La semana pasada fuimos testigos de cuatro hitos que anticipan cómo va a ser la década que acabamos de empezar: el lanzamiento del Plan Europeo de inversiones sostenibles que viabilizará el nuevo pacto verde europeo; una nueva carta de Larry Fink, CEO de BlackRock, el principal gestor de activos del mundo; un nuevo informe de riesgos globales del World Economic Forum, preámbulo de lo que viviremos esta semana en Davos; y la apertura del plazo de consulta para la revisión de las recomendaciones del código de buen gobierno de las sociedades cotizadas de la CNMV.
La primera década del siglo XXI concluyó de forma prometedora anticipando un cambio de era. Tras la renovación a mediados de agosto de 2019 del propósito de la Business Roundtable -organización estadounidense que reúne a los CEO de casi 200 compañías referentes del país-con el compromiso de liderar para el beneficio de todos los stakeholders y no solo de los inversores, vimos un último trimestre del último año de la década repleto de declaraciones, acciones y compromisos en todos los sectores, mercados e instituciones.
Casi cada semana hemos podido contemplar avances en las conclusiones o propuestas regulatorias de los órganos de la Unión Europea sobre cuestiones ambientales o sociales. Europa ha agarrado con fuerza la bandera de la sostenibilidad y la muestra más evidente es la primera gran propuesta de la nueva presidenta del Consejo Europeo: el European Green Deal, que integra una hoja de ruta para avanzar hacia la neutralidad en carbono de Europa en el año 2050 y otras iniciativas para el logro del desarrollo y crecimiento sostenibles.
En el último trimestre hemos visto también cómo empiezan a materializarse las acciones propuestas a finales de 2018 por el Plan estratégico de finanzas sostenibles de la UE: el texto definitivo para la definición de una taxonomía para la financiación sostenible; la guía para la emisión de bonos verdes; la propuesta de un nuevo reglamento sobre los requerimientos de capital de las entidades financieras (CRRII); nuevos reglamentos sobre transparencia acerca de impactos ambientales de sus carteras para los gestores de activos e inversores institucionales; exclusiones en los objetivos de inversión del Banco Europeo de Inversiones (BEI); la propuesta del Banco Central Europeo para la inclusión de los impactos económicos asociados al cambio climático en los tests de estrés de las entidades financieras; y un sin fin de nuevas propuestas que orientarán los flujos de capital en Europa y, con ellos, el rumbo de las iniciativas económicas y los planes estratégicos corporativos.
Los informes del Panel de Expertos de Cambio Climático de la ONU (IPCC) sobre los efectos en los océanos y el suelo de una subida de temperatura de más de 1,5 grados centígrados o el informe de la Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES), que anticipa el peligro de extinción en un millón de especies, no solo recorrieron las mesas de los expertos y los científicos, sino también las redes sociales.
El último trimestre del año ha sido también el de una nueva reacción social contra el cambio climático y a favor de la recuperación de derechos y de la reducción de las desigualdades sociales. A los seguidores de Greta Thunberg, que han tomado las calles por el derecho de las nuevas generaciones a una vida saludable en este planeta, se han sumado revueltas contundentes contra las desigualdades en Iberoamérica o Asia, evidenciando el impacto de los riesgos sociales en la economía.
Y cerramos el año con una COP25 que para algunos resultó fallida por no llegar a un acuerdo sobre el mecanismo que debe regular el comercio de derechos de emisión de gases de efecto invernadero en el mundo (artículo 6 del acuerdo de Paris). Esta “patata caliente” queda ahora en manos de los organizadores de la COP26 en Glasgow. Lo que quedó claro en Madrid es que el momento de los discursos ha pasado ya y es tiempo para la acción, avanzando de la mano de la ciencia y de todos los actores implicados.
Y con esta atmósfera ha comenzado la nueva década, y los cuatro hitos que mencionaba al principio nos anuncian que a nueva era, nuevos desafíos:
Úrsula von der Leyen anunciaba el pasado martes el lanzamiento de un Plan Europeo de inversiones sostenibles, que movilizará 1,1 billones anuales en los próximos 10 años para impulsar el Pacto Verde Europeo (European Green Deal). Aunque la cifra parece elevada, no será suficiente, y se precisará la participación del sector privado.
Los presupuestos de la UE, el Mecanismo de transición justa, los fondos del Esquema de comercio de emisiones, el nuevo programa Invest-EU (que sustituye al llamado Plan Junker) y la cofinanciación de fondos estructurales serán los instrumentos que asegurarán la movilización de este monto en los diferentes sectores: residencial, terciario, transporte, energía o industria.
Larry Fink, CEO de BlackRock, ha vuelto a sorprender con su carta anual a los CEO de las empresas en las que el fondo invierte el dinero de sus clientes.
Tras las misivas de los últimos años, en las que Fink insistía sobre la importancia del propósito corporativo más allá del puramente financiero y alertaba sobre la importancia de adaptarse a los desafíos del futuro, con un elevado componente ambiental y social, este año ha ido más lejos, insistiendo en la relevancia del reporte no financiero (aumentar la transparencia para responder a las expectativas de las partes interesadas) y de la evaluación de los riesgos asociados al cambio climático (factor determinante en las perspectivas a largo plazo de las empresas).
En este sentido, no ha evitado mencionar sus estándares de referencia -SASB para el reporte no financiero y TCFD para la divulgación de impactos asociados al cambio climático-, y ha insistido en que la falta de gestión y reporte de los asuntos ambientales, sociales y de gobernanza en aquellas compañías en cuyo capital participan podría acarrear su voto negativo en la reelección de los consejeros.
Plantea además un nuevo escenario de financiación que llevará a una reasignación del capital hacia la inversión sostenible. En palabras del propio Larry Fink, “la transparencia será el medio para lograr un capitalismo más sostenible e inclusivo”.
Como cada año y como aperitivo del Foro Económico Mundial que se celebra en Davos del 21 al 24 de enero, el WEF presentó la semana pasada su informe sobre riesgos globales (Global Risk Report 2020) en el que, por primera vez en 15 años, los cinco riesgos más probables son medioambientales. Tres de los riesgos con mayor impacto también son ambientales, y a ellos se suman los efectos de las armas de destrucción masiva y la crisis del agua, que se categoriza como riesgo social a pesar de tener origen ambiental.
El fracaso en la mitigación y adaptación al cambio climático es el riesgo que tendrá un mayor impacto en la década que acabamos de estrenar y el segundo más probable. La pérdida de biodiversidad será el segundo riesgo con más impacto y el tercero más probable.
Y a propósito de Davos, también se estrena en esta edición un nuevo manifiesto sobre el propósito universal de las empresas en la Cuarta Revolución Industrial. En línea con los compromisos asumidos por la Business Roundtable, este manifiesto declara que “el propósito de las empresas es colaborar con todos sus stakeholders en la creación de valor compartido y sostenido”. Así mismo, afirma que “una empresa es algo más que una unidad económica generadora de riqueza. Atiende a las aspiraciones humanas y sociales en el marco del sistema social en su conjunto.”
Por último, y mirando nuestro territorio nacional, la CNMV ha abierto un plazo de revisión hasta el próximo 14 de febrero de la propuesta de modificación de algunas de las recomendaciones de su código de buen gobierno para las sociedades cotizadas.
En febrero de 2015 ya se incluyeron importantes recomendaciones sobre la responsabilidad de los órganos del consejo en materia de responsabilidad corporativa. En este caso, y atendiendo a las tendencias, la CNMV quiere transcender este término y llevar las recomendaciones al terreno de la sostenibilidad o de lo ESG (ambiental, social y de gobernanza).
Pero las nuevas recomendaciones no afectan solo a un cambio en el lenguaje, sino que avanzan en la relevancia de las cuestiones no financieras y en su impacto en el valor de las organizaciones. Por eso, cuestiones como el reporte, la gestión o los riesgos no financieros (que incluyen los reputacionales), no se abordan ya de forma aislada sino en las mismas recomendaciones en las que se habla de reporte, estrategia y gestión de riesgos financieros. Además, las nuevas recomendaciones incluyen matices más detallados sobre el perfil que han de tener los consejeros que se ocupen de esta materia en el consejo.
Algunas propuestas de modificaciones relevantes en materia ESG son las siguientes:
• Se refuerza la recomendación sobre la definición de un plan de comunicación no solo para el mercado sino para todos los grupos de interés, haciendo uso de los medios de comunicación u otros canales (recomendación 4).
• En materia de diversidad, se recomienda que el número de miembros del consejo del sexo menos representado sea al menos del 40%, aunque no se indica un año para lograrlo (recomendación 15), corrigiendo así el objetivo de tener al menos 30% de mujeres en el consejo en 2020 (recomendación 14).
• Se hace hincapié en la necesidad de tomar medidas cuando se identifiquen casos de corrupción, y no solo desde la gestión, control y sanciones sino también desde la comunicación (recomendación 22).
• Se recomienda que en la elección de los miembros de la comisión de auditoría se considere su conocimiento en materia de riesgos financieros y no financieros (recomendación 39).
• Se asigna a la comisión de auditoría la función de evaluar el proceso de elaboración de la información financiera y no financiera así como los sistemas de gestión y control de riesgos financieros y no financieros (incluyendo sociales, ambientales y reputacionales) (recomendación 42).
• Se recomienda que todos los consejeros que se ocupen de la sostenibilidad sean externos y al menos dos de ellos independientes (recomendación 53).
En definitiva, se anuncian buenos tiempos para la sostenibilidad y, con ello, para el progreso del mundo, de las empresas y de las sociedades. Atender a estos cambios de viento requerirá conocimiento, agilidad y experiencia en todos los agentes implicados. No solo estamos ante una nueva racionalidad empresarial, sino ante una nueva era del capitalismo.
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