El horizonte de 2030 se acerca. Un año en el que España deberá contar con al menos el 32% de cuota de energías renovables para cumplir con los objetivos marcados por la Unión Europea en el marco de clima y energía. En España, las renovables supusieron en el año 2016 el 17,3% de la producción energética, según Eurostat.
El Ejecutivo, de la mano de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, se ha mostrado decidido a alcanzar una economía baja en carbono, y considera los actuales objetivos como una referencia, no un límite. Una meta para la que las energías renovables se muestran preparadas. Como explica Alberto Martín, socio responsable de Energía y Recursos Naturales de KPMG en España, “gracias a la evolución tecnológica de los últimos años ya no dependen en su totalidad de la regulación, y han conseguido ser competitivas a precios de mercado”.
Pese a que su mayor competitividad ha facilitado su integración en los sistemas eléctricos, España debe hacer frente a importantes retos para alcanzar el objetivo de que las renovables sean la pieza clave del sector energético:
En España la regulación ha pasado de las tarifas reguladas al sistema de subasta, por el que el Ejecutivo marca un objetivo de volumen de penetración de renovable y acude al mercado en busca de la oferta que requiera una menor subvención. Pero la evolución de la tecnología en las renovables ha llevado a que esta petición de subvención tienda hacia cero.
“La principal consecuencia de esta tendencia para el sector renovable español es que queda sujeto al precio del mercado, lo que implica un cambio sustancial. Si antes las compañías del sector solo tenían que ‘preocuparse’ de la instalación, ahora el precio de venta de la energía es un factor muy relevante. Las renovables requieren de financiación, pero cuentan con el inconveniente al acudir a las entidades de desconocer a qué precio venderán su energía”, sostiene Alberto Martín.
La solución a esta incógnita puede venir de la mano de los denominados PPA (Power Purchase Agreement, por sus siglas en inglés). “Son contratos de venta de energía a largo plazo entre generadores renovables y grandes consumidores o comercializadores, que cuentan con un gran éxito en Estados Unidos y están aterrizando gradualmente en Europa”, explica el socio responsable de Energía y Recursos Naturales de KPMG en España. Una opción que cuenta con la estabilidad de la financiación como principal ventaja, sin que sean necesarias nuevas políticas de subvenciones.
Un reto importante intrínseco al sistema energético español son las escasas interconexiones, lo que dificulta la importación y exportación de energía. Un aspecto que, en el ámbito que nos ocupa, tiene como consecuencia que en los momentos en los que se produzcan picos de producción –por ejemplo, en las horas de máximo sol y viento- la energía sobrante no se pueda exportar. Como indica Alberto Martín, “la falta de posibilidades de almacenar o exportar esa energía supone que la solución pase por paralizar la producción para evitar un colapso”.
Lo mismo sucede en los momentos de alta demanda, que las renovables pueden no llegar a cubrir. “Pongamos por ejemplo una noche calurosa sin viento del mes de julio: no tendríamos suficiente la producción de energía renovable para cubrir el total de la demanda de la población española, por muchas inversiones en renovables que se hubieran hecho. Adicionalmente al objetivo marcado por el Ejecutivo sea un peso del 30% de renovables en el mix energético, es necesario adecuar también la capacidad de respaldo a la cobertura de la punta de demanda”, explica Alberto Martín.
La solución a estos problemas de gestión de excesos y defectos de producción intrínsecos a las renovables barrera puede venir de la mano de la tecnología, con el desarrollo de baterías que puedan almacenar el exceso de energía a un precio asequible. Sin embargo, su coste es aún muy elevado y no se prevé que puedan constituir una opción viable económicamente a gran escala antes de 2030.
“La existencia de estos picos de demanda que no pueden ser cubiertos en su totalidad con energía renovable implica la necesidad de respaldo por otro tipo de energía. Dado el objetivo de reducir las emisiones de CO2, los ciclos combinados de gas emergen como la opción más plausible. Sin embargo, se debe tener en cuenta que la construcción de estas centrales necesitaría de incentivos, ya que al funcionar presumiblemente pocas horas al año, no es una opción rentable a precio de mercado”, subraya Alberto Martín.
Deja un comentario