Yo nací algún año después de que lo hiciera Actualidad Económica, en un momento en el que la economía española comenzaba a abrirse hacia el mundo y se prendía la mecha de su modernización hasta convertirnos en un actor destacado en los mercados internacionales. Ambos hemos crecido siendo testigos de esta enorme transformación.
Podemos sentirnos afortunados de haber vivido algunos fenómenos históricos que marcarán un punto de inflexión para la humanidad. Por mencionar algunos, destacaría la incorporación a la Unión Europea que, no exenta de desafíos, nos ha hecho más fuertes; el paso del mundo bipolar de la guerra fría al sistema internacional multipolar que tenemos en la actualidad, con un peso cada vez mayor de los países asiáticos; el proceso de internacionalización de las empresas españolas; el desarrollo de grandes infraestructuras; el avance de la informática e Internet o más recientemente el proceso de transformación digital de la mano de la cuarta revolución industrial, que sigue derribando barreras para responder de forma más eficaz, competitiva y sostenible a las necesidades y demandas del mercado y de las sociedades.
En estos 60 años, el sector de firmas de servicios profesionales también ha visto transformada su realidad, con el aumento de la legislación y un proceso de concentración que ha permitido desarrollar grandes firmas internacionales, capaces de dar respuesta a las necesidades de las empresas en un entorno económico cada vez más complejo, regulado y global.
Hoy nos encontramos en un nuevo proceso de transformación donde la tecnología es el denominador común. La adopción progresiva pero imparable por parte de las empresas de tecnologías como el Data & Analytics para mejorar la toma de decisiones; las plataformas cloud, para trabajar de forma mucho más eficiente; el blockchain o la inteligencia artificial, están dando lugar a nuevas formas de consumir, transportarnos, acceder a la información o de trabajar, configurando un mundo que hace 60 años habría resultado inverosímil.
La tecnología y la innovación son también los ejes de transformación de las firmas de servicios profesionales. En el caso de la auditoría, la digitalización nos está permitiendo aportar cada vez más valor y hacerlo de forma más rápida e integral gracias a nuevas herramientas y habilidades que poco tienen que ver con aquella figura del auditor que revisaba libros y papeles para validar procesos y transacciones. Tanto las herramientas como los perfiles profesionales que utilizamos son diferentes, más analíticos, tecnológicos y diversos en competencias y conocimientos, desde ingenieros hasta matemáticos o economistas. Los auditores están incorporando potentes herramientas de software y son capaces de convertirlas en sus aliadas para analizar al detalle los datos a su disposición y no solo identificar el riesgo o subrayar anomalías, sino ofrecer un análisis de valor añadido adicional tanto para los accionistas y grupos de interés como para las propias compañías.
En el caso de los servicios de abogados, de asesoramiento financiero o consultoría, la tecnología también está teniendo un papel crucial, siendo la base de los servicios con mayor potencial de crecimiento. El aprovechamiento de las capacidades tecnológicas, especialmente en cuanto al análisis de grandes volúmenes de datos, nos permite analizar miles de contratos y documentos en un tiempo récord, balanceando los trabajos de los profesionales hacia aquellos que aportan mayor valor a nuestros clientes, para predecir resultados con mayor precisión, reducir riesgos o identificar ventajas competitivas en una operación.
En el fondo, la tecnología nos está permitiendo ayudar mejor a las empresas a generar confianza, el mayor activo que poseen en este periodo de disrupción.
La presión para adaptarse con agilidad a un mundo que no cesa de renovarse comprensiblemente genera incertidumbre y ansiedad, pero si observamos con serenidad los cambios que se han producido en estos años tenemos que reconocer muchos éxitos. Sin duda, nuestro tejido empresarial ha sabido reinventarse sucesivamente, adaptándose a los cambios (tecnológicos, regulatorios, políticos o sociales) y en muchos casos alcanzando posiciones de liderazgo global. Hemos vivido etapas de gran crecimiento que han favorecido una mejora notable de nuestra calidad de vida, también crisis muy profundas que nos han hecho replantearnos nuestros estándares y, sin duda, hemos visto cambiar radicalmente las expectativas y las habilidades de las nuevas generaciones que liderarán la economía en las próximas décadas.
El desarrollo de las comunicaciones y la digitalización de los procesos hacen de este mundo un entorno cada vez más global, aunque en los últimos años estemos presenciando una vuelta al proteccionismo. Como señalaba el pasado mes de enero en Davos Klaus Schwab, fundador y presidente del Foro Económico Mundial, creo que en lugar de cerrar las economías con políticas proteccionistas y populistas, debemos forjar un nuevo pacto social que permita reducir la desigualdad y que favorezca que los países permanezcan abiertos al mundo en general.
A pesar de que los desafíos y retos son muchos y complejos, mi visión del futuro es optimista. En este momento histórico que vivimos, de cambios constantes, es un hecho que existen grandes oportunidades para impulsar la formación de nuestros jóvenes, la competitividad de las empresas e impulsar el desarrollo y progreso de nuestra sociedad.
Estamos evolucionando de un modelo económico donde la prioridad eran las ventas y los resultados a corto plazo, a un modelo donde la satisfacción del cliente y aportar valor a la sociedad son las prioridades de las empresas hoy en día. Las empresas buscan fidelizar al cliente aportándole una experiencia satisfactoria en todos los puntos de contacto, pero al mismo tiempo, apuestan por contribuir a generar valor a la sociedad en su conjunto, mejorando el medio ambiente, siendo éticamente responsables en sus conductas o contribución fiscal o poniendo mayor foco en la transparencia y el buen gobierno corporativo. Unos objetivos en los que también desde las firmas queremos contribuir a su consecución.
Estoy convencido de que el futuro será mejor siempre que la tecnología que empleemos y la transformación digital que estemos impulsando den prioridad a los valores y al fomento de una relación de confianza a largo plazo entre las empresas, los mercados y la sociedad.
Artículo originalmente publicado en Actualidad Económica en su Especial 60 aniversario.
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