La globalización, desde una perspectiva económica, ha supuesto la eliminación de muchas de las barreras existentes entre los diferentes países del mundo, que ha llevado a la creación de mercados interregionales y, en último término, un único mercado global, que conecta a consumidores y empresas de todo el planeta.
Este fenómeno constituye un reto importante para las empresas españolas, ya que la reducción de las fronteras económicas ha supuesto la aparición de nuevos competidores y exige una mentalidad global, pero a su vez ha abierto todo un mundo de oportunidades de crecimiento internacional; algunas de las compañías más importantes de nuestro país obtienen ya la mayor parte de sus beneficios fuera de España; y durante la crisis económica iniciada en 2008 muchas empresas, en especial en los sectores de la construcción y la ingeniería, vieron en este mercado global la oportunidad para crecer (o incluso para sobrevivir).
En este proceso de integración internacional cobra especial importancia la movilidad del capital humano; muchas compañías necesitan desplazar a sus empleados para abrir nuevos mercados, desarrollar y ejecutar proyectos, homogeneizar procesos, realizar tareas de supervisión, recibir formación… en definitiva, la globalización de la empresa trae consigo el crecimiento de los desplazamientos internacionales.
Esta creciente movilidad plantea una serie de retos, ya que la reducción de las fronteras económicas (e incluso físicas) no siempre va acompañada de una reducción en las barreras administrativas; la normativa de los distintos países establece una serie de obligaciones migratorias, fiscales, laborales y de Seguridad Social con las que hay que cumplir.
Ni siquiera los llamados business travelers se libran de estas obligaciones, ya que cada vez son más las administraciones que ponen el foco en esta tipología de viajeros y en sus obligaciones.
El incumplimiento de estas obligaciones plantea a las compañías todo tipo de riesgos; desde sanciones y litigios con las autoridades locales hasta la pérdida de negocio en el país, sin olvidar el cada vez más importante riesgo reputacional.
Además de las obligaciones administrativas y sus riesgos, las compañías deben prestar especial atención a la ordenación de su movilidad internacional a través de políticas claras e integradas en las normas internas de gestión de los recursos humanos, así como al control de costes.
La organización y monitorización de los procesos de movilidad resulta fundamental para garantizar el éxito de los mismos, y en este contexto, la tecnología juega un papel decisivo en el control de los desplazamientos internacionales y el cumplimiento de sus obligaciones a todos los niveles.
En definitiva una gestión inadecuada de todos los temas que rodean a la movilidad internacional de personal, puede poner en serios aprietos el éxito del proceso de internalización, y por ello es fundamental establecer procesos de control, que nos ayuden a minimizar los riesgos desde cualquier perspectiva.
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