Texto escrito por Casimiro García-Abadillo.
La vieja política, con otro aspecto, sigue instalada en nuestro sistema. En el último debate de investidura se habló de muchos temas, desde la ejecución de Puig Antich, al pacto de los Toros de Guisando, pasando, naturalmente, por las diputaciones, pero ningún líder político entró a fondo en el que probablemente será el mayor problema al que nos enfrentemos en los próximos años: el envejecimiento de la población y las dificultades para pagar las pensiones.
Los datos sobre población de Naciones Unidas nos dibujan un panorama complejo. Los habitantes del planeta pasarán de 7.200 millones (2015) a 8.100 millones (2025). Ese aumento del 12,5% en sólo diez años plantea enormes retos, no tanto por la cantidad, sino porque la concentración de la natalidad en los países más pobres.
Tendremos que hacer frente a nuevas olas migratorias. La escasez de agua y alimentos y la aceleración del cambio climático serán amenazas reales para el Planeta.
Sin embargo, al mismo tiempo, Europa vivirá una etapa de pérdida y envejecimiento de la población. En España, los efectos de la pirámide de población convivirán con las altas tasas de paro: los mayores de 65 años representarán el 38% de la población en 2050, año en que, según datos del INE, tendremos un trabajador en activo por cada dependiente.
No podemos permitirnos el lujo de la estulticia. La cuestión que hay que resolver es qué sectores pueden generar más empleos y, al mismo tiempo, ser menos contaminantes y productivos.
Vamos a vivir en un mundo en el que las grandes desigualdades tenderán a reducirse. Probablemente, los países ricos perderán renta per cápita y los países en desarrollo ganarán poder adquisitivo (ejemplo: China).
Pero las nuevas necesidades pueden crear nuevas oportunidades. Por ejemplo, la agricultura será un sector con fuerte desarrollo. No sólo porque aumentará la demanda, sino por la incorporación de la tecnología de forma intensiva al cultivo y a la mejora de los alimentos.
Las nuevas fuentes de energía continuarán su desarrollo. La producción de energías limpias cada vez será más barata y su uso masivo puede reducir su coste hasta límites insospechados. Prescindir de las fuentes generadoras de emisiones de CO2 debe ser prioritario.
El agua y la reducción de la contaminación también generarán empleo y riqueza.
En los países desarrollados todas las actividades relacionadas con la dependencia y la tercera edad generarán nuevas demandas y, por tanto, servirán para crear nuevos empleos.
La UE debe hacer su presupuesto mirando al futuro y no con la vista puesta en la conservación del statu quo.
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