La epidemia del coronavirus COVID‐19 es sin duda el mayor desafío al que se ha enfrentado la economía mundial desde la Gran Recesión. Su rápida expansión, las extraordinarias medidas necesarias para frenar su contagio y la incertidumbre que genera no tienen precedentes en la historia reciente. Habría que remontarse a épocas previas a la Segunda Guerra Mundial para encontrar un problema de salud que creara una disrupción de los flujos económicos como los que estamos observando en la actualidad.
La imposición de medidas sanitarias restrictivas sobre la libre circulación de bienes y personas ha causado un cierre parcial de la producción debido a la menor disponibilidad de factores de producción, así como una fuerte caída en la demanda y en los hábitos de consumo. El gasto medio en los principales sectores de la economía española (Restauración, Alojamiento, Moda, etc.) ha descendido un 60% desde que se decretó el Estado de Alarma el pasado 14 de Marzo.
En este contexto, todos los sectores de la economía han sufrido cambios estructurales (gran parte de ellos han llegado para quedarse) a los que han debido o deben adaptarse, destacando por encima de todos la consolidación del canal online y los pagos electrónicos en detrimento del uso del efectivo. El miedo a que la interacción con billetes y monedas sea un foco de transmisión de la enfermedad ha provocado que algunos establecimientos y administraciones los prohíban (organizaciones como la OCU lo recomiendan). Grandes cadenas de supermercados como Mercadona solicitan a sus clientes el pago con tarjeta para reducir el contacto físico entre cliente y empleado. Tipsa prioriza el uso de Bizum en sus envíos contrarrembolso. La Comunidad de Madrid ha prohibido el pago en efectivo en sus líneas de autobuses. Además, las principales entidades financieras han aumentado el límite de pago “contacless” de 20 a 50 euros para evitar el contacto al introducir el PIN en el TPV.
La pandemia no está haciendo más que acelerar la tendencia de España en los últimos años: la perdida progresiva de importancia del efectivo con respecto a medios de pago alternativos. Muestra de ello es la caída del 8% en números de operaciones de retirada de efectivo en cajeros entre 2009 y 2019, la evolución positiva de TPVs con un aumento de un 22% en el mismo periodo o la reducción del parque de cajeros automáticos en todo el territorio con un 16%.
La pandemia no está haciendo más que acelerar la perdida progresiva de importancia del efectivo con respecto a medios de pago alternativos
Parece claro que la banca tradicional debe apostar más que nunca por los canales digitales, y en este sentido las fintech están teniendo un rol muy importante: están viendo como su modelo de negocio basado en interacciones y pagos digitales están en alza y subiendo la demanda. Según los últimos datos públicos compartidos, sólo entre Revolut, N26, Bnext, 2gether y Bnc10, captaron el año pasado 712.000 nuevos clientes en España. Se trata de un incremento del 133% con respecto al cierre de 2018. A día de hoy cuentan con casi un millón y medio de clientes en España, liderado por Revolut con 500.000, seguido por Bnext y N26 con 350.000.
Estar cerca de los clientes, aunque sea digitalmente, se hace más necesario que nunca dada la situación actual por salud y conveniencia. Así mismo, conforme avanzamos en la lucha contra la pandemia queda patente la importancia de los canales digitales para comunicarnos, informarnos o comprar, pero una vez que esto acabe, la mayoría de empresas y personas habrán visto las ventajas del mundo digital en términos de garantía sanitaria, eficiencia y sostenibilidad. El COVID-19 está siendo y será un catalizador de los pagos electrónicos, un mecanismo de adaptación a los cambios de hábito de los consumidores que ha llegado para quedarse.
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