Hace poco más de un mes, la agenda de desarrollo y crecimiento de gran parte del mundo y, por tanto, de sus tejidos productivos estaba teñida de verde. La crisis climática y sus científicamente previsibles consecuencias movía a ritmo de rock’n roll a inversores, gobiernos, reguladores y corporaciones de todos los sectores. El Bank for International Settlements (BIS) hablaba entonces (qué lejos parece estar febrero) del cisne verde, como el fenómeno que traería la nueva crisis financiera. Los recortes en la producción, las alzas repentinas de precios o la destrucción física de centros productivos por las consecuencias adversas del cambio climático, pueden provocar un efecto cascada en la economía y, por consiguiente, una crisis financiera. Si a esto se suman los cambios regulatorios o el temor de los inversores, la crisis está asegurada pues, como está demostrado, no hay nada más miedoso que el dinero.
Y en esas estábamos cuando otro cisne irrumpió en la pista de baile. Un cisne negro (muy negro) esta vez, por la que más de ciento treinta mil personas en todo el mundo han perdido la vida, que ha afectado la salud de más de dos millones y que se ha llevado por delante planes, objetivos e inversiones de compañías y organizaciones de todos los tamaños y casi todos los sectores.
Así las cosas, el Fondo Monetario Internacional habla ya de the Great Lockdown, el Gran Confinamiento, en una clara alusión a la Gran Depresión de los años treinta, por su elevado impacto. Se espera una contracción de la economía mundial del 3% en 2020, que en Europa y Norteamérica llegará al menos al 6%, y en España al 8%.
Podría parecer entonces que todas las iniciativas sostenibles han perdido vigencia y que la quimera europea de liderar el crecimiento verde debiera quedar aparcada hasta nuevo aviso, cuando soplen vientos mejores. Pero ¿es ciertamente así? A la luz de los acontecimientos, de las decisiones que se están tomando y de las declaraciones de diferentes organizaciones, no parece que la dinámica de transformación sostenible se vaya a detener. Perderá algo de velocidad, sin duda, pero la amenaza de un cisne verde no desaparece solo por el hecho de que otro cisne haya aparecido en el escenario. Y si no, echemos un vistazo rápido a algunas de las cosas que han pasado en estas últimas semanas, las del Gran Confinamiento:
El 12 de marzo iniciábamos #YoMeQuedoEnCasa con la presentación oficial al Stakeholder Group on Sustainable Finance de la taxonomía para la financiación sostenible y la Guía de bonos verdes de la Unión Europea. Lo que iba a ser para nosotros una reunión cara a cara en Bruselas con un grupo limitado de expertos, se convirtió en una sesión online enfocada en la utilidad de estos documentos tanto para financiadores como para financiados. La mitigación y adaptación al cambio climático, sin afectar el resto de los objetivos (biodiversidad, economía circular, recursos hídricos y marinos y contaminación), son las prioridades. El Reglamento asociado a la Taxonomía fue aprobado por el Consejo Europeo el pasado 15 de abril y, a la espera de que lo apruebe también el Parlamento Europeo, se establece el 2021 para los objetivos prioritarios y finales de 2022 para el resto de los objetivos.
El 25 de marzo se proponía en la Comisión Europea el Plan de acción en derechos humanos y democracia 2020-2024 con cinco líneas de acción: proteger y empoderar a las personas; construir sociedades resilientes, inclusivas y democráticas; promover un sistema global para los Derechos Humanos y la Democracia; aprovechar las oportunidades y abordar los desafíos que plantea el uso de nuevas tecnologías, y trabajar juntos.
La consulta pública abierta a finales de febrero sobre la modificación de la Directiva de información no financiera, que contempla incluir las recomendaciones de la Task Force on Climate-related Financial Desclosures (TCFD) para reportar los riesgos y oportunidades climáticas, o la Taxonomía para la financiación sostenible para reportar las actividades llamadas verdes, o la necesidad de hacer obligatoria la verificación por un tercero independiente para toda Europa (algo que ya incluye la Ley 11/2018 española), sigue abierta. El plazo se ha ampliado y ha pasado del 14 de mayo al 11 de junio de 2020.
El 5 de marzo, y con el lema Una unión de la igualdad, se hacía pública la estrategia para la igualdad de género 2020-2025. Datos, recursos y regulación se proponen sobre temas como la violencia o los estereotipos de género; las brechas de género en el mercado de trabajo y en la participación en la economía; igualdad en los puestos de mando en todos los puestos de la sociedad; integración de la perspectiva de género en las políticas de la UE; acciones de financiación para avanzar en la igualdad de género o el impulso del empoderamiento de las mujeres en todo el mundo. Ese día se abrió consulta pública para proponer medidas que favorezcan la transparencia salarial con el fin de facilitar la eliminación de brechas salariales. El plazo de respuesta ha cambiado y ha pasado del 1 de abril propuesto inicialmente al 28 de mayo.
También se ha extendido el plazo de participación en la consulta sobre la renovación de la estrategia de financiación sostenible de la UE, que pasa del 8 de abril al 15 de julio. Esta estrategia proporcionará una hoja de ruta con nuevas acciones para aumentar la inversión privada en proyectos y actividades sostenibles con el fin de apoyar las diferentes acciones establecidas en el Acuerdo Verde Europeo (European Green Deal) y para gestionar e integrar el clima y los riesgos ambientales en nuestro sistema financiero. La iniciativa también proporcionará marcos habilitadores adicionales para el Plan de Inversión del Green Deal.
Además, el 11 de marzo, a las puertas del confinamiento, se aprobaba el Plan de acción para la economía circular por una Europa más limpia y competitiva, que incluye medidas legislativas y no legislativas en cuestiones como el diseño de productos sostenibles; el empoderamiento de los consumidores y compradores públicos; la circularidad en los procesos de producción; las cadenas de valor de los productos; una política de residuos más rigurosa; o el mercado de materias primas secundarias.
Sin salir de Europa, una de las iniciativas más reseñables es la recién creada Alianza europea para la recuperación verde (European alliance for a Green Recovery), que recoge la intención de 180 líderes de diferentes ámbitos: ministros de 11 países (incluida España), 79 eurodiputados de 17 Estados miembros, 37 CEO, 28 asociaciones empresariales que representan a 10 sectores diferentes, confederación sindicale que representa a miembros de 90 organizaciones sindicales nacionales y 10 federaciones sindicales, 7 ONG y 6 think tanks. Todos ellos se han comprometido a trabajar juntos para crear, apoyar e implementar soluciones para preparar nuestras economías para el mundo del mañana. “La COVID-19 no hará que el cambio climático y la degradación de la naturaleza desaparezcan. La lucha contra esta crisis no se ganará sin una respuesta económica sólida. La alianza se compromete a participar en la lucha y la victoria de estas dos batallas simultáneamente, y al hacerlo, ser más fuertes juntos”.
La Asociación para la acción sobre la economía verde (Partnership for Action on Green Economy – PAGE) que reúne cinco agencias de Naciones Unidas también ha hecho una declaración y un llamamiento a la recuperación sostenible. “Las elecciones que hagamos ahora, darán forma al futuro. Tenemos una oportunidad colectiva de unirnos para un futuro más brillante y más sostenible. Las decisiones que los encargados de formular políticas, las empresas y los individuos elijan ahora determinarán si prosperamos y aceleramos un mundo más sostenible o no”.
El 27 de marzo, la iniciativa PRI (Principles for Responsable Investment), principal referente de inversión responsable en el mundo, publicaba sus recomendaciones sobre cómo deben responder los inversores responsables ante la crisis del coronavirus. “Los firmantes de los Principios para la Inversión Responsable pueden y deben responder, utilizando su influencia con empresas y gobiernos, y a través de sus decisiones de inversión. Deberían apoyar a empresas sostenibles durante esta crisis, en interés de la salud pública y el desempeño económico a largo plazo, incluso si eso limita los retornos a corto plazo”. Así, el texto recoge recomendaciones de acción inmediata como: comprometerse con las compañías que están fallando en su gestión de la crisis o en aquellos casos donde un daño mayor se oculta tras la crisis; apoyar públicamente las respuestas económicas idóneas; participar en las juntas generales de forma virtual para mantener la supervisión de sus participadas; ser receptivos a las solicitudes de apoyo financiero o mantener un enfoque a largo plazo en la toma de decisiones de inversión. “Cuando la emergencia de salud pública de COVID-19 comience a disminuir, el enfoque de recuperación debe estar alineado con otras prioridades clave: en particular, la emergencia climática y biodiversidad y el nivel de desigualdad”.
A comienzos de abril, la Asociación Internacional del Mercado de Capitales (ICMA), hizo un llamamiento para financiar la batalla contra el coronavirus a través de emisiones de bonos que podrán tener la categoría de bonos sociales o sostenibles, cada vez más atractivos para los inversores.
Los datos de las gestoras muestran cómo la deuda sostenible está aguantando la crisis mejor que el resto, por lo que la emisión de bonos verdes, sociales o sostenibles se presenta como una buena alternativa para los inversores que buscan un destino para su dinero en estos tiempos de crisis. Algunas de las últimas emisiones de bonos verdes han visto como la demanda ha superado en más de un 800% la oferta inicial.
En definitiva, vivimos momentos inciertos, es verdad. Nunca antes habíamos estado en una situación de amenaza global contra la vida de naturaleza similar y nunca antes habíamos experimentado algo parecido a este Gran Confinamiento, y mientras los gobiernos se preparan para el retorno paulatino a la actividad con el menor riesgo posible, hay muchas decisiones por tomar.
Con el impacto sin precedentes de una crisis sin precedentes podemos pretender volver a la “normalidad” abandonando lo elevado de los ideales que vislumbrábamos hace apenas un mes, cuando todos superaban la idea del capitalismo de los shareholders por el capitalismo de los stakeholders, y decidir bailar solo con el cisne negro. Pero tal vez esto sea curar la herida en falso y retroceder, pues los desafíos que teníamos volverán.
O podemos ampliar la mirada y plantear soluciones nuevas, que permitan la recuperación a través (y no a pesar) de la transformación sostenible, aprovechando los esfuerzos que muchos ya estaban haciendo para seguir avanzando en establecer modelos económicos más resilientes, reconstruyendo el corto plazo manteniendo la mirada en el largo plazo. Tendremos que aprender a bailar con más de un cisne, que parece que será lo que nos toque en las próximas décadas.
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