El mundo de los pagos está viviendo una transformación sin precedentes, en un proceso que se inició con la aprobación de la nueva normativa PSD2, al abrir las puertas a la aparición de nuevos prestadores de servicios, como los servicios de iniciación de pagos o los de información sobre cuentas.
Los prestadores de estos servicios tienen la posibilidad de acceder a las cuentas o a la información de las cuentas de sus clientes sin necesidad de alcanzar ningún acuerdo contractual con los bancos en los que están abiertas aquellas . Esta “interconexión” que se impone a los bancos fue conocida inicialmente en el Reino Unido como “open banking” y lógicamente abre la puerta a la existencia de un nuevo ecosistema en el ámbito de los pagos.
Paralelamente, el rápido desarrollo de la tecnología y la progresiva digitalización de la economía fue permitiendo la aparición de nuevos prestadores de servicios de pagos, nativos digitales, capaces de mejorar la experiencia de uso de los clientes y beneficiados por una regulación menos “pesada” que la que resultaba aplicable a las entidades de crédito, los actores principales en el mundo de los pagos. Nos referimos a las FinTech.
También las Big Tech han comenzado a irrumpir con decisión en el mundo de los pagos, decididos a aprovechar, no sólo las oportunidades de negocio que pueden encontrar en ese ámbito sino también, y sobre todo, la información sobre las transacciones realizadas por sus clientes que añadirían a los datos de los que ya disponen y que forman parte inherente (en buena parte de los casos, aunque no en todos) de su modelo de negocio.
A diferencia de las FinTech, de reducido tamaño, capacidad financiera y número de clientes (con excepciones relevantes), las BigTech son actores globales, que tienen cientos o miles de millones de clientes en todo el mundo, con enorme capitalización bursátil, capacidad financiera, liquidez y poder de compra, todo lo cual las convierte en unos competidores formidables para la industria tradicional de los pagos (entidades de créditos y esquemas de tarjetas, fundamentalmente). Hasta el momento, las BigTech no han mostrado todo su potencial, aunque su crecimiento en el ámbito de los pagos es muy rápido y puede llegar a serlo mucho más. Por otra parte, han alcanzado alianzas relevantes con actores más tradicionales. También es justo destacar que, por ahora, no han aprovechado sustancialmente el nuevo escenario regulatorio abierto por la PSD2.
Los inversores han sido generosos con unos y con otros. En el caso de las BigTech ha sido una apuesta de riesgo escaso, alentada por su gran potencial de crecimiento y rentabilidad. En el caso de las FinTech la apuesta ha sido más arriesgada, y lo cierto es que ha habido casos en que los nuevos jugadores no han sido capaces de alcanzar el umbral de la rentabilidad, permitiendo a los inversores recuperar lo invertido en un plazo razonable. Esto explica que, al final, un número relevante de FinTech haya encontrado su mejor oportunidad en una alianza con los bancos que podía proporcionarle fortaleza financiera y acceso a los clientes.
Ante la aparición de estos nuevos competidores, ha sido muy interesante observar cómo los bancos han desarrollado, no sólo iniciativas diversas para mejorar su capacidad individual para competir con los nuevos actores sino también, y esta es la gran novedad, experiencias de cooperación que, como Bizum, han tenido un rápido éxito en el mercado.
Este fenómeno de transformación progresiva del ecosistema de los prestadores de servicios de pagos, combinado con la clara tendencia a la digitalización de la economía y también los pagos, se ha acelerado fuertemente como consecuencia de la pandemia de modo que, como acertadamente se ha señalado en estos días, hemos vivido en meses avances que probablemente hubieran tardado en producirse al menos cinco años.
La COVID-19 ha sido, sin duda, un catalizador de la tendencia a la digitalización de las transacciones económicas (comercio electrónico) y también de los pagos, con significativos incrementos en los niveles de utilización de los medios de pago digitales.
También ha representado una gran oportunidad para las BigTech, que han mostrado su enorme capacidad logística para hacer llegar a sus clientes todo tipo de bienes.
Las autoridades europeas, conscientes de la importancia del reto, han desarrollado un conjunto de iniciativas en el ámbito de la economía digital, entre las que se encuentra un paquete de medidas sobre finanzas digitales. Una de las medidas que llega a contemplarse es la creación, sobre la que también se ha pronunciado recientemente el BCE, de un euro digital, una moneda estable emitida por el Banco Central Europeo, y que estaría llamada a competir con las criptomonedas privadas (con Libra, la iniciativa de Facebook, como claro detonante del interés de los bancos centrales por esta cuestión) y también con algunas de las monedas “públicas” que se anuncian (como por ejemplo la probable nueva moneda china).
Este nuevo ecosistema, en profunda y acelerada transformación, otorga gran importancia al regulador como árbitro en una situación en la que existen muy distintas reglas para unos y otros competidores. Sin duda, garantizar la razonable igualdad competitiva de todos ellos será un gran reto, no exento de dificultades. También la Unión Europea empieza a dar pasos en esta línea. Por su parte, el legislador español, incorporada ya a nuestro derecho la PSD2, acaba de aprobar la normativa que crea nuestro “sandbox” regulatorio.
No se puede pedir más.
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