El compromiso de una empresa con la sociedad y con el planeta, ¿se puede medir? La creciente exigencia de los grupos de interés sobre cómo y por qué las empresas desarrollan su actividad ha cristalizado en tres siglas, ESG, que ya se pueden interpretar y medir para que pasen del territorio de la voluntad al de la certeza.
En el World Economic Forum de Davos, celebrado este año de forma virtual, el medio ambiente, el compromiso social y el buen gobierno han planeado en todos los debates. Un mundo en estado de shock por la pandemia busca soluciones a problemas globales como la crisis climática y la desigualdad. La sostenibilidad se sigue abriendo camino, aunque el entorno se torne todavía más complejo.
De este modo, estas tres siglas están condicionando ya la agenda legislativa a nivel nacional y supranacional, con la Unión Europea marcado el paso en su programa hacia la descarbonización total en 2050. Unos objetivos que se plasman en el diseño y los criterios de distribución de los fondos Next Generation.
Por no hablar de los clientes y los consumidores, que sitúan también la sostenibilidad y los valores de las empresas en el centro de su decisión de compra. Un aspecto que torna lo intangible en un activo muy valioso. Incluso para los propios empleados, que sitúan el propósito de la empresa en el centro de su vocación y su futuro profesional en un momento en el que atraer y retener talento es un reto para las compañías.
ESG. Vamos a hacer un recorrido por las tres siglas que marcarán el paso de esta década.
Como explica Ramón Pueyo, Socio de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG España, pocos cambios de la envergadura del que alumbramos, el de la sostenibilidad, se han podido anunciar con tanta antelación. Las empresas lo saben y llevan años analizando su impacto.Pese a la conciencia sobre su relevancia, todavía cuenta con una escasa presencia en las agendas de los consejos, como pone de manifiesto el informe ‘La visión de los asuntos ESG desde el consejo de administración’, elaborado por KPMG y la Fundación SERES.
Prueba de ello es que en la anterior edición del informe, en 2018, los consejeros le otorgaban a la sostenibilidad una relevancia de 6 sobre 10. Tres años después, la importancia ha incrementado a un 6,4. Lo que implica la existencia de un importante camino por recorrer.
“El verdadero punto de inflexión de la sostenibilidad se produjo cuando la Comisión Europea anunció a finales de 2019 el Pacto Verde Europeo. Las medidas propuestas tienen un impacto profundo en nuestro día a día. Desde los alimentos que comemos hasta la ropa que nos ponemos. Pocas cosas de las que utilizamos desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir quedan fuera del alcance del Pacto Verde”, recuerda Ramón Pueyo.
No en vano la transformación sostenible es, junto con la digital, uno de los principales retos de la próxima década. En todos los sectores, como sostiene Pueyo. “Las organizaciones -afirma- deben hacerse varias preguntas: ¿Cuál es el impacto sobre mi modelo de negocio? ¿Dónde estoy con respecto a la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible? ¿Qué cuestiones sostenibles preocupan a mis clientes e inversores?”.
La sociedad y los inversores reclaman ejemplaridad a las empresas, como defiende el filósofo Javier Gomá Lanzón. Una nueva ética, acelerada por la pandemia de Covid-19, que gira en torno al compromiso social de la actividad empresarial.
Como sostiene Francisco Román, Presidente de la Fundación SERES, “las empresas pueden contribuir de manera significativa al desarrollo económico o social, ya sea a través de sus operaciones o de la creación de cadenas de valor”.
Román defiende la construcción de empresas más humanas, en donde los intangibles determinen su sostenibilidad en el tiempo y a las que los consumidores e inversores seguirán premiando y eligiendo. Siguiendo la lógica darwiniana, en la futura era postcovid que vamos alumbrando saldrán adelante las empresas que “sepan poner el foco en las personas”.
La nueva métrica de Davos menciona específicamente cómo medir el impacto de las empresas en las personas. A nivel interno, dentro de la compañía, hablamos de igualdad salarial entre hombres y mujeres, de la lucha contra el trabajo infantil y de la salud y la formación continua de los empleados.
Hacia afuera, el nuevo gobierno corporativo se preocupa por la forma en que las empresas contribuyen al desarrollo y prosperidad de la sociedad. En un mundo falto de dirigentes políticos con capacidad de liderazgo, como afirmaba el anterior CEO de Disney, Bob Iger, tanto los propios empleados de las compañías como la sociedad en general demandan un mayor liderazgo empresarial en la transformación de la sociedad.
En la exigencia de un buen gobierno de las compañías confluyen inversores, mercados, sociedad e incluso los propios empleados. La propia supervisión de las cuestiones ESG, que incluye ese pilar de buen gobierno, gana relevancia en los órganos de gobierno corporativo. En su mayoría, los consejeros consultados en el estudio de KPMG y SERES consideran muy relevante el análisis de la información no financiera de la compañía y reclaman, al mismo tiempo, una mayor robustez en la información proporcionada.
Sin embargo, esta exigencia contrasta con la realidad organizativa. De las compañías del IBEX 35, solo un tercio (el 31%) cuenta con una comisión de sostenibilidad. El 69% restante (24 compañías) no había constituido en 2020 una comisión específica de sostenibilidad. Estas últimas, mayoritariamente, habían asignado dichas funciones a la comisión de nombramientos o a la comisión de auditoría.
En este sentido, es importante recordar los cuatro ejes de la reforma del Código de Buen Gobierno aprobada por la CNMV en 2020:
Pese a que quedan desafíos por superar, la mayoría de cotizadas en España cumple con las recomendaciones establecidas en los códigos de buen gobierno y son el espejo en el que se reflejan el resto de empresas que quieren alinearse con las mejores prácticas de mercado en pro de la transparencia y mejora de su gobierno corporativo. Son, por tanto, las grandes empresas las llamadas a ejemplificar el nuevo paradigma de buen gobierno. Marcan el camino.
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