Pocos hubieran anticipado hace unos meses que nos encontraríamos en la necesidad de confinar a toda Europa para atajar una crisis sanitaria masiva como la generada por el contagio tan veloz del COVID-19. Hoy, todos estamos poniendo los medios a nuestro alcance para proteger la salud y reducir las víctimas, prioridad número uno, y tratar de reducir el impacto en la actividad económica. Además, debemos agradecer y admirar profundamente a los que continúan dando lo mejor de sí cada día en hospitales y servicios básicos, entregados al bien común. No cabe duda de que este sentimiento de orgullo y gratitud nos acompañará siempre.
Ya en estos momentos iniciales de la crisis del coronavirus, tanto en España como a nivel global, podemos extraer varias lecciones. Una de ellas, quizás la más importante, es que como sociedad tenemos una capacidad inmensa de cerrar filas para proteger nuestro sistema y de colaborar para que nuestro país, así como el resto de los países afectados, salgan adelante. Este compromiso que estamos ejerciendo cada día es la mejor garantía de que conseguiremos superar esta compleja coyuntura. Por otro lado, es el momento en el que debemos actuar como una auténtica Unión Europea.
Por otro lado, con independencia de la duración y profundidad de la crisis a corto plazo, veremos, una vez pasada la fase más aguda, una revisión completa de las vulnerabilidades de las cadenas de valor y una diversificación de las fuentes de suministro. Esta distribución del riesgo, este aseguramiento, implicará unos mayores costes en la cadena de producción a cambio de garantizar su funcionamiento.
Como tercera lección la epidemia actual testará hasta dónde podemos llegar con el teletrabajo y otras formas de trabajo no presencial, además de reforzar los planes de contingencia de las empresas, para mantener al máximo su actividad en caso de que se repita una situación similar.
En las próximas semanas hemos de empezar a vislumbrar la duración de esta compleja situación de modo que, con el liderazgo del Gobierno y los responsables de las Administraciones autonómicas y locales, el compromiso y apoyo de los grupos de la oposición y con la participación e impulso de todo el tejido social español, encaremos la adopción de nuevas medidas que nos permitan, primero, resistir y defender nuestra sociedad y, también, enmendar deficiencias y construir un camino de futuro.
Ante este enorme desafío, las empresas no están solas. El Gobierno ya ha anunciado medidas regulatorias excepcionales y paquetes presupuestarios adicionales para apoyarlas y ha asegurado que, una vez se supere la pandemia, presentará unos Presupuestos de reconstrucción social y económica destinados a proteger el Estado de bienestar, el sistema público, la sociedad y la economía. Gobierno y oposición deberán seguir aunando fuerzas por el bien de todos. Asistiremos sin duda no solo a medidas excepcionales sino también desconocidas hasta ahora por su singularidad.
Así, por ejemplo, hay que elogiar las medidas relativas a la flexibilización de las condiciones para que las empresas se acojan a los ERTES, a cambio de mantener el empleo y la continuidad en la actividad productiva, y que buscan proteger a los trabajadores y familias que han sido más golpeados por esta crisis. En la misma línea se enmarca la moratoria en el pago de las hipotecas, sin duda razonable dada la emergencia social en la que están algunos ciudadanos que han perdido su empleo. Además, se ha adoptado un programa de avales públicos, que se completará con líneas de apoyo del ICO y de CESCE, para facilitar el acceso a la liquidez por parte de las empresas y en el que se espera una colaboración relevante de las entidades financieras de modo que el impacto conjunto de la iniciativa podría situarse por encima de los 200.000 millones de euros.
A lo anterior hay que añadir el mayor margen temporal que se ha dado a las empresas para reformular sus cuentas de 2019 (muchas de ellas en fase de finalización estos días) y que resulta fundamental para que puedan cumplir con la legislación mercantil en la materia y ganen tiempo para evaluar el impacto de esta crisis en sus cuentas del ejercicio pasado y del actual. A todo ello, hay que sumar el plan de compra del BCE, de 750.000 millones de euros, para asegurar a los Gobiernos la financiación de sus planes de estímulo, que sin duda ha influido a que la prima de riesgo de la deuda pública y privada española se haya reducido significativamente.
El impacto a corto plazo será mayor que en la Gran Recesión, pero es una crisis de naturaleza distinta: no hay sobreendeudamiento, ni desequilibrios macroeconómicos que corregir, por lo que su salida en principio debería ser más fácil. Es muy importante que no se destruya nuestro tejido productivo. Las empresas, especialmente las pymes, afrontan un momento excepcionalmente complicado, al margen de su tamaño y de los sectores más afectados: turismo, transporte, consumo, automoción, industria, banca o servicios a empresas. Hay que intentar que ninguna se quede atrás y que toda suspensión de la actividad tenga carácter temporal en aras de que cuando la economía española encare el lado derecho de la “V”, el de la salida de esta crisis, estén de nuevo a pleno rendimiento.
Una vez se haya superado la emergencia sanitaria será preciso un impulso fiscal, coordinado dentro del Eurogrupo, que garantice una rápida recuperación y disipe la incertidumbre.
Por último, no puedo dejar de poner en valor aquellas empresas que han dejado sus actividades habituales para pasar a fabricar geles desinfectantes de manos, batas para el personal sanitario o han cedido sus sedes para la instalación de centros sanitarios, entre otras muchas iniciativas…Es el momento de este tipo de gestos y no solo porque los consumidores e inversores los vayan a recordar, sino porque todos debemos sumar en la resolución de esta crisis.
Deja un comentario