La segunda ola ha materializado las peores previsiones que los principales organismos económicos internacionales proyectaron en marzo y abril: el aumento exponencial de los contagios ha obligado a imponer nuevas restricciones que paralizan la actividad de algunos sectores clave de la economía.
De momento, esta nueva ola de la pandemia solo se está produciendo en Europa y Norteamérica. Aunque está siendo más intensa en volumen de contagiados que la primera, ocurre lo contrario en el número de fallecimientos. Analizando la curva de evolución se deduce que los casos en Francia, España y Alemania habrían llegado al máximo a finales de octubre y principios de noviembre, mientras que en Italia y Reino Unido todavía no es evidente.
En este contexto cada vez se hace más visible que el ritmo de recuperación vendrá determinado por la conjunción entre las posibles nuevas olas y los avances en inmunización.
Según la OMS, actualmente se están desarrollando 212 proyectos de investigación para hallar una vacuna que inmunice frente a la COVID-19, que se encuentran en distintas fases. Ante los anuncios que han realizado en las últimas semanas algunas farmacéuticas, hay que ser cautos, ya que la inmunización generalizada no solo depende de la efectividad de la vacuna, sino también de los plazos necesarios para su producción masiva, distribución y, finalmente, vacunación.
De momento, Pfizer, Moderna y AstraZeneca han anunciado efectividades altas, entre el 70% y el 94%. Pfizer espera producir 50 millones de dosis en 2020 y 1.300 millones en 2021, mientras que Moderna contempla que su producción alcance los 20 millones de dosis este año y entre 500 y 1.000 millones el próximo. AstraZeneca asegura que tiene capacidad para fabricar 3.000 millones de dosis en 2021.
En cuanto a su distribución, la vacuna de AstraZeneca es la que presenta unos requisitos de frío menos exigentes, entre 2 y 8 grados positivos, seguida de Moderna, que precisa conservación entre 2 grados positivos y 8 grados bajo cero. La de Pfizer tiene que conservarse por debajo de los 34 grados bajo cero. En cuanto a precio, AstraZeneca se ha comprometido a distribuir la vacuna sin ánimo de lucro mientras dure la pandemia, por lo que será la más barata, menos de 4 dólares por dosis. La dosis de la vacuna de Pfizer tendrá un precio de 20 dólares mientras que la de Moderna se moverá entre los 10 y los 50 dólares.
El Gobierno español presentó el pasado 24 de noviembre la Estrategia de Vacunación frente a la COVID-19, que se articulará en tres etapas: la primera se desarrollará entre enero y marzo de 2021, con un suministro limitado; la segunda contempla un incremento de la población inmunizada conforme aumente el número de dosis disponibles, entre abril y junio; y la tercera, en la que se vacunará de forma generalizada. El Ejecutivo espera contar con 140 millones de dosis y habilitará 13.000 puntos de vacunación. Del éxito de este programa dependerá en buena medida la recuperación, que en nuestro país se ha visto ralentizada por la llegada de la segunda ola de la pandemia.
Los principales organismos económicos han advertido durante meses que la recuperación sería desigual por países y sectores. Los datos parecen confirmar esta previsión. Si analizamos el PMI industrial, las dos principales economías del mundo, Estados Unidos y China, experimentan una rápida recuperación y sus valores ya se encuentran por encima de los registrados antes de la pandemia. En Europa, destaca la intensa recuperación de Alemania a partir de verano, superior a la de las otras tres grandes economías de la Eurozona (Francia, España e Italia). La actividad industrial parece que no se ha visto impactada por la segunda ola de la COVID en ninguno de estos países.
No ocurre los mismo con el sector servicios. En China y Estados Unidos, el PMI del sector experimenta una evolución similar a la del sector industrial, pero más aguda: la contracción fue mayor, pero también lo está siendo la recuperación. Si en el peor momento de la pandemia llegó a hundirse hasta los 26 puntos, en octubre alcanzaba ya los 57. En ninguna de estas dos economías, el sector se ve afectado por la segunda ola. Sin embargo, en Europa, el PMI de servicios registró una rápida recuperación en verano que se ha visto ralentizada o incluso frenada por los nuevos rebrotes. El sector servicios es el que tiene más peso en la economía, por lo que su contracción arrastrará previsiblemente al PIB de la región.
Precisamente, la evolución de la pandemia está obligando a los principales organismos económicos a introducir cambios notables en sus pronósticos. En el caso de la Comisión Europea, cada revisión ha ido mejorando las previsiones para 2020 y empeorando las de 2021. Las excepciones son España y Reino Unido, que han empeorado en ambos casos. En la última actualización, la de otoño, la economía española es la que presenta peores perspectivas entre las grandes economías europeas, con un desplome del PIB del 12,40% en 2020 y un crecimiento del 5,40% en 2021.
Sin llegar a los niveles previos a la pandemia, durante el verano la economía española experimentó una rápida recuperación, que se vio frenada por el incremento de los contagios a finales de agosto. Los datos de la economía real así lo confirman.
El índice de producción industrial revirtió su tendencia descendente con la reapertura, sin llegar a alcanzar los niveles previos a la pandemia. A partir de agosto, el ritmo de crecimiento del sector se ralentizó. El consumo eléctrico muestra un comportamiento paralelo: las tasas interanuales continúan siendo negativas, No obstante, registran una tendencia a acercarse a cero, lo que pone de manifiesto que el sector industrial está mostrando un mejor comportamiento que los servicios.
Por ejemplo, la llegada de turistas se reactivó con la reapertura, después de haberse reducido a cero durante los meses de confinamiento. Con la segunda ola se interrumpe la tímida tendencia ascendente y vuelven a registrarse caídas del 80% en términos interanuales.
El consumo también se ha visto perjudicado por al nueva embestida de la COVID-19: el número de matriculaciones de vehículos desciende a un ritmo constante desde agosto, tras haber experimentado una notable recuperación entre mayo y julio. Las ventas de la grandes empresas también se han estancado desde entonces. Además, la confianza de los consumidores se ha hundido a niveles inferiores a los de marzo y abril y la inflación mantiene una tendencia descendente desde mayo.
La prolongación de la pandemia y los efectos en el empleo (el número de afiliados se ha estanca do durante la segunda ola) están teniendo un efecto psicológico sobre los consumidores, que están retrasando sus decisiones de compra, especialmente en el caso de bienes duraderos. Sin embargo, mantienen la esperanza de que en algún momento se encuentre una solución al problema sanitario. Por esa razón, el desarrollo final de las vacunas y su distribución entre la población pueden significar un cambio muy significativo en sus expectativas. Si se genera confianza y se reactiva el consumo, el impacto de la pandemia en la economía será más limitado.
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