Washoe es el nombre que recibió una cría de chimpancé hembra capturada en el oeste de África a mediados de los años 60. Iba a formar parte de un proyecto relacionado con el programa espacial de la fuerza aérea norteamericana, pero terminó en manos de los psicólogos Allen y Beatrix Gardner, que iniciaron un experimento para instruirla en el lenguaje de signos y comunicarse con ella. Esta investigación arrojó resultados asombrosos que obligaron a la comunidad científica a replantearse la relación entre los humanos y los grandes simios.
Durante las celebraciones de Navidad es costumbre compartir buenos deseos y perdonar a quienes nos han causado daño. La capacidad de perdonar, la empatía o la benevolencia son algunas de las cualidades que se consideran intrínsecamente humanas. Pretender el bien del prójimo, es decir, ser benevolente (del latín benevolents) es, en algunos casos, una obligación profesional, como se deduce del juramento hipocrático que obliga a los médicos: “..me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad… aún bajo amenazas, no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad” (redacción de la Convención de Ginebra de 1948). En el contexto de los negocios, hay líneas de pensamiento que relacionan un liderazgo ético a querer el bien del otro y no simplemente usar de él, como señala el Profesor emérito de Ética empresarial en el IESE, Domènec Melé. Puesto que la acepción moderna del compliance lo vincula con compromisos de dimensión moral o ética, preocuparse por mejorar la integridad de las personas deviene un objetivo esencial, ya que actuar con propósitos distintos equivale a instrumentalizarlas, que es per se un comportamiento éticamente reprobable y, por lo tanto, contrario a compliance.
Los esposos Gardner enseñaron a Washoe en el lenguaje de signos, y aprendió a utilizar más de 350 palabras de manera combinada para articular mensajes. Fue el primer ser no humano en aprender este lenguaje. Cuando se le mostró su reflejo en un espejo y se le preguntó que veía, respondio: yo, Washoe.
Kat Beach fue una de las cuidadoras de Washoe. En el verano de 1982 quedó embarazada y cuando su vientre creció, Washoe mostró mucho interés en él, formando el signo “bebé”. Sabía lo que era ser madre: había sufrido dos abortos y mostrado síntomas de depresión tras esas experiencias traumáticas. Kat dejó de cuidar a Washoe durante un tiempo, debido a problemas en su embarazo que finalmente le provocaron la pérdida de su bebé. Cuando se incorporó de nuevo a las tareas de cuidado, sintió la necesidad de explicarle a Washoe qué había motivado su ausencia, y le transmitió por signos “mi bebe murió”. Washoe quedó muy afectada mirando al suelo y tras un tiempo le respondió: “llorar”. Trazó entonces con sus dedos el recorrido que seguirían las lágrimas en el rostro de Kat. Los chimpancés no lloran, y se supone que ignoran a qué estado emocional va ligado el llanto.
Cuando percibimos que alguien se interesa verdaderamente por nosotros, sin más propósito que ese, su mensaje cala directamente en nuestros corazones con una fuerza formidable. A pesar de su gran efecto, en ocasiones nos sentimos ridículos queriendo el bien de los demás, y evitamos manifestar ese deseo salvo cuando acompaña el contexto, como sucede durante el periodo de las Navidades.
Aquel día Washoe no se separaba de Kat, hasta el extremo de impedirle marchar tras su horario laboral. Cuando otros compañeros lograron distanciarla, le transmitió por signos: “por favor, persona, abrazo”. Tras estar fuertemente abrazadas durante un tiempo, Kat se marchó sin la menor duda que Washoe comprendía lo que le había sucedido y compartía sinceramente su dolor.
Washoe murió el 30 de octubre de 2007 a los 42 años de edad, y su historia sigue conmoviendo a miles de personas alrededor del mundo.
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