En el marco de los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, el transporte juega un papel crucial. Según datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), el transporte es responsable del 25% de las emisiones a nivel global, y en España se incrementaron un 2,6% en 2017. Por el momento, el mayor reto continúa siendo desligar el crecimiento económico con el aumento de emisiones, que están muy relacionadas con el transporte de mercancías, especialmente por carretera.
Para 2050, la UE ha marcado como objetivo reducir en un 60% las emisiones procedentes del transporte respecto a los niveles de 1990. Especial relevancia tiene el transporte por carretera, ya que la mayoría de vehículos europeos –hasta un 70% en 2014 según la AEMA- utiliza el combustible diésel.
En este punto, el protagonismo recae en el regulador: el pasado octubre el Parlamento Europeo aprobó elevar los requisitos de reducción de emisiones para los coches nuevos y furgonetas, en un texto que también obliga a las compañías a garantizar la inclusión en su flota de vehículos no contaminantes.
Queda por conocer cómo afronta este reto España, que ya ha anunciado su intención de eliminar el diésel del parque automovilístico y ante el que algunas ciudades ya están planteando restricciones a su circulación. Sin embargo, según señala Alberto Martín, “la descarbonización del transporte debe abordarse con rigor, primando en un principio las tecnologías eficientes disponibles a corto plazo, como los nuevos motores de bajas emisiones, y adoptando la movilidad eléctrica a medida que vaya alcanzando su madurez tecnológica y económica”.