La decisión del Presidente Trump de abandonar el Acuerdo de París es una mala noticia, sin embargo, hay que decir que los Estados Unidos nunca ratificó propiamente el Acuerdo. Obama se adhirió mediante una orden ejecutiva presidencial, pero los compromisos de EE.UU. nunca llegaron a ser aprobados por el Senado.
El Acuerdo de París es un ejercicio que dista bastante de un Tratado internacional al uso. Diseñado por Laurent Fabius, es una obra maestra de la nueva diplomacia global multipolar, que incluye entre sus curiosidades, por ejemplo, que las partes se puedan comprometer a lo que deseen, y que estos compromisos puedan ser revocados hasta el momento mismo de la puesta en marcha del acuerdo en 2020.
Y podríamos pensar que con esta estructura se trata de un papel de escasa utilidad, pero no es así. Desde la firma de la primera Convención protegiendo el clima han pasado ya 25 años, y París ha significado el primer gran consenso para actuar en la misma dirección y con ambición creciente.
Mientras que la decisión del Presidente Trump crea incertidumbre sobre las actuaciones futuras del segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, la claridad en las declaraciones del presidente Xi Jinping han tranquilizado a los europeos – de la Unión -, a los británicos y a los canadienses, protagonistas todos ellos del peso del liderazgo de la diplomacia climática en los últimos años. Aunque se confía en declaraciones semejantes de los primeros ministros de India y Australia, estos países se consideran puntos débiles de la cadena de los grandes emisores y se espera con expectación su posición, que por su carácter errático, sería prudente situar a que se acabe el plazo en 2020.
Vivimos en un momento que no es fácil de entender y menos de predecir. Vemos a China defendiendo el libre comercio y los acuerdos de limitación de emisiones, mientras que el gobierno de los Estados Unidos deshace los lazos que le unen a las zonas de libre comercio, pretende levantar muros y no pagar su factura del calentamiento global.
Asistimos atónitos, un día antes del anuncio de Trump, a la Junta de accionistas de ExxonMobil en Dallas, donde Vanguard y Blackrock, inversores principales de la compañía impulsaron, con un 62,3% de voto, que la dirección de la compañía desarrolle e informe a la Junta de la estrategia para evitar los efectos de los gases de efecto invernadero. Hemos oído y leído estos días cómo prominentes compañías enviaron cartas a la Casa Blanca mostrando sus compromisos con el clima, o Estados de la Unión como California, se declaran “insumisos” ante la decisión.
Todos ellos, y en especial el sector empresarial, saben que con el cambio del clima va a haber ganadores y muchos perdedores. No por mirar a otro lado, el problema desaparece. Abandonar hoy la senda de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero o eliminar las inversiones para la adaptación adecuada no tiene sentido desde el punto de vista ético, pero tampoco desde el económico.
Actuemos o no, el cambio del clima se está produciendo y, tras París, una gran mayoría ha tomado consciencia de la responsabilidad de esta generación para evitar que tenga efectos devastadores.
Las predicciones de los escenarios climáticos de la Agencia Española de Meteorología para 2050 – dentro de 33 años – podrían ser ya de 2 grados más en verano y 1,5 en invierno. Estas cantidades que parecen aparentemente pequeñas pueden tener ya un impacto muy significativo.
Hace unos meses el Financial Stability Board, todopoderoso vigilante global de la estabilidad del sistema financiero, encargaba a Michael Bloomberg – ex alcalde de Nueva York – que pusiera en marcha un grupo de trabajo que permitiera trasladar a la contabilidad de las empresas una medición adelantada, capaz de monitorizar el riesgo para el sistema económico mundial de los cambios en el clima.
Aunque el resultado de las elecciones en Estados Unidos supusieron un jarro de agua fría en los primeros días de la última cumbre del clima en Marrakech el pasado año, el mundo se había puesto en marcha un año antes en París. Las próximas elecciones están previstas unas semanas antes del vencimiento del plazo de entrada en vigor del Acuerdo de París en 2020. Seguramente el clima y el acuerdo serán motivos para el debate durante la campaña electoral en ese país. Esperemos que esta vez el lema que gane sea “el planeta primero”.
Autor: José Luis Blasco es socio responsable de Gobierno, Riesgo y Cumplimiento de KPMG en España y responsable para Europa, Oriente Medio y África de los servicios de Sostenibilidad de KPMG
Deja un comentario