Hirohito, Emperador de Japón, anunció por radio la rendición de su país rendición el 15 de agosto de 1945, poniendo así fin a su participación en la Segunda Guerra Mundial. Este no fue el único mal trago por el que tuvo que pasar el Emperador, que el 1 de enero de 1946 fue obligado por el general estadounidense McArthur, como parte de un plan de rendición y democratización del país, a firmar la Ningen sengen o Declaración de Humanidad. De esta manera, Hiroito perdía la divinidad que le concedía la anterior carta magna y pasaba a convertirse en un simple mortal.
Un mal día lo tiene cualquiera.
Aquel gesto supuso el inicio de un proceso de modernización y vanguardia, que llevó a Japón a convertirse en la potencia mundial que hoy conocemos.
La pandemia que asola el mundo nos ha colocado en una situación semejante y nos ha hecho darnos cuenta, como a Hirohito, de que somos vulnerables. Pero también nos presenta la oportunidad de repensar nuestra sociedad. Ante la incertidumbre, están surgiendo y lo seguirán haciendo, multitud de iniciativas que presentan algunos factores en común, como son la solidaridad y colaboración. Solo de esta manera seremos capaces de recuperar la confianza.
Estas palabras no son nuevas, las hemos escuchado de manera insistente como medicina ante los momentos difíciles a los que nos hemos enfrentado, sin embargo, cada vez que se traducen en acciones concretas, nos posicionamos más cerca de darle la vuelta al marcador.
En Singapur, una serie de agencias gubernamentales han puesto en marcha una iniciativa consistente en la definición de unos protocolos que permitan mantener al máximo la actividad económica preservando en todo momento la seguridad de la ciudadanía. Para ellos, los distintos establecimientos que implementen estos protocolos pueden optar a obtener un sello que lucir en sus instalaciones si superan una revisión, que por cierto llevan a cabo nuestros colegas de la oficina de KPMG de Singapur. De esta manera, se vuelve evidente qué establecimientos han implantado de forma exitosa este protocolo y la sociedad en general puede mantener, aunque limitada, su actividad económica con la confianza de sentirse segura.
En el modelo español, mucho más descentralizado y complejo que el de una ciudad-estado, resulta necesaria la aparición de actores que ya eran importantes, por su peso económico en el entramado empresarial de nuestro país, y que adquirirán más relevancia si cabe, como un elemento de cohesión. Me refiero a las distintas asociaciones empresariales y patronales, fundamentales en un momento en el que toca pasar al ataque contra un virus que nos ha tenido confinados más de dos meses. Porque ha llegado el momento de salir, poco a poco y manera asimétrica, de recuperar la liberta y de asumir la responsabilidad asociada a ella. Nos toca ahora dar un paso adelante.
Empresa Familiar Castilla y León (EFCL) y la Asociación de la Empresa Familiar de Madrid (ADEFAM) han iniciado, junto con KPMG, un proyecto muy similar al de Singapur, con la aspiración clara de dar un paso adelante en esta tarea de recuperar cuanto antes la actividad económica de manera segura. El día 19 de mayo, los presidentes de ambas asociaciones presentaron en un evento online organizado por KPMG el diseño de un sello, junto con nuestro consejero delegado y el equipo de Risk & Regulatory, al que han denominado BSafe. Bajo este paraguas, ambas asociaciones han definido un protocolo de actuación que pretende ser un referente que permita a empresas de estas asociaciones, de todos los tamaños y sectores, operar de manera segura, transmitiendo a la vez un mensaje de unidad, confianza y fortaleza.
Con esta iniciativa, ambas asociaciones establecen un precedente de colaboración e impulso, sentando las bases del futuro más cercano y dando el más difícil de los pasos, el primero.
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