Pocos como Jaime Caruana (Valencia, 1952) conocen el desarrollo del sistema financiero español en las últimas décadas. Exgobernador del Banco de España, Caruana es un experto en regulación financiera y uno de los decisores de los acuerdos de Basilea II. Ahora observa la evolución de las políticas monetarias, macroeconómicas y regulatorias desde el Banco de Pagos Internacionales (BIS), donde ocupa la dirección general.
Recientemente hemos visto algunas señales que indican una ralentización del crecimiento en determinados mercados emergentes, como Brasil y China. ¿Cuál podría ser el efecto en las regiones desarrolladas, como EE.UU. y Europa?
Efectivamente, es de esperar que esta desaceleración afecte a las economías avanzadas. Los mercados emergentes representan aproximadamente la mitad del producto mundial en términos de paridad del poder adquisitivo y su contribución al crecimiento mundial se ha incrementado desde aproximadamente un punto porcentual en la década de los 80 hasta más de dos puntos en los últimos años. Por tanto, el menor crecimiento de estas economías reducirá significativamente la demanda mundial, algo que obviamente se dejará sentir también en las economías avanzadas.
Los mercados financieros ya han reflejado estas incertidumbres pero, con todo, actualmente se prevé que la economía estadounidense crezca un 2,5% este año y el próximo, y también aumente la actividad económica en la zona del euro. Es decir, la economía mundial parece estar ahora en mejor condición que hace unos años para hacer frente a un menor crecimiento en las emergentes.
¿Cómo de en serio deberíamos tomarnos esta desaceleración mencionada?
La situación es muy distinta entre países. Mientras que se prevén contracciones significativas en algunos, como Brasil y Rusia entre otros, la situación es razonablemente buena.
Lo que sí deberíamos plantearnos es el porqué de esta desaceleración. En algunos países las causas pueden ser de naturaleza más persistente, asociadas a un boom crediticio de difícil digestión. El elevado crecimiento registrado en los últimos años se debió, en buena medida, al elevado precio de las materias primas, a los grandes flujos de capital y al rápido crecimiento del crédito. En tales casos, es de esperar una recuperación más lenta.
“La Unión Bancaria es un paso importante hacia la ruptura del círculo vicioso entre bancos y soberanos, aunque queda mucho por hacer”
Una de las principales razones que llevó a la Unión Europea a desarrollar la Unión Bancaria fue “romper con el círculo vicioso entre deuda soberana y bancaria”. ¿Diría usted que se ha logrado este objetivo?
Desde la perspectiva institucional, está claro que la Unión Bancaria es un paso importante hacia la ruptura del círculo vicioso entre bancos y soberanos. No obstante, aún queda mucho por hacer, por ejemplo en cuanto al fondo europeo de garantía de depósitos.
Además, apenas se han abordado otras fuentes de esta peculiar relación. Una de ellas es el tratamiento del riesgo soberano en la regulación bancaria, un tema que hemos señalado en el BIS en el pasado.
En la práctica, la discrecionalidad supervisora ha permitido que muchos bancos asignen una ponderación por riesgo cero a buena parte de su deuda soberana, lo que es contrario a los principios de la regulación de Basilea.
El Comité de Basilea está estudiando el tratamiento de las exposiciones frente a soberanos de manera holística y gradual.
¿Qué evaluación hace del primer año del Mecanismo Único de Supervisión (MUS) y el nuevo rol supervisor del BCE?
El análisis de la calidad de los activos y las pruebas de resistencia en noviembre de 2014 fueron un buen comienzo para el MUS. Permitió a las autoridades atajar los problemas identificados a nivel de cada entidad y a los bancos aumentar su capital antes de su divulgación oficial, lo que se ha traducido en una mayor disciplina en su planificación del capital.
También ha contribuido el actual código normativo único, que establece un único marco regulador para los bancos en toda Europa. Además, el MUS potenciará la cooperación supervisora relativamente estrecha que ya existía antes de su establecimiento.
De cara al futuro, un reto será la armonización del empleo de la discrecionalidad nacional, para garantizar unas condiciones competitivas equitativas y mejorar la comparabilidad de los principales indicadores bancarios. Desde un punto de vista operativo, un gran reto va a ser crear una cultura común dentro de la propia institución.
Ahora el sector financiero está sometido a una mayor regulación a nivel mundial que antes de la crisis. ¿Cuál podría ser el impacto de esta gran carga regulatoria?
La protección al consumidor es solo una dimensión particular de la regulación financiera; sus beneficios van mucho más allá. La respuesta reguladora tras la crisis busca resolver deficiencias críticas del sistema financiero que la crisis puso de manifiesto, como, por ejemplo, posiciones inadecuadas de capital, excesivo apalancamiento y crecimiento del crédito, colchones de liquidez insuficientes, una transformación de vencimientos demasiado agresiva y regímenes de resolución inadecuados. No se dio la debida importancia al riesgo sistémico.
Resolver estas deficiencias reportará considerables beneficios económicos. El estudio sobre el impacto económico a largo plazo (LEI) publicado por el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea (BCBS) en 2010 sugiere que un aumento del nivel de capital —incluso sustancialmente por encima de los que exige Basilea III— no neutraliza los beneficios netos a largo plazo que conlleva una menor probabilidad de crisis y el correspondiente ahorro de costes. Esto concuerda ampliamente con los estudios académicos sobre el tema.
La mayoría de los bancos han avanzado mucho en el proceso de ajustar su capital, elevando su calidad y nivel principalmente a través de beneficios no distribuidos. También han aumentado sus colchones de liquidez. Además, todo esto se ha logrado sin que se perciba demasiado impacto macroeconómico adverso en el corto plazo.
¿Qué evaluación hace del acuerdo del G-20 sobre el TLAC?
La reforma reguladora tras la crisis persigue dos objetivos complementarios. El primero es reducir la probabilidad de quiebra de las entidades financieras y el segundo es reducir el impacto de la quiebra de un banco sobre el sistema financiero y la economía. Este objetivo apuntala las normas sobre la capacidad total de absorción de pérdidas (TLAC) para la resolución de bancos de importancia sistémica mundial (G-SIB), que buscan garantizar un proceso de resolución ordenada, de forma que las funciones económicas críticas se mantengan en todo momento sin tener que recurrir a fondos públicos.
Varios grupos de expertos han evaluado el impacto económico de las normas TLAC y han concluido que sus costes potenciales quedan contrarrestados de sobra por los beneficios derivados de una menor probabilidad y severidad de crisis financieras sistémicas.
Una adecuada aplicación de las normas TLAC repercutirá en un mejor funcionamiento del sistema financiero también en circunstancias normales.
“Los bancos han hecho grandes avances pero aún no han recuperado plenamente la confianza de los mercados y del público”
¿Podemos decir que la industria bancaria es ahora más fuerte y resistente para evitar una nueva crisis?
Los bancos, bajo la presión de los reguladores y los mercados, han realizado grandes avances tras la crisis para mejorar su resiliencia. Han fortalecido su capital y han aumentado su capacidad de absorción de pérdidas. También han transformado sus modelos de negocio a favor de la eficiencia y la estabilidad de beneficios de la banca minorista, reduciendo actividades más costosas como la banca de inversión y la creación de mercado. Todo ello va en la dirección de fortalecimiento de las entidades.
Sin embargo, los bancos aún no han recuperado plenamente la confianza de los mercados y del público. Por ello, pese al progreso logrado en los últimos años, a los bancos les queda mucho por hacer. Deben continuar el saneamiento de sus activos, mejorar su gobernanza y cultura del riesgo. Deben mejorar su transparencia y convencer a los inversores de que limitarán sus conductas de riesgo en el futuro. Además, para acabar con la incertidumbre sobre las ponderaciones por riesgo, los bancos deben colaborar con los supervisores para que sus estimaciones del riesgo se validen con regularidad y transparencia.
¿Cómo pueden afectar los nuevos requisitos de capital y la regulación microprudencial a la eficiencia y rentabilidad de los modelos de negocio de los bancos?
El principal cambio para los bancos será un mayor nivel de capital y de liquidez. Esto, unido a otras medidas, probablemente repercuta en una mayor correspondencia entre el nivel de riesgo y el capital. Esta mayor correspondencia facilita la comparación y favorece la competencia entre bancos, al recompensar los modelos de negocio más eficientes.
Además, sabemos que en los últimos años los bancos con un modelo de negocio más orientado a la actividad minorista han obtenido mejores resultados en términos relativos que aquellos más centrados en actividades mayoristas o de negociación.
La clave está en que los bancos mejoren su rentabilidad sobre recursos propios (ROE) a partir de mejoras en la rentabilidad de sus activos, control de costes y mejoras de sus servicios al cliente, y no a través de mayor apalancamiento. Es importante también que el sistema en su conjunto reduzca su exceso de capacidad.
La Comisión Europea se ha comprometido a llevar a cabo una revisión global de la regulación bancaria existente y evaluar sus efectos en las instituciones financieras, así como su capacidad para favorecer el crecimiento y la concesión de crédito. ¿Va a llevar a cabo el BIS medidas similares?
El Comité de Basilea lleva a cabo estudios sobre el impacto cuantitativo que evalúan los posibles efectos de la nueva regulación sobre el sector bancario y la economía en general. Los resultados se utilizan, entre otros, para calibrar los nuevos requerimientos reguladores. El Comité de Basilea finalizará este proceso con un ejercicio de calibrado general.
Asimismo, el Comité ha efectuado evaluaciones más amplias sobre impacto macroeconómico, por ejemplo, el estudio LEI de 2010 que antes he citado. Los resultados de este estudio siguen siendo válidos, ya que se basó intencionadamente en supuestos muy conservadores. Por tanto, es probable que sus resultados sobrestimen los verdaderos costes de la nueva regulación.
¿Podría darnos alguna indicación de qué pasos se están dando para establecer unos criterios más homogéneos de tratamiento de los Activos Ponderados por Riesgo (APR)?
La variación entre bancos de los APR para riesgos similares ha mostrado ser, en algunos casos, excesiva y no justificada suficientemente por diferentes prácticas supervisoras o diferentes técnicas de gestión.
Así pues, la comunidad reguladora ha adoptado una respuesta en dos frentes. Por una parte, los supervisores están intentando alinear mejor sus prácticas en las diferentes jurisdicciones, es decir, reducir las diferencias en el uso de la discrecionalidad supervisora. Por la otra, se están estudiando y adoptando medidas reguladoras para mejorar la correspondencia entre las ponderaciones por riesgo y el riesgo asumido.
En los próximos meses, el BCBS seguirá estudiando posibles modificaciones al marco basado en modelos internos para reducir las opciones de modelización a disposición de los bancos.
¿Confía en que se llegará a un acuerdo definitivo sobre la banca en la sombra y su regulación?
A nivel internacional, existen tres áreas principales de trabajo coordinadas por el Financial Stability Board (FSB). En primer lugar, identificar y mejorar la información sobre aquellas actividades de intermediación crediticia no bancaria que puedan minar la estabilidad financiera, ya sea de forma directa o a través de sus vínculos con el sector bancario. En segundo lugar, hacer un seguimiento de los riesgos que generan estas actividades. Y tercero, desarrollar y desplegar medidas de política para mitigar dichos riesgos.
Se está analizando minuciosamente la transformación del sistema financiero tras la crisis y los nuevos riesgos asociados, muchos de los cuales surgen fuera del sector bancario. Algunos de estos riesgos no están necesariamente relacionados con la quiebra de una gran institución, sino con el comportamiento colectivo de determinados agentes del mercado (como los gestores de activos), que podría amplificar la volatilidad del mercado hasta desestabilizarlo. Asimismo, la promesa de liquidez «a discreción» por algunos fondos hace creer falsamente en una liquidez ilimitada.
“El riesgo de burbuja existe desde hace tiempo. Nos preocupa la escalada de los precios de los activos, especialmente de los inmuebles, en algunos países”
¿Existen riesgos de una excesiva liquidez en el mercado que pueda llevar a formar nuevas burbujas?
Este riesgo ya existe desde hace tiempo. La política monetaria ha sido excepcionalmente acomodaticia a nivel internacional, como hemos documentado ampliamente en los últimos Informes Anuales del BIS. Ello ha propiciado una abundante liquidez mundial, es decir, condiciones de financiación muy favorables.
Con este trasfondo, preocupa la escalada de los precios de los activos, especialmente de los inmuebles en algunos países. Asimismo, los niveles globales de deuda históricamente elevados y las señales de desequilibrios financieros muestran la creciente tensión entre estabilidad de precios y estabilidad financiera en algunas economías, a la que han tenido que hacer frente los bancos centrales. Desde esta perspectiva, en el BIS hemos querido resaltar los riesgos de normalizar la política monetaria demasiado tarde.
A lo largo de los últimos años hemos visto medidas de política monetaria sin precedentes, especialmente en la zona euro. ¿Considera que hay un riesgo de que estas medidas se conviertan en la nueva política monetaria convencional debido a un periodo prolongado de tiempo de bajo crecimiento económico?
Los bancos centrales tuvieron que hacer uso de medidas extraordinarias para estabilizar la situación en la primera fase de la crisis, la más aguda. No obstante, con el paso del tiempo, el balance de riesgos-beneficios se ha ido deteriorando. Si los más de seis años de política monetaria no convencional no han conseguido reencauzar el crecimiento y la inflación, cabe pensar que este tipo de crisis de balances requiere también reformas de carácter más estructural.
Una lección clave es que los bancos centrales deben actuar de manera más simétrica a lo largo del ciclo financiero, tratando de contrarrestar la acumulación de desequilibrios financieros cuando se están formando y evitando sobrerreaccionar durante el periodo de recuperación.
De cara al futuro, existen argumentos de peso a favor de retomar las herramientas tradicionales de política monetaria, con algunas mejoras aprendidas de la crisis.
¿Hasta qué punto las diferentes políticas monetarias y ciertas medidas proteccionistas de los bancos centrales pueden provocar una nueva guerra de divisas?
Las políticas monetarias han divergido en las principales zonas monetarias, reflejando la percepción de una incipiente recuperación económica en Estados Unidos. Esto debe entenderse como algo normal y positivo para la economía mundial.
Lo que sí puede ser preocupante son ajustes muy rápidos del tipo de cambio y que se tienda a subestimar el impacto de sus propias acciones más allá de sus fronteras. Por ejemplo, cuando parece que la transmisión de la política monetaria a través de los canales nacionales ha perdido fuerza, los bancos centrales pueden verse obligados a adoptar medidas de política más activas para alcanzar sus objetivos a través de canales externos, por ejemplo influyendo en el tipo de cambio. Si las medidas adoptadas son más enérgicas de lo habitual, tendrán efectos secundarios en otras economías. Y si todos piensan y actúan del mismo modo, el resultado será una mayor relajación monetaria y asunción de riesgos, sin que ello favorezca las exportaciones netas de nadie. Esto podría dar lugar a medidas proteccionistas y a una mayor fragmentación de la economía mundial, lo cual debe evitarse.
En diversas ocasiones desde el BIS hemos mencionado la importancia de que los bancos centrales, aunque actúen con mandatos nacionales, lo hagan en base a un «interés propio ilustrado», intentando comprender y tener en cuenta las posibles repercusiones de sus decisiones en otros países y los efectos retroactivos que pueden volver más tarde a su propia economía.
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