El sector manufacturero español se digitaliza. Se ha subido a bordo de la Cuarta Revolución Industrial en su estación inicial. Las instituciones multilaterales confían en el potencial del made in Spain 4.0. En el espíritu emprendedor de sus startups y en la capacidad innovadora de sus empresas para adquirir dimensión global. El objetivo, que fructifique la premisa de que “la industria del futuro será digital, o no será”.
Artículo escrito en colaboración con Ignacio Domingo.
La mayor transformación de las fábricas no llegó de la mano de la máquina de vapor. Tampoco de la producción en cadena, que continúa siendo uno de los pilares de la industria actual. La verdadera revolución se está produciendo en estos momentos, y va más allá de las máquinas. Incluso de la tecnología. Se trata de la unión definitiva entre el mundo físico y el virtual, en el que las máquinas llegarán a pensar como humanos y los humanos dejarán de actuar como máquinas. Y, España se está sumando a tiempo para aprovechar las oportunidades que presenta el mercado.
“La Industria 4.0 no es una opción”, advierte Miguel Ángel Castelló, socio responsable de Industria de KPMG en España. “Tenemos ante nosotros la oportunidad como país y como ciudadanos de sumarnos a una revolución que supondrá un antes y un después, no solo para el modelo productivo, sino para toda la sociedad. No podemos quedarnos fuera del mercado ni del mundo”, subraya.
Las empresas han ido tomando nota, conscientes del suculento pastel que supone subirse al tren 4.0: la OCDE estima que la economía española podría sumar 35.000 millones de euros más en 2020 si se avanzara en este trienio en la industria conectada. “El sector industrial español está adoptando las medidas e inversiones necesarias para no dejar pasar este tren”, sostiene Pascual Dedios-Pleite, director de la Factoría Digital de Siemens y presidente de Siemens Industry Software. En su opinión, los directivos deben sentirse responsables de concienciar a la sociedad de la trascendencia de esta revolución. “El papel de los CEOs no es solo tomar la decisión de invertir, también tienen que promover el cambio”, asegura.
“El 100% de los CEOs son conscientes de la necesidad del cambio”, apunta Antonio Moreno, presidente de Alstom y al frente de la Comisión de Industria de la Cámara de España, que se ha marcado como objetivo hacer de la industria uno de los pilares económicos del país. Una meta para la que recalca la necesidad de colaboración público-privada.
Antes de la tecnología, la estrategia
La meta para el sector por lo tanto no solo pasa por subirse al tren sino avanzar hacia los vagones de preferente, junto a los socios europeos. Las empresas miran de cerca especialmente a Alemania, donde la Industria 4.0 comenzó a despegar hace una década. Pese a que en España todavía no hay muchas firmas tecnológicas con la vitola de multinacional, el sector privado está haciendo sus deberes.
En los últimos años, las inversiones en nuevas tecnologías se han ido incrementando. La Inteligencia Artificial, la impresión 3D o el Big Data “transforman la forma en la que operan los fabricantes”, explica Miguel Ángel Castelló, que advierte de que la Industria 4.0 no se basa en la mera incorporación de tecnologías. “Es necesaria una hoja de ruta y una estrategia adecuadas a los objetivos y necesidades de cada compañía para sacar todo el provecho de esta revolución”.
En este sentido, el socio responsable de Industria de KPMG en España anima a las compañías del sector a abordar esta transformación, aunque precisa que “no todas deben hacerlo de la misma forma”. Por ello, anima a cada empresa a analizar qué tecnologías son las más adecuadas en base a su sector, nivel de producción y estrategia. “Solo de esta forma se podrá garantizar el éxito de la transformación hacia la Industria 4.0”, subraya.
De esta forma, las empresas en primera línea no cuentan con un mayor número de tecnologías en su portfolio, sino que han sabido aprovechar sus ventajas incorporándolas a su modelo de negocio. “Hay que ser muy prudente con las nuevas tecnologías”, advierte Pascual Dedios-Pleite, quien advierte de la existencia de ciertos “apóstoles del Powerpoint” en el sector. “Las empresas no deben abusar de las tecnologías, al menos a título nominal, sino hacerlas descender hacia la realidad industrial”, explica.
El reto, que las pymes no se queden atrás
Sin embargo, el principal reto pasa por las pymes, sustento del tejido empresarial español pero sin la capacidad inversora de las multinacionales. El sector advierte de que, para que la industria española realmente no se quede atrás, la clave pasa por abordar un problema histórico: el tamaño medio de las pequeñas y medianas empresas españolas. El tamaño medio de las empresas españolas es de 10,1 empleados, que en el caso del sector industrial asciende a 18,4, según los últimos datos del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.
“España tiene un problema estructural con el tamaño de las empresas”, reconoce Antonio Moreno, que como presidente de la Cámara de Comercio de España ha trasladado al Ejecutivo una batería de medidas para ayudar a ganar tamaño a las pymes españolas. Estas medidas giran en torno a tres ejes: la simplificación administrativa, la mejora del acceso a la financiación y desarrollar incentivos para la inversión productiva a largo plazo.
“Será necesario apoyar a las pymes para que aprovechen las oportunidades de la Industria 4.0”, recalca José Portilla, director general de Sernauto, que destaca los aspectos positivos con los que ya cuenta el sector. “Si algo caracteriza a los proveedores españoles es su valentía, capacidad de adaptación y flexibilidad para adaptarse a entornos culturales diversos”.
Por su parte, Pascual Dedios-Pleite propone mirar hacia Alemania, país líder y referente en el sector industrial. La estrategia germana en su mittlestand (pequeñas y medianas empresas) se basa en la especialización: potenciar el crecimiento de las compañías hasta los 200 empleados y poner foco en determinadas tecnologías. “El objetivo es convertirlas en campeonas mundiales de su producción, y en mi opinión es el modelo que deberíamos seguir”, afirma.
Pese a ser conscientes de la magnitud del desafío, el mensaje del sector es optimista. “Las pymes se encuentran ante un reto, pero sobre todo ante una oportunidad para ganar eficiencia, generar factores competitivos y abrirse a nuevos mercados”, asegura Miguel Ángel Castelló.
Sin las personas no hay revolución
Sin duda, el sector está decidido a revolucionar la industria española, pero es consciente de que no puede hacerlo solo. La Cuarta Revolución Industrial afecta a toda la sociedad, y no se podrá hablar de triunfo sin haber vencido la reticencia cultural que acompaña a este tipo de cambios.
“La Cuarta Revolución Industrial es un cambio cultural, la clave está en las personas. Hay que evitar que el miedo al cambio, a lo nuevo, sea un freno en este proceso”, afirma Antonio Moreno, que pone de ejemplo la frase lanzada por Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial: “La Cuarta Revolución Industrial cambiará no solo lo que hacemos sino lo que somos”.
El sector reconoce que el 4.0 requerirá de nuevos perfiles y modificará la estructura laboral, pero recuerda la capacidad de generación de empleo de la industria. “La industria es garantía de desarrollo económico sostenible a largo plazo, y no hay que olvidar que el sector genera empleo estable y de calidad”, sostiene el presidente de Alstom.
Para vencer las reticencias, la formación debe ocupar un papel protagonista, y en una doble vertiente. Desde la población joven, que debe tener a su disposición los estudios que otorguen las capacidades y habilidades necesarias en la Industria 4.0, a los trabajadores, que verán modificados sus roles y funciones en las empresas.
Un cambio de rol para el que es fundamental la actitud. “Ni un millennial ni un senior tienen mejor perfil digital: hay que hablar de actitud digital, donde entran todos. Lo importante es cómo te enfrentas al reto: me he encontrado a millennials que han tirado la toalla y seniors que se han dejado la piel ante la digitalización”, relata Pascual Dedios-Pleite.
Y es que si algo caracteriza a la revolución en la que estamos inmersos es la velocidad. Esta es su principal diferencia respecto a las demás, más allá de la disrupción de nuevas tecnologías. Sumarse a esta revolución es responsabilidad de todos los agentes de la sociedad, ya que en 15 años el tren 4.0 habrá pasado.
El tiempo es el protagonista de esta revolución industrial y, como consecuencia, las empresas deben reducir su tiempo de reacción al mínimo si no quieren quedarse atrás. Estar al día de las nuevas tecnologías para una gran multinacional es complejo, y no depende únicamente de incrementar la inversión en I+D+i. Las start-ups, más flexibles y centradas en la disrupción tecnológica, emergen como los mejores aliados.
Es el caso de Siemens, que en la última década ha invertido aproximadamente 10.000 millones de euros en incorporar conocimiento a la compañía y cada año invierte más de 5.000 millones en I+D+i. “Aunque realices inversiones elevadas es imposible estar en todos los rincones del mundo”, reconoce Pascual Dedios-Pleite, para quien la colaboración con start-ups es indispensable.
“La interconexión entre start-ups y empresas puede ser una potente herramienta económica para crear innovación”, afirma por su parte José Portilla, director general de Sernauto. El sector de automoción, que se enfrenta a numerosos retos a corto plazo con la incorporación del coche eléctrico y autónomo, es uno de los más afectados por la disrupción tecnológica.
Deja un comentario