Con experiencia en sortear los retos y extraer las oportunidades, Ismael Clemente mira con tranquilidad al futuro. Con la capacidad de adaptación como premisa, el directivo visualiza una transformación económica en general y del sector inmobiliario en particular hacia espacios de oficinas más flexibles, edificios que contribuyan a la sostenibilidad y la descarbonización de la economía y un mayor impulso de la colaboración público-privada. Todo ello situando a las personas y el propósito en el centro de la toma de decisiones.
RESPUESTA. Desde el Acuerdo de París, celebrado en diciembre de 2015, la conciencia corporativa en materia de sostenibilidad ha aumentado exponencialmente. Esta tendencia se ha acelerado, además, tras el estallido de la pandemia, que parece haber extendido de forma general una mayor concienciación hacia el cuidado de nuestro planeta.
El sector inmobiliario se ha comprometido de lleno en esta materia. Se estima que los edificios y la construcción son responsables de aproximadamente el 25% de las emisiones de carbono por lo que las compañías inmobiliarias hemos tomado conciencia de la responsabilidad que tenemos, con la imprescindible colaboración de nuestros inquilinos, en convertir el planeta en un lugar más sostenible.
MERLIN Properties ha construido su plan de sostenibilidad sobre tres pilares: activos sostenibles, una construcción más eficiente y, finalmente, una movilidad más responsable. Este año anunciaremos, además, nuestro compromiso y calendario para llegar a ser una compañía con emisiones netas cero.
En los espacios de trabajo estamos observando tres tendencias. Por un lado, se ha venido abusando de una sobre-densificación de los edificios, juntando empleados en “praderas”. El Covid ha revertido esta tendencia, que ahora juega en sentido contrario: dignificar el trabajo y prevenir problemas de salud dotando de más distancia interpersonal a la plantilla.
En segundo lugar, los puestos de trabajo en rotación, lo que se conoce como “hot desking” ha perdido el favor de los usuarios que tras la pandemia prefieren que los puestos sean individualizados, a ser posible en despachos.
Finalmente, la movilidad laboral, la necesidad de tener herramientas de conciliación laboral en cuanto a espacios (trabajar desde varios sitios a elección del empleado) y la flexibilidad, han traído una mayor variedad de formas de consumir la huella física inmobiliaria de una compañía, que abarcan desde el alquiler convencional (metros por años) hasta fórmulas más flexibles como el pago por uso de puestos por meses o incluso por horas.
Creemos que sí. Las compañías tenemos un compromiso con la sociedad para mejorarla y cada vez somos más los que reportamos el impacto que causamos en todos nuestros “stakeholders”, en sentido amplio (clientes, proveedores, plantilla, administración pública, etc.). Las compañías cotizadas, además, tenemos que predicar con el ejemplo por el “plus” de visibilidad que tenemos.
Nosotros hemos intentado comportarnos de la forma más “normal” posible. Hemos sido muy prudentes, pero decidimos volver al trabajo con toda la plantilla en septiembre de 2020, haciéndonos todos uno o dos tests semanales, y usando mascarilla durante toda la jornada laboral. A nosotros nos ha funcionado.
Hemos mantenido los contagios a raya y a la vez hemos podido trabajar en la oficina, recuperando nuestra productividad, nuestra cultura de excelencia y de compromiso común. Me atrevería a decir que hemos recuperado “el disfrute del trabajo”, a juzgar por la reacción de nuestros empleados.
Hemos hablado de iniciativas en sostenibilidad, de cómo mejorar el impacto social, de cómo hacer a nuestros empleados más felices… Todas son cuestiones que deberían motivar a la Administración Pública, por el alineamiento que generan con sus propios fines. Este alineamiento de intereses debería espolear más y mejores iniciativas público-privadas, pero a veces la desconfianza mutua entre el sector público y el privado lo impiden.
Otras veces lo que ocurre es que la política mira estas iniciativas desde la óptica de los cuatro años de legislatura, cuando los proyectos de gran calado requieren de un horizonte temporal más amplio.
Ojalá podamos en el futuro ir superando estos problemas para que el sector privado pueda liderar la reconstrucción post-Covid, ya que en estos momentos dispone de más capacidad de actuación que el público debido a su moderado nivel de endeudamiento, por el desapalancamiento al que disciplinadamente se sometió tras la Gran Depresión Financiera 2007-2014.
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