la agricultura o el sector asegurador se deberán adaptar a lo largo del siglo a nuevas condiciones climáticas. La agencia europea de medio ambiente calcula que el incremento de 2ºC la temperatura media trasladaría la latitud climática en Europa unos 500 km al Sur. Imagínense el impacto por ejemplo en las características organolépticas de los productos con denominación de origen en España o los cambios en la pluviometría de las zonas turísticas.
Seguramente la profusión de evidencias científicas en estos años ha dado lugar al sentimiento de mayor urgencia que se vive estos días en Paris. Para poder activar inversiones es necesario poder contar con un marco estable a medio y largo plazo. Un entorno capaz de crear la confianza necesaria para movilizar la cantidad de recursos que son necesarios para la transformación que se precisa. Esto es lo principal que están pidiendo estas casi 200 compañías aquí en Paris en el foro del WBCSD.
Por lo que se escucha estos días parece que se han cansado de esperar a que los gobiernos se pongan de acuerdo y están tomando la iniciativa.
Artículo publicado originalmente en Corresponsables el 7 de diciembre de 2015
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