“En la naturaleza no hay recompensas ni castigos, hay consecuencias”. Bob Ingersoll.
Tras la adopción del Acuerdo de París sobre el cambio climático y la Agenda 2030 de la ONU para el desarrollo sostenible en 2015, los gobiernos están avanzando en todo el mundo hacia unas economías bajas en carbono.
Desde los orígenes de la Unión Europea, ésta ha mostrado su voluntad de establecer un mercado interior que obre en pro del desarrollo sostenible de Europa, basado, entre otros, en un crecimiento económico equilibrado, y en un nivel elevado de protección y mejora de la calidad del medio ambiente como se establece en el artículo 3 del Tratado de la Unión de 1957.
Sin embargo, la voluntad política no ha ido siempre de la mano de hechos materiales y tangibles y no ha sido hasta los tiempos recientes cuando reguladores, gobiernos e instituciones han pasado de las palabras a los hechos. En este sentido, en el ámbito europeo, el Pacto Verde establece el objetivo de convertir Europa en el primer continente neutral en el ámbito climático en 2050.
La sostenibilidad ha ido muy ligada tradicionalmente a los segmentos económicos con un mayor impacto en el medioambiente, quedando las entidades financieras un poco al margen. Sin embargo, diversas iniciativas en los últimos años han propiciado una mayor involucración en el ámbito de las Finanzas Sostenibles; destacando, sin lugar a dudas, la Iniciativa Financiera del Programa las Naciones Unidas para el medio ambiente, del que forman parte la práctica totalidad de entidades significativas en España.
La transición hacia una economía baja en carbono y más circular conlleva riesgos y oportunidades para la economía y para las entidades financieras. En este contexto, el BCE considera que las entidades deben adoptar un enfoque prospectivo e integral frente a los riesgos relacionados con el clima y medioambientales.
Se espera que el sector financiero desempeñe un papel fundamental en los próximos años, como establece el Plan de acción de la Comisión. Asimismo, los riesgos medioambientales, sociales y de gobierno (ESG) constituyen, por segundo año consecutivo, una de las prioridades dentro del marco del Mecanismo Único de Supervisión.
Ya lo dijo Charles Kettering, ilustre inventor americano: “un gran logro, siempre tiene lugar en el marco de una alta expectativa”, y en el ámbito de la sostenibilidad, las expectativas son muy, muy altas; y solo el tiempo, nos indicará si hemos salido airosos de la contienda.
En los últimos años, ha aumentado la concienciación de las entidades financieras en el ámbito ESG, comenzando a advertir la necesidad de tener en cuenta factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo en modelo de negocio y estrategia de inversión en aras a ser socialmente responsables.
Ramón Pueyo, responsable del área de Sostenibilidad de KPMG en España, aludió en julio durante un coloquio a que, si preguntáramos a los 47 millones de españoles, probablemente tendríamos 47 millones de respuestas diferentes en torno al susodicho concepto de “Finanzas Sostenibles”. Pese a estar totalmente alineado con dicha afirmación, voy a aventurarme a dar mi punto de vista.
En primer lugar, analizaré la primera acepción, “finanzas”. Para ello, recordemos que las principales palancas de negocio que tienen los bancos, adoptando un enfoque bastante simplista, son la financiación -ya sea a empresas, particulares-, así como la estrategia de inversión. Este matiz es importante, porque frecuentemente perdemos de vista la parte de financiación sostenible y recurrimos exclusivamente a la estrategia de inversión de las entidades financieras.
En segundo lugar, si el término “finanzas” lo consideramos desde un punto de vista ético, que incluya los factores sociales, medioambientales y relacionados con el clima, ya ternemos el binomio “Finanzas Sostenibles”.
Me parece bastante acertado el enfoque propuesto por la CNMV al respecto, aunque quizá demasiado ambicioso y amplio. En este sentido, la CNMV establece que las Finanzas Sostenibles “son aquellas que condicionan el crecimiento económico hacia un desarrollo más humano y equilibrado” estableciendo la siguiente clasificación.
Tras esta disquisición acerca del significado de las “Finanzas Sostenibles”, conviene aludir a su finalidad. Sin ser exhaustivos, las Finanzas Sostenibles permiten reorientar la financiación y la inversión hacia tecnologías y negocios más sostenibles. Asimismo, facilita financiar el crecimiento a largo plazo y contribuye a fomentar, en línea con el Acuerdo de París, una economía baja en carbono, más resiliente al clima y con un enfoque circular.
Quizá algún escéptico en el ámbito de las Finanzas Sostenibles ha escuchado el concepto de “greenwashing”. Esta palabra, aunque de candente actualidad, fue acuñada ya en 1986 por Jay Westerveld, que recriminó a la industria hotelera promover el empleo de reutilización de toallas como estrategia medioambiental; cuando no era sino una estrategia de optimización de costes.
La ausencia de una definición taxativa implica efectivamente, cierta incertidumbre en torno a lo que es un producto verde, pudiendo generar en algún caso, cierto riesgo reputacional. Sin embargo, consideramos que ya existen ciertas guías al respecto, destacando los “Green bond principles” (ICMA). En este sentido, el avance realizado los últimos años ha sido fundamental y ha quedado constatado recientemente por Banco de España, participando en el fondo de inversión del Banco de Pagos Internacionales en aras a fomentar la involucración de los bancos centrales en la financiación de proyectos sostenibles.
Todas las iniciativas regulatorias puestas en marcha pretenden contribuir a garantizar que existe un marco reglado tanto para las entidades financieras, emisores así como para inversores, ya sean institucionales como minoristas. Destaca especialmente la gran relevancia que ha adquirido para la Comisión Europea este tema – actualmente trabajando en la definición de taxonomías-, que se manifiesta en la creación de un marco integral que garantice y, ante todo fomente, la inversión verde. Es indudable que actualmente el foco está puesto en los inversores institucionales, pero ya se está poniendo de manifiesto la necesidad de reglar para involucrar al pequeño inversor en esta nueva realidad. Con anterioridad a invertir en este ámbito, se recomienda conocer en detalle el uso que se realiza de los fondos, conocer la estrategia de inversión y los proyectos en que se invierte, así como conocer los controles e informes que se generen periódicamente. No obstante, aguardamos con expectación las taxonomías definitivas que publiquen desde Bruselas próximamente y el resto de estándares regulatorios.
A priori, la Comisión Europea ya ha definido el alcance de lo que se considera riesgos ESG. En este sentido, el governance (incluyendo estructuras de gestión, relación y conducta con los empleados y políticas de remuneración) desempeña un papel crucial para garantizar la incorporación de consideraciones sociales y medioambientales en el proceso de toma de decisiones. De este modo, los riesgos ESG deben ser comprendidos desde un punto de vista holístico, integrando el componente medioambiental sin duda, así como el ámbito social y, finalmente, todo lo relativo al gobierno.
Los factores ESG pueden tener un gran impacto en la cuenta de resultados y la liquidez de los bancos, y pueden cambiar el perfil de riesgo de un banco de manera directa y rápida. El riesgo climático es solo un factor ESG. A pesar de que actualmente es considerado como el más urgente, la EBA y la mayoría de los supervisores bancarios nacionales hablan deliberadamente de “sostenibilidad”, lo que incluye todos los tipos de riesgo ESG.
Asimismo, no podemos perder de vista que los hábitos de consumo han cambiado ostensiblemente, más si cabe en las generaciones de millenials. En la actualidad, las entidades financieras están lidiando con mantener la vinculación de clientes. Si antaño el precio y las condiciones ofrecidas era lo más relevante a la hora de apostar por una entidad u otra, en la actualidad, existen otros factores que determinan la vinculación. Aquellas entidades que sean capaces de diferenciarse y fomentar la inclusión de los factores ESG en su estrategia de negocio, tendrán una gran ventaja competitiva fortaleciendo así su reputación.
El sector financiero, algo estigmatizado en los últimos tiempos, se enfrenta a una gran oportunidad para poder contribuir al desarrollo sostenible y convencer a la sociedad, de que su papel en esta carrera es muy relevante y necesario.
El principal problema a los que se enfrentan las entidades financieras es el carácter transversal que tienen los factores ESG y la necesidad de involucrar a multitud de funciones y áreas. Tradicionalmente, las Finanzas Sostenibles han recaído en las funciones de Sostenibilidad, pero en la práctica, se ha observado que no es suficiente y que es necesario involucrar a toda la entidad: la alta dirección, área de negocio, función de riesgos, Auditoría Interna, Cumplimiento, Riesgo estratégico, Enterprise Risk Management, etc.
En este contexto, el Banco Central Europeo publicó recientemente una guía consultiva sobre los riesgos relacionados con el clima y medioambientales que, pese a no ser estrictamente vinculante, suponen un gran paso para poder integrar en la toma de decisiones los criterios medioambientales y relacionados con el clima.
Se espera que las entidades analicen en qué medida sus prácticas actuales de gestión y de divulgación de información, respecto a los riesgos relacionados con el clima y medioambientales, son seguras y prudentes a la luz de las expectativas expuestas en la guía.
A continuación, incluyo brevemente las nuevas expectativas supervisoras.
La COVID-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de responder conjuntamente a retos globales que trascienden a la realidad de cada organización, buscando un sistema económico-social más resiliente y sostenible ante eventuales adversidades de toda índole, no meramente económicas.
Pese a que las entidades deberán esforzarse mucho en los próximos años en adaptar toda su estrategia de negocio en un entorno eminentemente digital, orientado a las Finanzas Sostenibles, con el consecuente incremento de costes, vislumbramos grandes oportunidades de negocio, nuevos mercados y productos. Además de contribuir a la sostenibilidad, mejorarán ostensiblemente su imagen y reputación, así como lo más relevante, contribuirán a hacer realidad el contenido del Acuerdo de París.
En este nuevo paradigma, las entidades financieras deben tener un papel clave y sin lugar a dudas, las Finanzas Sostenibles, han venido para quedarse.
En línea con el contenido de este artículo, KPMG ha elaborado un informe que detalla en profundidad los principales retos a los que se enfrentan las entidades financieras en relación a las Finanzas Sostenibles y a la integración de los factores ESG en la toma de decisiones y en la gestión del riesgo.
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