Después de ‘COVID’, ‘ERTE’ es quizá el acrónimo que más titulares ha copado en los últimos meses. Los expedientes de regulación temporal de empleo han servido para hibernar el tejido empresarial en un momento en el que la actividad se vio significativamente reducida como consecuencia de las restricciones a la movilidad.
El 11 de marzo de 2020, tres días antes de que se decretase el estado de alarma, apenas había 5.000 trabajadores en situación de ERTE. El 30 de abril esa cifra alcanzaba los 3,39 millones, incluyendo trabajadores en ERTE total o parcial.
En pocos días, los ERTE se convirtieron en un componente esencial del mercado laboral y, por tanto, en un indicador para analizar la evolución de este y, en consecuencia, de la economía, desde la irrupción de la pandemia.
La cifra de ERTE no es un indicador perfecto. En primer lugar, hay que recordar que su tramitación es compartida por el Ministerio de Trabajo y las Comunidades Autónomas, por lo que no existe una única estadística que recoja toda la información relevante. No obstante, a nivel agregado, estos datos ofrecen bastante fiabilidad.
El 10 de septiembre se contabilizaban 760.000 trabajadores en situación de ERTE, lo que significa que la cifra se había reducido en 2,6 millones, un 78%, desde el 30 de abril. Si se analiza cómo ha evolucionado la cifra de trabajadores en ERTE desde marzo hasta septiembre, se observa que ha registrado un comportamiento similar al de otros indicadores económicos: se dispara en abril, con el cierre de la actividad y la aprobación del RDL-8/2020, y se reduce con la reapertura, de forma acelerada durante los meses de junio y julio y a un ritmo mucho menor, casi paralizándose, en agosto, cuando comienza la segunda ola de la pandemia.
Otro de los aspectos que se deben tener en cuenta al emplear la cifra de ERTE como indicador económico es que no existe una correlación perfecta entre reducción de trabajadores en ERTE e incremento de la actividad, por lo que será necesario cruzar estos datos con otros indicadores que midan la evolución del mercado de trabajo, como puede ser la Encuesta de Población Activa o el Paro Registrado.
A principios de año, el paro registrado se situaba en los 3,2 millones de personas, mientras que entre marzo y agosto (todavía no hay datos de septiembre) se mantuvo estable en el entorno de los 3,8 millones. Hasta agosto, los trabajadores en ERTE habían disminuido en 1,9 millones. Esto demuestra que se ha producido cierto trasvase desde los ERTE al desempleo, ya que la cifra la de paro registrado se mantiene estable a pesar del aumento de la actividad.
En el ámbito regional, se puede evaluar la salud del mercado laboral calculando el porcentaje que representan los trabajadores en situación de ERTE en el total de afiliados a la Seguridad Social.
En España, antes de la pandemia esa cifra era prácticamente 0. En el mes de abril, alcanzó un máximo del 23,32% y a 10 de septiembre se sitúa en el 5,26%. Como se observa en el gráfico, las comunidades autónomas cuya economía está más estrechamente ligada al turismo, Baleares y Canarias, se sitúan muy por encima de la media.
Como expone Luis Buzzi, socio responsable de Turismo y Ocio en KPMG España, “el sector es el más afectado en la actualidad por los ERTE con una tasa del 16,06% del total afiliados a la Seguridad Social del Sector, sin contar el impacto que habrá tenido el mal comportamiento en el mes de agosto, debido a los rebrotes y a las limitaciones de viaje a nuestro país de otros países de la UE tradicionalmente emisores de turistas como Reino Unido y Alemania”. Para Buzzi esta situación explica las cifras de Baleares y Canarias, donde el 16% y 12,5% del total de afiliados a la Seguridad Social se encuentran en ERTE.
“Con el fin anticipado de la temporada de verano en Baleares y la incógnita de los próximos meses en Canarias, seguramente veremos cifras parecidas en los próximos meses. La recuperación de la actividad solo será posible si comienzan a tomarse medidas de relanzamiento del turismo, con una contención de los rebrotes, el establecimiento de corredores seguros con los principales países emisores de turistas, la reactivación del transporte aéreo, y en última instancia, con la aparición de una vacuna segura que permita una cierta vuelta a la normalidad”, afirma Buzzi.
Llama la atención que las dos comunidades que se sitúan a continuación de Baleares y Canarias sean aquellas que registran la actividad económica más grande y compleja de todo el país, con un peso del sector industrial destacado: Madrid y Cataluña. Una posible explicación es el impacto de la pandemia sobre los bienes industriales de consumo duradero y los servicios a empresas: las actividades manufactureras se sitúan entre los sectores que registran un mayor porcentaje de trabajadores en situación de ERTE dentro de sus afiliados a la Seguridad Social, incluso por encima del sector servicios (excluyendo el turismo).
“Las medidas de confinamiento, la paralización de la producción y la rotura de las cadenas de suministro han reducido significativamente la actividad en el sector industrial durante estos meses”, señala Begoña Cristeto, socia responsable de Automoción, Industria y Química de KPMG en España, para quien los ERTE han dotado a las empresas de la flexibilidad necesaria para poder reorganizar la producción y las cadenas de suministro. “Aunque paulatinamente las empresas van recuperando la normalidad, los efectos de la pandemia podrían prolongarse en los próximos de no tomar las medidas que garanticen la resiliencia del modelo operativo y la adaptación a los nuevos hábitos del cliente, más digital y selectivo. Es necesario hacer de nuevo hincapié en la necesidad de solventar las deficiencias de nuestro sistema productivo y construir un tejido industrial nacional que apuntale la economía”, añade.
Las comunidades autónomas que registran un porcentaje menor son las menos dependientes del turismo y aquellas en las que el sector agrícola, una de las actividades consideradas esenciales durante el confinamiento, tiene más peso.
Los datos que se han analizado en este artículo tendrán su reflejo en las cifras de comercio exterior, tanto de importaciones como de exportaciones. Hasta junio se contrajeron las exportaciones y en mayor medida las importaciones, arrojando un superávit de balanza comercial. Sin embargo, el deterioro de la balanza de servicios como consecuencia del hundimiento de los ingresos por turismo equilibrará esta situación.
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