En las últimas semanas y con motivo del día internacional de las personas con discapacidad que se celebró el pasado 3 de diciembre he tenido la oportunidad de participar en varios encuentros acerca de la inclusión laboral de las personas con discapacidad y de reflexionar más sobre este tema.
No se trata de hacerlo porque tengamos que cumplir con la ley (o no solo, porque de hecho tenemos que cumplirla y es siempre un punto de partida para las organizaciones) sino porque las capacidades, los valores, las fortalezas y las actitudes que aportan las personas con discapacidad al entorno laboral hacen crecer al negocio y a los demás empleados. Contribuyen más allá de su conocimiento técnico o su experiencia profesional y eso aporta un valor añadido.
La experiencia nos dice que, en general, los equipos en los que hay personas con discapacidad están más comprometidos, tienen un mejor ambiente de trabajo y trabajan mejor como equipo y todo esto tiene un impacto positivo en su rendimiento.
Las capacidades, los valores, las fortalezas y las actitudes que aportan las personas con discapacidad al entorno laboral hacen crecer al negocio y a los demás empleados.
En el trabajo (como en la vida) tendemos a quejarnos… de casi todo; del salario (o de porqué otro gana más que yo), del compañero de al lado, del jefe, de la falta de luz o incluso del exceso de luz, de la silla, del café de la maquina… de casi cualquier cosa. No damos valor a lo que tenemos simplemente porque lo damos por hecho. Y perdemos la perspectiva de que, en realidad, somos privilegiados.
Cuando tienes al lado una persona con discapacidad, que lucha cada día con muchas más dificultades que tú, empiezas a darte cuenta de qué es importante y qué no. En mi experiencia, y desde hace mucho tiempo he tenido personas con discapacidad en mis equipos, las personas con discapacidad (del tipo que sea) están más comprometidas, se centran en lo verdaderamente importante, tienen una mayor capacidad para ser resilientes, no buscan tantas excusas y conocen muy bien la importancia del esfuerzo.
Por su parte las organizaciones tienen que ser capaces de proporcionar las adaptaciones necesarias para que el trabajo se desarrolle en condiciones de equidad para las personas con discapacidad. Cuando una compañía es capaz de adaptarse no solo está favoreciendo la inclusión sino que está lanzando un mensaje a toda la organización relativo su compromiso con las personas.
La discapacidad es algo que puede aparecer en cualquier momento de la vida, de forma sobrevenida, y saber que si te sucede a ti tu compañía también va a apoyarte genera un mayor compromiso.
Compartir conversaciones y experiencias con distintas entidades que trabajan de primera mano en el entorno de la discapacidad y con las propias personas con discapacidad te ayuda a entender mejor el contexto y el entorno y cómo afrontar determinadas situaciones.
En una de las mesas de debate a la que tuve oportunidad de asistir, Doriana Bagnoli de Fundación Prevent hacía referencia a los distintos niveles que van alcanzando las organizaciones en esta materia, desde el cumplimiento, pasando por el compromiso hasta llegar al activismo. En la fase de cumplimiento lo hacemos porque tenemos que hacerlo por ley, en la de compromiso lo hacemos porque estamos comprometidos con la integración y convencidos de que es un valor, y en la de activismo, impulsamos la integración abordando situaciones complejas, discapacidades intelectuales y derivadas de enfermedad mental además de las físicas y sensoriales, con proyectos más arriesgados y que verdaderamente suponen una transformación.
Pero esto no es solo una decisión empresarial o una estrategia que define la dirección; esto es como cada uno desde su posición, su situación y su capacidad pone su granito de arena para promover el cambio, y por pequeña que sea una acción, todo suma. Y ahí radica la capacidad y la responsabilidad que todos tenemos de transformar y de impulsar que las cosas sucedan.
En mi opinión ese activismo surge de una combinación de experiencias vividas, conciencia social y ganas de cambiar las cosas. Y no todo el mundo tiene de partida esa conciencia social pero exponerse a determinadas experiencias es una buena forma de empezar a adquirirla. Pondré un ejemplo aun sabiendo que los trastornos del espectro autista pueden considerarse o no una discapacidad, pero en todo caso son personas con capacidades diferentes y ahí está la riqueza de la diversidad.
Derivado de un proyecto de voluntariado entrevisté a una persona con síndrome de Asperger. Me resultó difícil porque no conocía mucho sobre los trastornos del espectro autista y eso me movió a visitar la Asociación Asperger Madrid donde me explicaron muchas cosas, me mostraron como trabajan y me contaron todo el talento con el que contaban, ayudando a personas con esta situación a integrarse en el mundo laboral. Eso me llevo a participar en The Good Talent, un evento promovido por esta asociación que pone en contacto empresas y talento TEA. Allí tuve la oportunidad de ver a los candidatos exponer sus proyectos y hablar con cada uno de ellos en un entorno informal sobre sus inquietudes y sus trayectorias profesionales. Fue tremendamente enriquecedor y también retador porque te enfrentas a una situación diferente y nueva donde en realidad no sabes cómo comportarte y donde tú eres la persona diferente. Pero te das cuenta de que todos los candidatos que estaban allí sencillamente eran ellos mismos, sin más, mostrándose tal cual son. Y tú solo tienes que hacer lo mismo.
Cuando vives las experiencias en primera persona te comprometes mucho más, lo tomas como una reto personal haciendo todo lo que esté en tu mano por impulsarlo y es cuando te conviertes en “activista” (en el mejor sentido del término). Y consigas o no el resultado final, que dependerá de muchos mas factores, algunos que no puedes controlar, si te implicas y si te esfuerzas conseguirás avances que sumados con otros irán produciendo ese cambio.
Exponte, infórmate, trata con las personas con discapacidad, involúcrate, presta tu ayuda; desde el lugar que sea (como profesional, como voluntario, como compañero de trabajo, como familiar…) porque todas las acciones suman y entre todos podemos hacer de la inclusión una realidad.
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