La semana pasada asistí a un foro sobre regulación financiera denominado EUROFI. Para los que no lo conozcan, se trata de una organización privada, en la que participan y colaboran relevantes instituciones financieras (KPMG también es uno de sus patrocinadores) y que organiza dos encuentros anuales que preceden a las reuniones del ECOFIN por lo que su ubicación coincide con la de la presidencia de turno. En este caso, la reunión se celebró en Viena (Austria).
El fundador de EUROFI fue Jacques de Larosière, una de las personalidades más relevantes de la historia reciente del sector financiero global. Gobernador del Banco de Francia, Director Gerente del Fondo Monetario Internacional y Presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo. Aunque ya ha abandonado la primera línea de la organización (sustituido por David Wright), mantiene una estrecha vinculación con EUROFI y suele intervenir en alguno de sus paneles o como ponente.
En el ámbito de esa vinculación, los asistentes al EUROFI pudimos recibir un ejemplar de la reciente obra de Jacques De Larosière titulada “50 years of financial crises”. Animado por haber obtenido una cariñosa dedicatoria personal del autor, lo cierto es que me lancé vorazmente a su lectura que, aprovechando un viaje a Londres, terminé ayer.
El libro no ha sido para nada una decepción, todo lo contrario, y recomiendo su lectura si bien por razones distintas a las que cabrían esperar del título de la obra.
Para mí el libro es, en realidad, una autobiografía profesional (con algunas notas personales relevantes que ayudan a comprender al personaje) que narra la extensa carrera de alguien que ha sumado posiciones internacionales muy relevantes pero su mayor interés, en mi opinión, es lo que traduce respecto del modo en que Francia (al igual que Italia) forja, a través de los años, los perfiles que, al cabo del tiempo, habrán de representarla en relevantes posiciones internacionales (el propio De Larosière, Trichet, Barnier o Christine Lagarde, por poner los ejemplos más conocidos y próximos al sector financiero). No me cabe duda de que tenemos mucho que aprender de ellos y su permanente sentido de Estado con independencia de las posiciones políticas partidistas.
El tratamiento de las crisis resulta, en mi opinión, menos novedoso. De hecho, parte del interés queda condicionado por el hecho de que el protagonismo del autor fue sustancialmente mayor en crisis anteriores que en la última gran crisis que hemos sufrido.
Particularmente relevante me parece el comentario, que ya había leído e incorporado a mi libro sobre regulación y supervisión bancaria, sobre los riesgos de una política monetaria común en la Eurozona cuando no existe una mínima convergencia fiscal y económica. De hecho, este tema, junto con los desequilibrios que persisten en la Eurozona entre los países que acumulan sistemáticamente fuertes superávits en su balanza por cuenta corriente (por ejemplo y sobre todo Alemania) y los países restantes, arrastrados, por su menor peso, a una política monetaria que podría no ser la que más les convendría en determinados momentos, centró su intervención en el último EUROFI.
En fin, una lectura recomendable.
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