Mientras se aproxima el segundo aniversario del Banco Central Europeo (BCE) como supervisor bancario, la niebla de la crisis todavía no ha levantado totalmente y la estabilidad del sector financiero continúa viéndose afectada por eventos específicos difíciles de anticipar: Brexit, inestabilidades políticas dentro y fuera de la zona Euro, o las dudas sobre determinados mercados financieros europeos, por nombrar algunos. Los dos primeros años del BCE como supervisor han sido cuando menos interesantes.
Este segundo año de la supervisión terminará con la comunicación por parte del Banco Central Europeo a los bancos de su decisión individual de capital, adoptada conforme al “Proceso de evaluación y revisión supervisora (SREP)”, metodología que ha sido adaptada por el BCE a la situación de las entidades de la zona euro bajo su supervisión directa. Esta decisión de capital es de gran relevancia para los bancos, ya que establece la cantidad de capital que el supervisor considera que cada entidad necesita para seguir operando de la manera que lo está haciendo, e influye directamente en su planificación y estrategia.
Una de las cuestiones principales que el sector financiero desea saber es si la decisión de capital de 2016 será comparable a la del año pasado. Es difícil de predecir y, de hecho, el propio BCE se enfrentará a un desafío en la comunicación en este ámbito. Puede anticiparse, sin embargo, que las decisiones de capital serán difícilmente comparables por una serie de motivos.
En primer lugar porque los resultados de la Prueba de Estrés 2016 coordinada por la Autoridad Bancaria Europea son un input relevante (y tal prueba no se llevó a cabo en 2015). En segundo lugar porque siguiendo una orientación general de la misma Autoridad Bancaria Europea, la decisión de este año diferenciará entre Requisito y Directriz de capital, lo cual, según el propio BCE, “reducirá los requerimientos de capital de las entidades, aunque mantendrá estable la necesidad o demanda de capital” (explicar estos conceptos va a ser uno de los principales retos de comunicación del BCE y las entidades). En tercer lugar por los cambios que, previsiblemente, habrá incluido el BCE en el procedimiento, ya que el SREP es una metodología viva que se retroalimenta de manera constante (por ejemplo el cambio en el tratamiento del colchón de conservación de capital). En cuarto lugar porque mientras la decisión del año pasado se centró en el capital de mejor calidad (CET1), la de este año incluirá otros tipos de recursos propios. Y por último, por la inclusión de los requerimientos y conclusiones de varios exámenes temáticos llevados a cabo por el BCE, como el del gobierno corporativo y apetito al riesgo, entre otros.
A pesar de lo anterior, la intención inicial del BCE parece ser la de mantener los niveles medios de la decisión de capital de 2015, que fijó el nivel promedio de CET1 en torno al 10%, lo que suponía elevar un 20% los niveles requeridos para este tipo de fondos propios en 2014, que, a su vez, había representado un aumento del 40% con respecto a los requisitos mínimos regulatorios en el llamado Pilar 1 del año 2013. El hecho de que, a pesar de todos los cambios comentados, las decisiones de capital puedan mantenerse estables, sería indicativo de que las decisiones del año pasado fueron suficientemente prudentes. Los principales retos a los que se enfrentó la decisión de capital del año pasado fueron que la discriminación entre los bancos fue considerada baja, y que se generó cierta controversia tanto en relación con el cálculo del “importe máximo distribuible” como respecto de su divulgación, ya que bancos de varios países decidieron publicar su decisión de capital, mientras que otros decidieron mantenerla como confidencial.
A la decisión de capital de este año habría que añadirle la complejidad de su potencial impacto conjunto con el requerimiento mínimo de fondos propios y pasivos admisibles o MREL a efectos de resolución (que incrementarán significativamente los requerimientos de fondos propios de los bancos en un futuro próximo), con las iniciativas en marcha que afectan el cálculo de los Activos Ponderados por el Riesgo (denominador del cociente que básicamente establece el porcentaje de requerimientos de recursos propios), y con los colchones legales de capital.
A pesar de que el G20 tras su reunión de Hangzhou ha solicitado al Comité de Supervisores Bancarios de Basilea que la revisión del marco de Basilea III no implique un incremento significativo de los requerimientos de capital, el efecto combinado de todos estos elementos podría generar necesidades adicionales de recursos propios para los bancos e, hipotéticamente, de apelar de nuevo a los mercados de capitales. La pregunta que se plantea, considerando todo lo anterior, es la de si el requerimiento conjunto de capital que se realiza a los bancos resulta o no compatible con el deseo del supervisor de que mejoren su rentabilidad a corto plazo.
Autor: Mariano Lasarte es socio del sector Financiero de KPMG en España
Deja un comentario