Hoy arranca en Murcia el XXII Congreso Nacional de la Empresa Familiar, una de las citas anuales empresariales más importantes de nuestro país. El evento es la ocasión perfecta para poner en valor a las empresas familiares y subrayar el gran papel que juegan en el crecimiento y desarrollo socio-económico de sus respectivas regiones de origen. Porque, aunque muchas empresas familiares se hayan expandido para ganar en escala, internacionalizarse y diversificar, hay algo en las empresas familiares que hace que cuiden sus raíces para, de alguna manera, preservar su esencia.
Las comunidades que cuentan con empresas familiares fuertes y grandes, como es el caso de Murcia, son muy afortunadas porque encuentran en ellas referentes para la atracción y retención del talento. Sin duda, una de las características que diferencia a las empresas familiares es su vocación de crear y afianzar las comunidades locales, de hacer crecer el entorno y de crear empleos, especialmente para los más jóvenes empleos cada vez de mayor calidad y de mayor valor añadido. En ese sentido, no puedo estar más de acuerdo con quienes afirman que las empresas familiares son el futuro para esas comunidades que las vieron nacer.
Además del efecto tractor que ejerce la empresa familiar en su región de origen, hay otros rasgos que marcan el valor diferencial de este sólido colectivo empresarial. Hay múltiples estudios que han profundizado sobre estos rasgos identitarios, que se pueden inferir rápidamente escuchando la visión de sus propios gestores. Esos gestores a los que desde KPMG llevamos reconociendo tres ediciones dando voz con entrevistas en profundidad en una publicación que hemos llamado “Los que dejan huella”. Cuando señalan los valores que permitieron desarrollar sus proyectos, con frecuencia aparecen aquellos como tenacidad y perseverancia, austeridad, visión a largo plazo, una identidad muy marcada y reconocible y relaciones cercanas con la comunidad.
Precisamente, la clave del éxito de la empresa familiar pasa por preservar estos atributos diferenciales en un entorno cada vez más complicado. No es una tarea sencilla. Cada vez es más difícil tener visión a largo plazo en un mundo de cambio constante, producto de la irrupción de nuevas tecnologías y con mayores incertidumbres. Un mundo en el que la agilidad se ha convertido en la nueva moneda empresarial. Un entorno cada vez más digital, en el que las relaciones interpersonales son reemplazadas por algoritmos e inteligencia artificial.
En este contexto, la empresa familiar debe preservar su binomio, sin olvidar que una cosa es la familia y otra, la empresa. Y que es la primera, la familia, la que debe servir a la empresa y no al revés. Pero esa regla de oro es algo que muchas empresas familiares saben y aplican desde hace tiempo. De ahí que estos años atrás el sector haya protagonizado importantes avances en cuestiones de gobierno corporativo. Según el avance del VIII Barómetro de la Empresa Familiar elaborado por KPMG en 2019, el 31% de las empresas familiares cuenta ya con un consejo de administración propiamente dicho; otro 22% tiene reuniones familiares programadas que, sin llegar a ser un consejo de administración, define las líneas estratégicas; y un 13% dispone de códigos de conducta u otro tipo de instrumentos como constituciones familiares.
No me cabe duda de que el sector es consciente de la importancia que hoy en día tiene el buen gobierno y va a seguir profundizando sobre estas cuestiones en el futuro inmediato. En este sentido, quisiera llamar la atención sobre un hecho que resulta llamativo. Y es que, al menos desde el punto de vista de la sostenibilidad, el mundo camina hoy en la dirección de la empresa familiar. No me refiero a las medidas medioambientales, sino a los valores que propician el propósito de la empresa. Ese propósito que, durante años y sobre todo en las empresas cotizadas, se identificaba con la creación de valor para los accionistas.
Hoy eso ha sido superado por un propósito más amplio. Más social. Por una contribución real, efectiva y tangible al conjunto de la sociedad. Y es precisamente ahí donde siempre se ha movido, con más consciencia y solidez, la empresa familiar. Puede que en muchos casos, probablemente la mayoría, no tuvieran verbalizado su propósito, su misión en la sociedad. Pero de alguna manera lo tenían ya enraizado en sus pilares, en su esencia. Y ahora, a diferencia de otras empresas, no tienen que buscarlo, pues ya estaba allí para perdurar en el tiempo.
Tribuna publicada originalmente en La verdad de Murcia el 28 de octubre de 21019.
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