La moda, al desnudo

Los consumidores están cada vez más concienciados. Quieren empresas sostenibles, comprometidas con el medio ambiente y las condiciones laborales. Estas cuestiones afectan especialmente al sector de la moda, al que no se le exige solo seguir las últimas tendencias, sino un elevado nivel de transparencia.

Como explica Luis Lara, senior advisor y responsable de KPMG Fashion en España, “uno de los imperativos del sector de la moda de ahora en adelante será la transparencia”. De hecho, los nuevos consumidores buscan cada vez más información de lo que consumen, y están dispuestos a tomar decisiones en base a ello.

Esta concienciación, unida a la velocidad actual de acceso a la información, implica un rediseño de estrategia de las compañías textiles. La sostenibilidad ya no es un elemento de comunicación, sino una prioridad que debe formar parte de toda la cadena de valor. Especialmente de cara a los millennials, que pese a contar con menor nivel adquisitivo buscan cada vez más marcas que respalden sus valores.

Por ello, el sector debe asumir que la mera repetición de los valores de sostenibilidad que la empresa representa no es suficiente: el cliente exige una plena transparencia que se demuestre con hechos. “Los clientes tienen más control que nunca sobre la vida de las empresas y pueden compartir en las redes sociales de forma instantánea lo que está pasando de bueno o de malo en relación a nuestra marca”, subraya Lara.

Pero, ¿cómo se alcanza un elevado nivel de sostenibilidad, que convenza a unos consumidores cada vez más exigentes? “Hay muchos eslabones en la cadena de valor del sector de la moda, desde el diseño, la producción, la distribución, la venta, el consumo o el reciclado”, recuerda Lara. “En cada una de estas fases, hay decisiones que pueden reflejar una visión responsable por parte de las empresas desde el punto de vista social y de sostenibilidad medioambiental”, afirma.

Infografia_Moda_sostenible_090517

Del lado de la producción, destaca cómo han calado conceptos como el reciclaje o el empleo de materiales ecológicos en las compañías textiles. Prueba de ello es que más de un tercio de las mayores empresas del sector incorporaron en 2015 estrategias en este sentido y de la mano de auditorías en su camino hacia la sostenibilidad, según el informe Global Fashion Drivers 2016, elaborado por KPMG.

Asimismo, el 22% de las compañías del sector se sumaron a alguna iniciativa colectiva u organismo internacional con el objetivo de mejorar su sostenibilidad y cadena de suministro. En Europa destaca el programa European Clothing Action Plan, que tiene como objetivo disminuir el impacto medioambiental de la moda en la cadena de suministro, reducir el nivel de residuos e impulsar el reciclaje.

Por su parte, la Sustainable Apparel Coalition (SAC), la mayor organización empresarial de moda sostenible, destaca por realizar el índice Higg, una herramienta que permite medir el impacto medioambiental de la producción de prendas. A esta coalición se han unido grandes del sector, como son Primark, H&M, C&A, Adidas, Asos e Inditex.

Otra de las iniciativas que ha ganado fuerzas en los últimos años han sido los programas de recolección de ropa a cambio de descuentos o el upcycling, que aplicado a la moda se basa extraer las fibras de las prendas usadas para realizar nuevas prendas y limitar al mínimo los residuos. También destaca el lanzamiento de colecciones que emplean materiales orgánicos, una opción también desarrollada por compañías como Inditex, H&M y Mango.

Además, muchas empresas del sector han optado por reducir su impacto medioambiental, también en sus establecimientos físicos. La estrategia de grandes tiendas o flagships que ofrecen una experiencia de compra distinta empleando nuevas tecnologías también está orientada a conseguir tiendas más sostenibles. Un ejemplo es la nueva tienda de Zara en Madrid, construida con madera procedente de bosques con sostenibilidad certificada y que consume un 20% menos de electricidad y un 40% menos de agua respecto al resto.

Sin embargo, una de las cuestiones más importantes que afronta el sector textil es el de las condiciones laborales, un debate que alcanzó un punto de inflexión tras la tragedia del Rana Plaza. El derrumbe en 2013 de un edificio que albergaba cinco talleres textiles, en el que murieron más de 1.200 personas, puso de manifiesto la necesidad de mejorar el control tanto de la producción como de los proveedores.

Desde entonces, cada vez son más las compañías que abordan medidas destinadas a controlar la producción y las condiciones laborales de los trabajadores, ya sea en fábricas propias o proveedores. Algunas de ellas son la realización de auditorías en fábricas, la implantación de códigos de conducta para proveedores o la firma de acuerdos con sindicatos como IndustriAll.

“Es fundamental asegurar que las compañías trabajen para tener una gestión ética impecable, y que sea comunicada con transparencia y responsabilidad”, sostiene Lara. “En los próximos años, debemos empezar a acostumbrarnos a aplicar en nuestras empresas conceptos como transparencia, trazabilidad, economía circular o incluso, slow fashion, por poner sólo algunos ejemplos”, concluye.