La población mundial crece, pero lo hace especialmente en las ciudades. Naciones Unidas prevé que para 2050 el 68% de la población mundial vivirá en núcleos urbanos, una cifra que en Europa asciende al 78%. Un incremento que, unido a cuestiones como los movimientos migratorios y las propias características demográficas de cada población, hace que las ciudades se enfrentan a un punto de inflexión.
Las ciudades deben idear una estrategia, una visión de cómo quieren ser en el futuro y qué medidas deben abordar a corto plazo para alcanzarla. No en vano, el magnetismo de una ciudad puede atraer a nuevos residentes, visitantes e inversores vitales para su propio desarrollo y el de todos sus ciudadanos. Y la falta del mismo puede repelerlos. Es precisamente el magnetismo de las ciudades el que determinará su futuro: las ciudades del futuro dibujadas en el imaginario colectivo no se corresponden con la realidad. La clave no pasa por la tecnología o la convivencia con coches voladores o robots, sino por poner en el centro de las ciudades a los ciudadanos. El futuro no habla de máquinas sino de personas.
Además de esto, se debe tener en cuenta que los retos que encaran los núcleos urbanos del siglo XXI son, entre otros, demográficos, tecnológicos y sociales, con el foco puesto en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Los ciudadanos son el músculo de las ciudades, donde nada es permanente. Toda ciudad necesita un propósito y una visión de su identidad futura, y sus líderes, en colaboración con los diferentes actores sociales y empresariales son los encargados de crear esa visión. Como explica Cándido Pérez, socio responsable de Gobierno, Infraestructuras y Sanidad de KPMG en España, “un buen administrador de la ciudad puede permanecer en el puesto unos 10 años, pero tiene la capacidad de afectar las vidas de los residentes de la ciudad durante los próximos 50”.
Por ello, los ciudadanos deben estar siempre en el centro de las decisiones, más en un mundo interconectado en el que cada vez más los centros urbanos, al igual que sucede en las empresas, compiten por atraer y retener al mejor talento. “El reto no solo pasa por desarrollar una magnet city sino hacer que sea sostenible en el tiempo” afirma Cándido Pérez.
Pero, ¿qué convierte una ciudad en imán? ¿Qué elementos se deben tener en cuenta para desarrollar la visión que guiará la estrategia de una ciudad? El informe ‘The future of cities: creating a vision’ elaborado por KPMG desgrana algunas de las claves que deben tener en cuenta los administradores de las ciudades, basadas en el estudio de ciudades imán de todo el mundo.
La vitalidad, la ilusión y el compromiso que emana de jóvenes con formación y ambición, con capacidad de desarrollar nuevos negocios e ideas son el motor que hace que una ciudad se renueve y desarrolle. La instalación de una población joven en la ciudad, diversa y dinámica, con motivación para aprovechar las oportunidades existentes no solo ocupa puestos de trabajo existentes sino que ayuda a crear nuevos empleos, impulsando el crecimiento y la riqueza a largo plazo.
El perfil que deben buscar las ciudades imán es amplio, como pone de manifiesto el informe de KPMG. Talento con formación en distintos ámbitos – desde científicos a diseñadores, ingenieros o artistas, además de emprendedores-, con capacidad de desarrollar nuevos negocios y preocupados por la sostenibilidad y el medio ambiente. El espíritu creativo, innovador y con capacidad -y ganas- de colaborar en hacer de su ciudad un entorno mejor debe ser la máxima a la hora de desarrollar la visión de la ciudad.
Además, este perfil estará interesado en cuestiones como la tecnología, las actividades al aire libre, el ejercicio físico y los productos artesanales. A cambio, su talento irá enfocado en cuestiones como el desarrollo de aplicaciones, la biotecnología o productos de consumo innovadores, además del arte. “Para que el talento de los jóvenes se desarrolle, es necesario que la ciudad les haga sentir parte de ella. La inversión en infraestructuras debe ir enfocada en esta visión, sin descuidar al resto de población”, sostiene Cándido Pérez.
Igual que los residentes evolucionan, las ciudades deben hacerlo con ellos. Las que no lo hagan corren el peligro de perder ese magnetismo positivo que impulsó la llegada de nuevos ciudadanos, visitantes e inversores. Pero esta renovación es compleja. Como explica Stephen Beatty, Global Chairman KPMG Infrastructure y responsable de KPMG’s Cities Global Centre of Excellence, “las infraestructuras de muchas ciudades se están quedando obsoletas y precisan de una renovación, pero financiarla se está convirtiendo en un gran desafío”.
La renovación a la que deben hacer frente las ciudades incluye numerosos ámbitos: desde el propio estado del núcleo urbano y el parque de viviendas, hasta generar áreas de reunión, espacios públicos, parques y estructuras icónicas que ayuden a desarrollar una identidad propia. También es importante tener en cuenta la red de transporte, ya que como indica Cándido Pérez, “una buena red de transporte urbano no solo evita el aislamiento de las comunidades periféricas sino que permite que contribuyan a la propia vitalidad de la ciudad”.
Otro aspecto importante es la búsqueda de sostenibilidad, para lo que es indispensable definir en primer lugar qué es una ciudad sostenible. “La propia definición de sostenibilidad ha evolucionado con los años, y en la actualidad se incluyen aspectos como el bienestar, cohesión social, biodiversidad, además de los tradicionales conceptos medioambientales, sociales y económicos”, explica Cándido Pérez.
Una definición adecuada de la sostenibilidad que deben buscar las ciudades imán es la de “tratar de dar respuesta a las necesidades de la generación actual sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de responder a sus propias necesidades”, según el informe The future of citites: measuring sustainability elaborado por KPMG.
La identidad de una ciudad hace referencia a sus valores, intereses y los intereses y valores de sus propios habitantes. Berlín se relaciona con el concepto de modernidad, Manchester por su apuesta musical, Malmö por su visión sostenible. Un concepto que es relevante a la hora de definir qué talento se quiere atraer: el sentimiento de pertenencia de los ciudadanos es clave para el desarrollo de la ciudad a largo plazo.
“Los gestores de las ciudades no solo deben tener en cuenta las necesidades básicas de sus ciudadanos, sino que han de cubrir aspectos como el sentimiento de pertenencia y la oportunidad de autorrealización de sus ciudadanos”, afirma Cándido Pérez. La identidad de las ciudades puede tener diferentes formas de nacimiento: muchas de las ciudades más icónicas de la actualidad han resurgido de situaciones críticas como desastres naturales o el declive de su sector económico principal como en el caso de Bilbao y el rediseño de su antigua zona industrial.
En un mundo globalizado e interconectado, la importancia de la conexión entre las ciudades no debe subestimarse. Impulsa la llegada de turistas y futuros ciudadanos, facilita el desarrollo de empresas locales y, sobre todo, permite el abaratamiento de las exportaciones e importaciones.
“Un buen sistema de conexiones nacionales e internacionales permite a la ciudad disfrutar de una apertura para su economía, sociedad e inversiones que sin duda tendrá repercusiones positivas a largo plazo”, indica Cándido Pérez.
Si la ciudad es un imán para el talento, es importante animar al desarrollo de nuevas ideas. Según el informe ‘The future of cities: creating a vision’, uno de los mayores –y más efectivos- factores de desarrollo de una cultura e identidad es la existencia de una amplia vida educativa, con escuelas, universidades y centros formativos arraigados en la ciudad.
De esta forma, los residentes de la ciudad cultivarán su intelecto y desarrollarán habilidades que podrán desplegar en su beneficio y en el del lugar en el que viven. Además, los propios centros educativos atraerán más estudiantes. Otra opción es el desarrollo de iniciativas que involucren a toda la población de la ciudad. Es el caso de Pittsburg, donde además de contar con una universidad, especializada en informática y robótica, construyó un gran edificio comercial para las empresas que surgieron de la Carniege Mellon y para compañías tecnológicas como Google.
El magnetismo de una ciudad está ligado a su capacidad de financiación. El desarrollo de proyectos y renovación de infraestructuras implica cometer importantes inversiones. Por ello es importante fomentar la colaboración público privada y fomentar la atracción de inversores, con el objetivo de reducir la dependencia de las inversiones de la administración central.
En este sentido, Cándido Pérez recuerda la importancia de la transparencia, “una exigencia creciente por parte de los ciudadanos junto a la eficiencia y la eficacia”. “La población demanda un mayor control sobre la toma de decisiones que les afectan de manera directa, y el gobierno municipal puede facilitar una mayor implicación en el destino de las inversiones, lo que repercutirá positivamente en la identidad de la propia ciudad”.
Atraer a nuevos residentes, visitantes e inversores requiere la acción y el desempeño de un liderazgo fuerte. Los administradores de las ciudades deben tener como último objetivo convertir la ciudad en un faro, una ciudad imán que atraiga al mejor talento, por lo que no deben centrarse únicamente en objetivos a corto plazo.
En este sentido, para Cándido Pérez los líderes de las ciudades deben ser capaces de inspirar, comunicar, escuchar y delegar. “El trabajo del líder de una ciudad es capacitar a las personas para que realicen su trabajo mientras mantienen una visión general de todo el proyecto”.
Deja un comentario