Es innegable que la presión sobre la comunicación de la gestión climática por parte de las compañías es cada vez mayor. Y no solo se limita a la presión regulatoria, que sin duda es uno de los principales motores para los avances de los que estamos siendo testigos. Sino que, para los inversores, agencias de rating, clientes, administraciones públicas, y la sociedad en general, empieza a ser un requisito incuestionable.
Esto implica que partamos de una premisa fundamental: los riesgos climáticos deben ser reportados. Ahora bien, ¿cuál es la mejor forma de hacerlo? El informe ‘Towards net zero’, elaborado por KPMG, detalla cómo gestionar y comunicar la gestión de la transición hacia las ansiadas ‘net zero emissions’.
De este modo, el documento recoge una serie de criterios de calidad en base a las recomendaciones del Task Force on Climate-related Financial Disclosures (TCFD), otros marcos de reporting y las mejores prácticas reportadas por las 250 compañías más grandes del mundo. Una de las principales conclusiones del estudio, además del camino que queda por recorrer, es el panorama tan complejo que se encuentra, con unos niveles de calidad del reporte desiguales en diferentes geografías y sectores.
Pero lo que hace que este estudio realmente resulte de interés es su propuesta de recomendaciones concretas sobre cómo deberían trasladarse a la práctica las mencionadas recomendaciones del TCFD, estructuradas en 4 grandes bloques.
En este primer apartado, el estudio remarca la importancia de que en el Consejo exista un conocimiento profundo sobre el cambio climático y cómo pueden afectar los riesgos y oportunidades asociados, a la cuenta de resultados de la compañía. Este conocimiento puede encontrarse en el propio Consejo o en algunas de sus comisiones delegadas, y es la forma más coherente de mostrar a los grupos de interés (incluidos los inversores), la preocupación al respecto que existe en la compañía. Otros aspectos que menciona el Informe son la necesidad de que el CEO, en sus mensajes anuales se suscriba a estos compromisos, y que en las descripciones que la compañía haga en sus informes corporativos sobre sus riesgos, el impacto financiero del cambio climático se encuentre debidamente recogido y explicado.
Esta descripción dará confianza a los inversores y al resto de los grupos de interés sobre el trabajo que realiza la compañía para aumentar su resiliencia ante los cambios del clima. Entre los riesgos que deben cubrirse en estas publicaciones, se abarcan desde los físicos a los de transición. Los riesgos físicos derivados del cambio climático pueden provocar eventos (agudos) o cambios a largo plazo (crónicos) en los patrones climáticos. Por otra parte, la transición a una economía baja en emisiones de carbono puede conllevar grandes cambios políticos, jurídicos, tecnológicos y en el mercado. Dependiendo de la naturaleza, la velocidad y el enfoque de estos cambios, los riesgos de transición pueden suponer riesgos financieros y reputacionales de diferentes niveles para las organizaciones.
Estos informes deben incluir un análisis de diferentes escenarios para comprender cómo los riesgos relacionados con el clima pueden afectar el negocio y ayudar a planificar las respuestas adecuadas. Dada la incertidumbre que existe actualmente sobre los impactos del clima, es importante que las compañías consideren posibles escenarios de calentamiento global, desde un mínimo de 1,5 ° C y 2 ° C (en línea con los objetivos del Acuerdo Climático de París), 3 ° C (considerado un moderado escenario de calentamiento) hasta los 4˚C (considerado un escenario de calentamiento alto). Estos escenarios deben estar basados en datos e información de fuentes acreditadas y fiables, que aporten confianza y profundidad al análisis.
Por último, las compañías deben establecer y comunicar sus objetivos de reducción de carbono alineados con los objetivos globales de descarbonización, lo que se conoce como los “Science-Based Targets”. Pero, además, se debe describir cómo será la estrategia de la compañía para lograr estos objetivos y ser transparente en lo que respecta a su consecución. Muchas compañías, por último, están trabajando en el establecimiento de un precio interno del carbono, lo que refleja que se comprende la exposición de la organización a posibles aumentos en los precios externos del carbono aplicados por los gobiernos, y se está teniendo en cuenta en las decisiones de inversión. Esto resulta especialmente relevante para sectores muy intensivos en carbono.
Como conclusión, este estudio refleja el singular avance que han experimentado las compañías analizadas, en los últimos dos años, si bien es verdad que es un asunto en el que aún queda camino por recorrer. Este proceso puede llevar tiempo y ser complejo, especialmente para las empresas que lo hacen por primera vez. Por lo tanto, las empresas que ya están realizando publicaciones al respecto pueden ser consideradas como pioneras y líderes en la materia.
Es importante tener en cuenta que la implementación de las recomendaciones del TCFD requiere un compromiso, no solo por parte de los líderes, sino de toda la compañía, lo que supone una gran cantidad de cambios y de dedicación, en algunos casos. Un enfoque excesivamente ligero no proporcionará a los diferentes grupos de interés la información útil para la toma de decisiones y podría dar lugar a problemas sustanciales de gestión de riesgos si la empresa no los comprende por completo y no actúa sobre los impactos del cambio climático en su negocio.
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