Tobías Martínez mantiene el espíritu emprendedor y la capacidad de aprovechar las oportunidades que le hicieron apostar por crear Cellnex hace ya más de seis años. En un entorno que ha puesto de manifiesto la relevancia del sector de telecomunicaciones para garantizar la conexión de la sociedad en momentos inciertos, el directivo tiene claro que el futuro pasa por el despliegue del 5G. Una tecnología con la que visualiza una economía más competitiva, pero también un territorio más cohesionado.
RESPUESTA. Es un impulso combinado con los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de Naciones Unidas que han sido y siguen siendo un vector que ha orientado a la UE y ha supuesto, efectivamente, un estímulo y un acicate para las compañías. La directiva europea sobre divulgación de información no financiera estableciendo objetivos y exigencias claras a las compañías en materia de reporting sobre ESG también ha tenido un efecto dinamizador.
Las actuaciones desde la Administración Pública han permitido alinear al mundo corporativo con los objetivos de sostenibilidad, una materia que, además, es cada vez más prioritaria para los inversores.
El 5G será industrial o no será. Es una tecnología transformadora que supondrá la eclosión de un ecosistema de aplicaciones verticales que solo se pueden desarrollar con una velocidad muy elevada y una latencia imperceptible. Permitirá el desarrollo de redes privadas en complejos industriales que supondrán cambios revolucionarios: automatización de tareas o robotización de fábricas, controles de procesos críticos en tiempo real o procesos de aprendizaje ligados a la realidad aumentada y al análisis de datos ayudarán a prevenir imprevistos e impulsarán la innovación.
En su vertiente social, el 5G marca un punto de inflexión en la vertebración y anclaje de las telecomunicaciones en el mundo rural y con ellas la generación y arraigo de nueva actividad económica y social.
Nuestro propósito está muy ligado al modelo de negocio: fomentar y proyectar la conectividad compartiendo infraestructuras que promueven valores de sostenibilidad y eficiencia, vertebran el territorio y aseguran la competitividad.
Este año la conectividad ha jugado un papel clave en la minimización de los impactos negativos de la pandemia dotando de continuidad a la actividad económica y las relaciones sociales. Se ha producido una confluencia entre un propósito que da sentido de proyecto a todos los que trabajamos en Cellnex y la urgencia impuesta por la realidad. Imaginémonos cómo habríamos gestionado nuestras vidas o negocios sin el papel jugado por la conectividad y las telecomunicaciones.
Una de las lecciones de esta crisis ha sido la necesidad de emprender y de adaptarse para capear los efectos de una gran disrupción y aquí es muy importante contar con un equipo diverso que fomente los pensamientos laterales y la complementariedad de los conocimientos. Capaz de repensar procesos en tiempo real y asegurar la continuidad de servicios 7×24.
Yo fundé mi empresa a los 22, en una época en la que la tecnología daba contenido a la empresa. “Quien domina el uso de la tecnología manda”, era el lema. Pero choqué con una realidad mucho más compleja y comprobé que los conocimientos académicos eran insuficientes, que el progreso requiere dominar la complejidad de múltiples procesos y que la integración de la diversidad de talento, personas y experiencias es fundamental.
La conectividad ubicua es ya una necesidad; ha sido un elemento de anclaje para mantener la interacción social y la actividad económica. Hemos viajado al futuro acelerando en varios años el proceso de digitalización y constatando hasta qué punto la conectividad puede transformar radicalmente nuestro mundo en términos tanto económicos como sociales.
Hemos visto cómo desde la conectividad podemos combatir el fenómeno de la España vaciada e incluso revertir flujos migratorios. Esta crisis ha puesto de manifiesto la necesidad de democratizar la riqueza y la competitividad. Hay que digitalizar el país y hacerlo resiliente, sí, pero debemos hacerlo de forma homogénea, romper las brechas, una meta que España tiene la oportunidad de alcanzar maximizando los efectos de los fondos de recuperación europeos.
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