2020 siempre nos ha sonado como un año lejano y futurista, donde el mundo que conocíamos iba ser muy diferente a lo que teníamos en ese momento. No podemos decir que no haya sido así, y no sólo porque en nuestro vocabulario se hayan incluido nuevas definiciones como “nueva normalidad”.
Ni siquiera la COVID-19 le ha quitado protagonismo, es el año de la sostenibilidad y el medio ambiente. Desde Europa no hay pacto, estrategia o normativa que se publique, que no incluya la variable de la “sostenibilidad”. Dentro del marco del Green Deal en pocos meses han visto la luz documentos tan destacables como la Estrategia “Farm to Folk”, la Estrategia de Biodiversidad 2030, el nuevo Plan de Acción de Economía Circular y por último el Plan de Recuperación de la UE basado en una transición ecológica y digital.
Desde España, además de la tramitación del proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética, el pasado 2 de junio se publicaron tres elementos que muestran la apuesta clara por la economía circular y la recuperación económica del país: la aprobación de la Estrategia Española de Economía Circular 2030 y la materialización de parte de sus iniciativas en la tramitación del anteproyecto de Ley de Residuos y Suelos Contaminados y el Real Decreto que regula el control del traslado de residuos.
La Estrategia sienta las bases para superar la economía lineal e impulsar un nuevo modelo de producción y consumo. Para ello, marca 6 objetivos claros y medibles que, aunque no sean vinculantes, se recogerán en los diferentes desarrollos reglamentarios:
Por otro lado, se fijan unas líneas principales de actuación sobre los que se focalizarán todas las acciones:
Además, establece seis sectores prioritarios: Construcción; agroalimentario, pesquero y forestal; industrial; bienes de consumo; turismo y sector textil y confección. Esta estrategia se materializará en sucesivos planes de acción trienales.
Son muchos los retos que aborda la estrategia y la nueva regulación, afectando de manera desigual a los sectores identificados. A continuación, se destacan las principales implicaciones de acuerdo con su relevancia y lo específico del sector:
La construcción es uno de los sectores con más repercusión en España y de los más afectados en crisis pasadas. Este hecho, ha podido frenar su desarrollo hacia modelos más circulares basados en la eficiencia del consumo de materiales y la reducción de los residuos generados. Ahora todo ello se convierte en una oportunidad para dar respuesta a los nuevos modelos de desarrollo urbano, el uso eficiente de la energía y la infrautilización de los inmuebles.
El volumen de residuos de construcción y demolición es uno de sus principales retos. Para ello, las compañías deben continuar con la segregación de este residuo en sus diferentes fracciones, no solo para cumplir los objetivos definidos a partir de 2023 sino por los beneficios estratégicos que conllevan. Los proyectos de contratación pública solicitan este tipo de iniciativas (Plan de Contratación pública Ecológica). Por otro lado, se obtiene la posibilidad de reciclarlos y reutilizarlos reduciendo el consumo de materiales vírgenes o incluso se pueden comercializar en mercados de materias primas secundarias obteniendo un beneficio económico.
Paralelamente, se debe tener en cuenta que la principal solución es que estos residuos no se generen. Para ello, son claves el ecodiseño y el análisis de ciclo de vida en las fases iniciales, lo que facilita y promueve la rehabilitación de los edificios, su correcto desmantelamiento, además de disponer de inmuebles eficientes que contribuyan a la neutralidad de emisiones de gases de efecto invernadero.
Sector estructural en nuestro país, y sello de identidad de España en Europa. Sus principales impactos en origen se vinculan a la degradación del suelo, el uso intensivo de agua en un país con un elevado riesgo de desertificación y la explotación de los mares sin un equilibrio económico-social-ambiental. En este aspecto, el sector debe apostar por la innovación y la digitalización como herramientas que permitan analizar las condiciones de cada área para ajustar la actividad a las mismas, modernizar la maquinaria y tener un mayor control sobre la eficiencia de la operativa.
El carácter tradicional de este sector ha permitido que en su genética se encuentre el aprovechamiento de los residuos desde sus inicios. Actualmente podemos encontrar muchas iniciativas como biodigestores para la obtención de energía, su aplicación como abono o como subproductos en otras industrias priorizando el uso humano frente al animal en el caso de residuos de alimentos. Por todo esto, el objetivo de recogida separada de los biorresiduos a partir de 2022 será un reto asumible por el sector.
La problemática mundial del plástico no deja exento al sector. El incremento de los plásticos agrarios no envases y su mala gestión, se ha traducido en la necesidad de desarrollar la figura de la “responsabilidad ampliada del productor”. De este modo, los fabricantes se responsabilizarán de la financiación de la recogida y gestión de este residuo.
De forma generaliza, la industria se enfrenta a un proceso de transformación digital que le haga aumentar la flexibilidad de sus procesos productivos y la eficiencia en el uso de los recursos. Entendiendo como tal, tanto los materiales como la energía, el espacio, el tiempo entre otros. Una herramienta esencial es la creación de plataformas de cooperación o simbiosis industriales que permitan compartir conocimientos y realizar acuerdos para el intercambio de materias primas secundarias. De este modo, se fomenta la aplicación de criterios de ecodiseño encaminados a la integración de materiales de origen reciclado/reutilizado, a facilitar su reparación, durabilidad y/o recuperación de los materiales al final de su vida útil.
Concretamente, la industria del plástico va a sufrir una revolución en los próximos años, sobre todo en lo que respecta a los plásticos de un solo uso. La investigación y el análisis de nuevos materiales es su principal pilar para extraer oportunidades del riesgo que supone para su actividad los objetivos de eliminación y reducción de los plásticos de un solo uso a partir del próximo año. La búsqueda de alternativas biodegradables o reutilizables de acuerdo a criterios de ecodiseño y análisis de ciclo de vida, le permitirá adaptarse al nuevo paradigma del consumo.
El consumidor tiene cada vez más acceso a productos que, de una manera u otra van incluyendo aspectos relacionados con la circularidad. Ejemplo de ello son modelos de negocio basados en el pago por uso combinados con la tecnología, los cuales seguirán creciendo en otros productos diferentes a los que ya estamos más habituados (por ejemplo, el uso compartido en la movilidad urbana).
Desde Europa se pretende seguir desarrollando los criterios que debe cumplir un “producto sostenible” más allá de los requisitos energéticos. Incluir otros aspectos como la durabilidad frente a problemas como la obsolescencia programada (percibida y técnica), el incremento de materiales reciclados, el fomento de la capacidad de reparación, de reutilización del producto o sus componentes, de la recuperabilidad, el aumento de la reciclabilidad de materias primas críticas entre otros. Estas acciones están desarrollando un nuevo nicho de negocio con impacto positivo ambiental y social como es la reparación y/o recuperación de piezas y materiales. Su éxito depende de la calidad de los productos reparados o de los materiales recuperados. Para que esa garantía sea completa, es imprescindible que exista un flujo de información técnica entre los fabricantes y los gestores de residuos.
La definición de objetivos de reciclado y de preparación para la reutilización de productos como aparatos eléctricos y electrónicos, muebles y textiles y la prohibición de eliminar los excedentes no vendidos de productos no perecederos, deja claro que el modelo de consumo rápido va a virar hacia la circularidad.
El modelo fast fashion que prima en la sociedad de hoy, contribuye enormemente al impacto ambiental y social de este sector. Aún son pocos los consumidores que demanda prácticas sostenibles en el textil, pero es claramente una tendencia en aumento.
La normativa es clara, y promueve iniciativas aplicables a los diferentes agentes involucrados: ecodiseño de la mano de la innovación permitiendo introducir fibras naturales y/o utilizar materias primas secundarias como el plástico PET tal habitual de las botellas de plástico; servicios de reparación y reutilización de prendas con el apoyo de entidades de economía social; y la recogida separada que permitirá alcanzar los objetivos de reciclado y reutilización a través de la figura de la responsabilidad ampliada del productor, encargada de financiar y asegurar la correcta gestión del residuo textil.
La crisis actual ha hecho que muchos de los avances que se estaban haciendo en este sector, se hayan visto paralizados. Sin embargo, los retos a los que se enfrentan no han variado. Las demandas del consumidor, de la sociedad y las tendencias normativas ha puesto en el centro de su estrategia de sostenibilidad la reducción de los plásticos de un solo uso y la recogida separada en origen de los residuos ya que está afectando gravemente a uno de sus bienes más preciados, las playas y su entorno natural.
Por otro lado, su actividad supone un consumo muy intensivo de recursos en espacios limitados donde es posible que aspectos como el agua sea un bien escaso en ciertas zonas. Por ello, su papel sobre el uso eficiente y la gestión del agua es clave.
El sector Horeca se enfrenta a nuevos retos más allá de la COVID-19. La lucha contra el desperdicio alimentario y los plásticos supone que los establecimientos adopten nuevos hábitos como la posibilidad de consumir agua no envasada de forma gratuita y llevar a cabo iniciativas que les permitan reducir el desperdicio de alimentos como por ejemplo la donación de alimentos pudiendo ser incentivada fiscalmente por los ayuntamientos, la posibilidad de que el cliente se lleve la comida sobrante, ofreciendo descuentos para aquellos alimentos que iban a ser retirados al final del día y como última opción la transformación de productos no alimenticios (por ejemplo, compost). Se espera que en un año se disponga de una guía de buenas prácticas de higiene para el aprovechamiento de la comida en el comercio minorista y la restauración.
Además de los sectores que destaca la propia estrategia, mencionar el impacto sobre las empresas vinculadas a la gestión de residuos que tienen entre otros muchos retos adaptarse a la recogida separada de nuevos residuos como el textil, los biorresiduos y los residuos domésticos peligrosos y priorizar la reutilización y reciclado entre sus medidas de gestión para dar cumplimientos a los futuros objetivos.
Como se puede observar, son muchas las herramientas que se han puesto en marcha. Pero para asegurar que la máquina no se para, se podrían destacar 4 claves que harán que no caigan en “saco roto”:
Esta Estrategia no ha hecho más que sentar las bases del trabajo que tenemos por delante como sociedad. En un momento en el que todo un planeta se ha parado y ha tenido tiempo para preguntarse si realmente tenemos que cambiar nuestro modelo de producción y consumo.
El sector privado debe marcar el ritmo dando un paso atrás para analizar su modelo con perspectiva, convirtiéndose en el impulso necesario para circularizar su actividad. Y, desde nuestra experiencia, esto debe hacerse desde un punto de vista estratégico, teniendo en cuenta no solo los aspectos de los procesos productivos sino todos los impactos a lo largo de la cadena de valor. Considerando, además, la interconexión que existe entre las sociedades, los tejidos industriales y las compañías. No es una tarea fácil, pero será la clave para la supervivencia a largo plazo de las empresas.
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