El final del semestre trae consigo la presentación de resultados de mitad de año por parte de los bancos españoles.
Antes de comentar los resultados conocidos, creo que deben hacerse algunas consideraciones generales:
Ello permite concluir que, si bien es cierto que, como vienen afirmando los supervisores, la política de bajos tipos de interés ayuda al mantenimiento del crecimiento económico y la creación de empleo y, en esa línea, incrementa la demanda de crédito y contribuye a la reducción de la morosidad, no es menos cierto que el efecto de esa política sobre las carteras del crédito ya concedido y de repreciación más difícil (como las carteras de crédito hipotecario) es muy relevante, sin que pueda verse compensada por el hecho de que otras carteras (como el crédito al consumo o el crédito a las PYMES) pueda tener un efecto algo más positivo.
Si consideramos todas estas variables, los resultados publicados hasta el momento pueden considerarse como “esperados”, sin que hayan existido grandes sorpresas.
Los bancos siguen gestionando de forma eficaz un entorno tan difícil como el descrito y encuentran en negocios alternativos al bancario tradicional (fondos de inversión, seguros, etc…) fuentes de ingreso que mejoran en alguna medida sus cuentas de resultados.
La comparación entre unas entidades y otras es muy compleja. No cabe duda de que los bancos más diversificados encuentran alivio en la situación de tipos de interés y el superior crecimiento económico que encuentran en otras geografías, mientras que los bancos más domésticos se enfrentan sin matices a los efectos de la mencionada política de bajos tipos de interés. También es cierto que, el modelo de negocio de las distintas entidades, la existencia de actividades financieras relevantes en negocio no bancario (como el relacionado con la gestión de activos, la banca privada, la actividad aseguradora…) pueden aportar matices muy relevantes que explican en parte el éxito de algunas entidades.
En definitiva, se mantiene la misma situación que ya se observaba el año precedente sin que existan elementos que hagan pensar en cambios que vayan a producirse a medio plazo. Frente al año 2018 sí se observa algo más de realismo en las expectativas de los analistas y los mercados, lo que explica que la reacción de estos últimos tras la presentación de resultados haya sido mejor que la del año anterior.
La clave del futuro es si los bancos conseguirán monetizar los avances que vienen realizando en mejora de la eficiencia, transformación digital, optimización operativa y tratamiento de datos, por poner solamente algunos ejemplos. Aquellos que consigan enfrentarse con éxito a estos nuevos retos, así como a los nuevos competidores que ya tienen y a los que están por llegar, encararán el futuro con mayor optimismo, sin perjuicio de que no sea fácil para ninguno de ellos.
Esta tribuna fue originalmente publicada en Expansión el 27 de julio 2019.
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