Tras el ciberataque mundial del pasado viernes, por el que más de un centenar de países fueron infectados a través del malware WannaCry, la criptomoneda bitcoin acaparó los titulares. Fue la moneda virtual elegida para pagar el ‘rescate’ de los ficheros y datos bloqueados en los equipos afectados, por lo que muchos la han señalado como el nuevo pago con ‘billetes pequeños’.
Pero, ¿por qué bitcoin? La criptomoneda, que nació en el año 2009 gracias al anónimo Satoshi Nakamoto, cuenta con características como la virtualidad, el anonimato, la desregularización, la descentralización y la seguridad, sin duda favorables en este tipo de ciberataques. Sin embargo, como explica Pablo Orbiso, director responsable de FinTech y Blockchain de KPMG en España, esta divisa cuenta con “ventajas significativas y presenta posibilidades muy atractivas de cara al futuro”. “El hecho de que se utilice en ciberataques o con fines ilegales debe considerarse como una mera anécdota en comparación si tenemos en cuenta el enorme potencial que bitcoin nos ofrece de cara al futuro”, afirma.
El funcionamiento de esta moneda va ligado a Blockchain, la arquitectura distribuida que se basa en una cadena de bloques pública y gestionada a través de los denominados mineros que también está llamada a ocupar un lugar importante a medio plazo. Mediante la descarga de un monedero virtual, el usuario obtendrá una identidad y unas claves, con las que podrá comprar bitcoins. Los mineros son los encargados de verificar la transacción, un proceso que suele durar unos 10 minutos.
Pese a que a que las divisas virtuales garantizan el anonimato, Pablo Orbiso sostiene que una de sus principales ventajas es la trazabilidad de las operaciones. “Todos los movimientos quedan registrados en una cadena de bloques inmutables y públicos, por lo que se puede conocer el origen y el destino de todos los movimientos des bitcoins”, afirma. Esta seguridad y trazabilidad permitiría controlar de una forma totalmente efectiva los movimientos de dinero de una persona a otra en un futuro, haciendo totalmente transparente, por ejemplo, las transferencias y pagos en divisas entre países.
Pero con el caso del ataque de ransomware, la situación es más compleja, ya que muchas cuentas bitcoin se encuentran en paraísos fiscales o en países cuya jurisdicción no ayudaría en la investigación de ciberataques ocurridos en Europa y Estados Unidos. “Actualmente no contamos con una autoridad que responda y garantice el buen funcionamiento y uso de los bitcoins: es una red distribuida, pública, social y participada por gente de todo el mundo”, indica Pablo Orbiso.
La importancia de la confianza
Otro aspecto a destacar es que no existe un organismo regulador que responda por esta divisa digital, como en el caso del euro con el Banco Central Europeo o el dólar con la Reserva Federal. Pese a que esto sea uno de sus inconvenientes desde el punto de vista de la generación de confianza e incertidumbre, también se debe tener en cuenta que los bitcoins en circulación son los que existen, y la emisión de los mismos está marcada por la propia estructura, evolución y gestión de la moneda, y no por posibles nuevas emisiones como pueden llevar a cabo los bancos centrales.
“Las monedas físicas están respaldadas por unas estructuras que generan confianza, algo que bitcoin no tiene hoy en día, ya que su valor depende exclusivamente de la oferta y la demanda pero sin contar con el respaldo de una autoridad central o un país concreto”, afirma el director responsable de FinTech y Blockchain de KPMG en España. “Esto también implica un riesgo, ya que las divisas virtuales pueden sufrir importantes fluctuaciones que pueden ser complejas de gestionar y tener un impacto negativo en los consumidores” recuerda.
Lo cierto es que durante el último año, el valor del bitcoin casi se ha triplicado, hasta superar los 1.800 dólares (más de 1.600 euros) por cada criptomoneda, y frente al valor inferior a 10 dólares que tuvo durante sus primeros años de vida. Pese a que cuando esta divisa adelantó al precio del oro algunas voces advirtieron de que podría estar convirtiéndose en un valor refugio, lo cierto es que los volúmenes de bitcoins en el mercado, aun siendo muy relevantes, todavía no han llegado a ese nivel.
El papel de las autoridades
De cara a la implantación de las monedas virtuales en la vida cotidiana, será necesario que las autoridades regulen los inconvenientes y riesgos que conlleva esta opción –por ejemplo la falta de regulación- para poder extraer sus múltiples beneficios. Y no solo estas divisas, sino el propio Blockchain, que ocupará ámbitos distintos a las divisas digitales.
Una de las opciones que podría darse en este futuro cercano es el de una red de Blockchain en la que participen todos los bancos de un país. Pese a que se perdería su carácter público, una de las características de esta arquitectura, las entidades podrían mover de forma mucho más sencilla dinero entre ellas y con bancos de otros países, de forma más transparente gracias a su trazabilidad.
“Las autoridades y los reguladores tienen que adaptarse, pero en el futuro estoy seguro de que seremos capaces de maximizar los beneficios y mitigar los posibles inconvenientes que hacen que el uso actual de las monedas virtuales sean limitados”, concluye Pablo Orbiso.
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