La atención de las compañías hacia la sostenibilidad no deja de crecer. Para responder a los intereses de diferentes actores, las empresas están avanzando en integrar los factores ambientales, sociales y de gobernanza – ASG, ESG en ingles – en su gestión y estrategia. De entre todos estos factores, el cambio climático es, probablemente, el que cuenta con mayor popularidad.
El cambio climático ha ido calando de manera notable en el mundo empresarial desde el Acuerdo de París, en 2015. Gobiernos y agentes socioeconómicos han sido impulsores de esta integración y, aunque queda camino por recorrer, podemos afirmar que este asunto es el gran protagonista de las agendas sostenibles de las compañías. Y aunque, sin duda, llevar este gran problema medioambiental al día a día del mundo empresarial es un gran éxito, ahora nos preguntamos si fue un error dejar atrás al resto de cuestiones que confluyen en la A – de ambiental –. Pese a la gravedad del cambio climático, no es el único problema medioambiental al que nos enfrentamos.
La pérdida de biodiversidad y el deterioro de los ecosistemas se han agudizado a un ritmo alarmante en los últimos años como consecuencia de las actividades humanas, hasta tal punto que se encuentran al borde del colapso. Este hecho es especialmente preocupante por la absoluta dependencia de la economía y sociedad de los sistemas naturales. El recién publicado informe “The Economics of Biodiversity: The Dasgupta review”, explica de manera detallada los profundos vínculos e interdependencias entre el sistema económico y el natural; y cómo de crear este problema podemos pasar a tomar la acción para solventarlo.
Tanto la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, como el presidente Macron, hicieron un llamamiento a crear un Acuerdo Global para proteger la biodiversidad a la misma escala del Acuerdo de París en la reciente edición virtual del Foro de Davos. La Unión Europea pretende que este se lleve a cabo esta negociación en la COP 15 de biodiversidad que se celebra a finales de este año en China.
También del lado de los inversores, la preocupación por los riesgos financieros derivados de la pérdida y degradación de los ecosistemas está aumentando. En general, las alteraciones en los ecosistemas – como sequías, erosión, pérdida de especies, contaminación del aire, tierra y agua – tienen impactos financieros adversos identificables, como descensos en los precios de la vivienda y acciones, o mayor riesgo de default bancario. Estos constituyen ejemplos de riesgos financieros derivados del capital natural, definidos como los riesgos que surgen de cambios en el estado o calidad del capital natural y que pueden alterar la capacidad de proveer bienes y servicios de los que depende la economía. En los últimos años, se han comenzado a considerar los riesgos de cambio climático especialmente entre las entidades financieras, aunque los riesgos financieros derivados de cambios más amplios en el capital natural siguen sin tenerse en cuenta. El informe recientemente publicado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) y Credit Suisse, “Uneathing Inverstor Action on Biodiversity” muestra cómo los inversores están comenzando a comprender la dependencia de la economía de los servicios y bienes que brinda la naturaleza, y su creciente interés por considerar los riesgos derivados del capital natural.
Conscientes de esta carencia, son varias las iniciativas que se han puesto en marcha para acelerar la integración del capital natural en las compañías. La más relevante de ellas es la Task Force on Nature-related Financial Disclosures (TNFD), una alianza entre UNEP-FI (United Nations Environment Programme Finance Iniciative) y varios actores del sector financiero, que pretende basarse en el conocimiento acumulado por la TCFD – su equivalente climático, que estableció la guía sobre cómo las entidades debían gestionar los riesgos climáticos – para extender la consideración de los riesgos de capital natural, y mejorar el acceso a los datos necesarios para que las entidades financieras puedan gestionar este riesgo. Al invertir, financiar o asegurar compañías que dependen o impactan en la naturaleza, las entidades financieras se exponen a riesgos físicos, de transición y sistémicos. Algunas de ellas han anunciado objetivos en este sentido: ASN Bank se ha comprometido a tener un efecto positivo sobre la biodiversidad en 2030 y Storebrand contará con una cartera que no contribuya a la deforestación en 2025.
Este contexto provocará que financiadores, inversores y reguladores demanden más información a las compañías sobre sus impactos sobre el capital natural. Los datos son el fundamento de la gestión de riesgos y ante esta tendencia las compañías, en general, no están bien preparadas. El informe publicado en diciembre de 2020 por KPMG “Reporting en información no financiera: recorriendo el camino”, que analiza las prácticas de reporte no financiero de las 100 empresas nacionales más relevantes, muestra que es uno de los indicadores menos considerados por las compañías, con baja proporción de reporte de las compañías sobre sus impactos sobre la biodiversidad, los riesgos derivados del capital natural y la ausencia de métricas y objetivos específicos.
Para responder a este escenario, las compañías deberán trabajar para garantizar una mejor respuesta a estas expectativas de divulgación de sus impactos, dependencias y riesgos vinculados al capital natural.
Un artículo no solo estratégico, más no podemos indicar que es un tema actual en relación a los negocios y las prácticas de hacer dinero a costa de grandes sacrificios para la sociedades como por los daños irrecuperables ambientales, que han conllevado a la disminución de fuentes de riqueza.
“También del lado de los inversores, la preocupación por los riesgos financieros derivados de la pérdida y degradación de los ecosistemas está aumentando. En general, las alteraciones en los ecosistemas – como sequías, erosión, pérdida de especies, contaminación del aire, tierra y agua – tienen impactos financieros adversos identificables, como descensos en los precios de la vivienda y acciones, o mayor riesgo de default bancario.”
Sin embargo, hay puntos relevantes que no se han tomado como reglas obligatorias a fin de tener una eficacia y acortar los tiempos en su implementación e impacto, ya que las sociedades y sus democracias se caercan a abismo de convulsión y anarquía. Una regla es que al financiar como apoyar un proyecto de negocios, es relevante tomar en cuenta el perfil y antecedentes (conductas, pasivos, procesos legales, demandas sociales, sentencias y hechos de corrupción).
Otro seria que se utilicen tecnología equipos y herramientas eficientes que no contaminen y permitan trabajos seguros, así como procesar los desperdicios como relaves que tanto daño han causado en las poblaciones. Siendo un regla que se incremente la mano de obra del lugar pero a costos de empleo competitivos. otra de gran importancia reformular o mejorar el CIADI que se ha vuelto un tribunal que prioriza el daño económico de los inversores, pero no toma en cuenta su conducta empresarial en estricto a lo acordado contractualmente sin continuos cambios en adendas donde se oculta la corrupción, la de sus directivos, su cumplimiento ambiental, respeto a la honestidad, y el imperativo humano como respeto social. Siendo relevante por ultimo mencionar el rol de intervención de los organismos internacionales de gestión y compras que son frecuentes en los ultimo 15 años en los actos de corrupción internacionales en contratos cono los estados de muchos países.
Dr. MBA Luis Adolfo Meneses Romero