Las tecnologías no dejan de ser extensiones de nuestros sentidos: el telescopio nos permitió ver más lejos, la brújula orientarnos mejor, el avión, volar, y la rueda adelantar al guepardo. La Inteligencia Artificial (IA) es eso: una inteligencia que complementa la humana. ¿Pero puede sustituirla? El debate es ético y filosófico y se sitúa por encima de las aplicaciones prácticas del Machine Learning, el Deep Learning o cualquiera de las declinaciones futuras de la IA.
El Digital Enterprise Show (DES), el evento anual sobre la transformación digital, no se sustrajo este año a ese debate y convocó a un grupo de expertos bajo el sugerente título “AI gives data a soul”. En la mesa redonda participó José Ángel Alonso, director de KPMG Lighthouse, Centro de Excelencia de Data Analytics & Inteligencia Artificial.
“Si nos preguntáramos cuál es la herramienta más poderosa que ha creado la humanidad, lo normal sería pensar en la energía nuclear o en las computadoras. Pero, a medio plazo, la tecnología más poderosa va a ser la Inteligencia Artificial”. Así de claro lo tiene Mario Lois, Global Head of Artificial Intelligence en GE Women’s Health. En su compañía, este físico especializado en Deep Learning lidera la aplicación de la IA al sector de la salud y, en particular, a la detección precoz y tratamiento del cáncer de mama.
La IA es la tecnología con más potencial construida nunca por el ser humano. Al fin y al cabo, con ella estamos más cerca de emular a los dioses: la capacidad de crear a otros seres. E igual que pasa con otras grandes tecnologías como la energía nuclear, ofrece unas contrapartidas formidables, como Lois lo comprueba en su día a día en el trabajo con los médicos, pero también presenta un lado tenebroso. “Cualquier poder es capaz generar un buen o un mal impacto”, subraya el directivo de General Electric.
Esa vertiente más temible planeó durante todo el debate en DES, aunque los beneficios sean tan inmensos para la Humanidad. Para José Ángel Alonso Cuerdo, licenciado en Física Teórica y Fundamental, la Inteligencia Artificial es una pasión. “Cuanto más trabajo en IA, más posibilidades veo a largo plazo. Va a cambiar radicalmente nuestras vidas aumentando nuestras capacidades. Va a ser una constante en todos los ámbitos profesionales y personales a corto plazo”.
Frente a un escenario de ciencia-ficción instalado en la cultura popular, la Inteligencia Artificial opera en nuestro día a día haciendo fácil lo difícil. “Conduce por nosotros, nos ayuda a hacer mejores fotos, analiza nuestras enfermedades y cuida a nuestros mayores: cada vez hay más órdenes de nuestras vidas beneficiados por la IA”, sostiene José Ángel Alonso.
Ese beneficio social fue resaltado por Raúl Pérula, Head of Artificial Intelligence en Universia Santander. “Hoy vemos a nuestros abuelos utilizando dispositivos de voz que les proporcionan conversación, entretenimiento, que les ayudan en su vida diaria y a manejar la casa. La IA produce un impacto real en la gente. Y se trata de dispositivos económicos”, subraya este doctor en Robótica.
En el terreno profesional, los expertos auguran que vamos a tener empleados más empoderados, que aportarán valor con su talento gracias a la liberación de funciones que supone el uso de la IA. El debate sobre la sustitución del cerebro humano por un robot o un algoritmo, coincidieron durante el panel, es falso y obedece a prejuicios instalados en el imaginario colectivo.
“Tenemos habilidades como seres humanos que no van a ser reemplazadas a corto plazo por la IA: la empatía, con nuestros clientes y colegas, la habilidad de entender a las personas, ponernos en su lugar, el liderazgo que hace a nuestros equipos crecer, y por supuesto la creatividad, el genio individual, la inteligencia colectiva que produce innovaciones”, dice el director de KPMG Lighthouse.
Más que sustituirnos, en las organizaciones nos ayudan a tomar mejores decisiones. Un aspecto en el que quiso hacer hincapié Mario Lois: “La IA nos permite mejorar el acierto en elecciones que tradicionalmente eran humanas. Ayuda a evitar errores. Y todos sabemos que eso tiene un alto coste para las compañías: los errores”.
El miedo al poder excesivo de la IA está encarnado en la sociedad, domina la conversación, pero debemos trabajar en conjurarlo, según los expertos convocados por el DES. La llave maestra es que los ciudadanos entiendan qué hay detrás de un algoritmo o un modelo robotizado.
El primer miedo: los datos nos controlan. Como explicó Mariano Muñoz Martín, profesor de Data Analytics en IE University, las grandes compañías ganan dinero con el manejo de los datos y los usuarios lo perciben y les incomoda. “Saben lo que haces, dónde te están moviendo, saben todo sobre ti. Escribes un email y hay una compañía comercializando los datos de tu correo. Buscas una hipoteca por internet y una compañía paga 250 euros por tus datos”. Esa sensación de estar vigilado y perder el control de tu privacidad está ahí y aún falta mucho por regular.
La “mala prensa” de la IA por el uso masivo de datos tiene que ver con estos ejemplos puestos de manifiesto durante el panel. Mario Lois habló de la capacidad de los smartphones y sus aplicaciones para recolectar datos. “Les hemos cedido un montón de poder que puede ser percibido negativamente. Nos han hecho adictos a él” y, aunque no creamos en teorías de la conspiración, lo cierto es que la pérdida de intimidad y la ansiedad que generan en los usuarios, la llamada economía de la atención, son motivo de preocupación en la sociedad.
“Son preocupaciones legítimas. La IA puede aumentar nuestra inteligencia colectiva, ayudándonos a tomar mejores decisiones, amplificar nuestras capacidades. Pero también pueden amplificar la estupidez colectiva. Millones de personas creen hoy, gracias a los algoritmos, que la Tierra es plana”, ejemplificó Mario Lois.
Podemos identificar varios miedos que frenan la asunción de esta tecnología: desde el miedo a perder el anonimato al miedo al reemplazo (¿estas máquinas van a ser mejores que yo?, ¿voy a perder mi trabajo?), e incluso el miedo a confundir lo real con lo imaginado gracias a las nuevas técnicas de realidad virtual.
José Ángel Alonso se mostró partidario de hacer pedagogía sobre el funcionamiento de la IA. Mostrar al público cómo funcionan los modelos y de qué forma toman decisiones. “Debemos confiar más en esos modelos, abrirlos y explicarlos a la sociedad”, dijo el experto de KPMG.
El miedo al reemplazo no se refiere solo a la pérdida de empleos, sino al reemplazo de la personalidad y de la propia imagen. Mucha gente piensa: “No quiero que en el futuro una compañía de marketing haga una campaña con mi imagen, incluso cuando haya muerto”. A pesar de su éxito y de su acierto, la reciente campaña que utilizó la imagen de Lola Flores. ¿Estamos seguros de que Lola Flores hubiera aprobado esta utilización?, se preguntó José Ángel Alonso.
Hay que regular esto: combinar la innovación con el respeto a los derechos individuales y una nueva regulación que cubra una realidad nueva. Una regulación que, en opinión e Mario Lois, deberá ser global. “Hay una legítima preocupación por el inmenso poder que la IA otorga a corporaciones y países”, y no podemos confiar solo en la autorregulación, dijo el directivo de General Electric.
Mariano Muñoz, de IE University, advirtió por último de otro peligro asociado a la IA: la excesiva dependencia de ella. Si la IA condiciona todos los procesos y soluciones, nos hará esclavos de ella. ¿Qué pasará el día que falle? “Deberíamos usar la Inteligencia Artificial cuando no podemos utilizar otros métodos. La IA es buena si es capaz de hacer las cosas mejor y más rápido que los humanos”. Es decir, si se convierte en una tecnología insustituible.
Decía Umberto Eco que invenciones humanas como el libro, la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras nunca morirán: una vez que se han inventado, no se puede hacer nada mejor. Está en nuestras manos que la Inteligencia Artificial pase a engrosar el listado del genio piamontés.
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