Pablo Hernández de Cos es consciente de los retos que afronta el sector financiero y la propia economía española, pero valora de forma positiva las oportunidades de este periodo transformador. El gobernador sitúa la tecnología como una de las principales palancas de crecimiento, apostando por garantizar la inclusión de toda la sociedad. Para mejorar la estabilidad del sector, hace énfasis en la necesidad de poner el foco en la eficiencia. Y para impulsar la economía, recuerda la relevancia de desarrollar reformas para la reducción del déficit y, una vez asentada la recuperación, la deuda pública.
RESPUESTA. El sector bancario está muy expuesto a los riesgos asociados al cambio climático, sean físicos (derivados de pérdidas por eventos climáticos adversos) o de transición (derivados de la alteración de los precios de los activos por efecto de las políticas públicas contra el cambio climático o por cambios en los patrones de consumo o inversión de los ciudadanos). En este contexto, y como parte de nuestra responsabilidad principal de garantizar la estabilidad del sistema financiero, las autoridades regulatorias y supervisoras debemos asegurarnos de que la materialización de los riesgos climáticos no ponga en peligro la estabilidad financiera. Por tanto, debemos cerciorarnos de que las entidades financieras abordan estos riesgos.
No obstante, desde la perspectiva de su impacto sobre la rentabilidad del sector, también hay que tener en cuenta que las políticas de lucha contra el cambio climático exigirán elevadas inversiones, en cuya financiación el sector bancario debería jugar un papel importante.
En todo caso, es evidente que la baja rentabilidad es uno de los principales retos del sector bancario en la actualidad, y que la competencia tecnológica podría ejercer una presión adicional sobre esa rentabilidad del sector bancario. Para afrontar esta situación resulta fundamental que las entidades sigan profundizando en las ganancias de eficiencia, reduciendo costes y utilizando más intensivamente las nuevas tecnologías.
El sector bancario se transforma, como la sociedad en su conjunto. La digitalización en el ámbito de las finanzas está posibilitando una importante ola de innovación de producto. De hecho, está permitiendo crear nuevos modelos de negocio con nuevos operadores ofreciendo, por múltiples canales, servicios financieros por sí solos o en alianza con bancos tradicionales.
Como toda innovación, esta ola se dirige a atender mejor las demandas específicas de los clientes con productos más acordes a sus preferencias. El reto desde la perspectiva de las políticas públicas es hacer accesibles estas ventajas al conjunto de los clientes. España ha tenido históricamente unos niveles muy elevados de inclusión financiera y debe seguir siendo así en un mundo más digital.
Para los bancos centrales, y por supuesto para el Banco de España, transparencia y rendición de cuentas a los ciudadanos son el correlato inseparable de nuestra independencia para poder cumplir nuestro mandato de la forma más eficiente, ofreciendo así el mayor valor a las sociedades a las que servimos. Por eso estamos haciendo un esfuerzo por transmitir más y de forma más comprensible a la ciudadanía y a los expertos todos nuestros análisis y decisiones.
Por ejemplo, tenemos una especial responsabilidad en explicar de forma clara las decisiones que tomamos en el Consejo del Banco Central Europeo en el ámbito de la política monetaria para que sean mejor entendidas por los ciudadanos.
En España se puede avanzar mucho en aumentar la empleabilidad de algunos colectivos de población. En particular, la reforma del sistema educativo y de las políticas activas de empleo resultan cruciales para asegurar una formación adecuada a lo largo de toda la vida. Como también resulta crucial, resolver la dualidad del mercado de trabajo español. Estas reformas resultan esenciales para mejorar la situación laboral de los jóvenes y con ellas aumentar la eficiencia de la economía y la igualdad de oportunidades en nuestro país.
Tres palancas principales: la primera, resulta urgente implementar una ambiciosa agenda de reformas estructurales que promueva la productividad y el crecimiento potencial de la economía. La segunda, es fundamental realizar un óptimo aprovechamiento de los fondos europeos para aprovechar todo su potencial transformador, tanto en términos de inversiones como apoyando la consecución de las reformas, mitigando los costes de transición de las mismas. La tercera, es necesario un diseño temprano de un plan de consolidación fiscal a medio plazo, para su puesta en marcha una vez asentada la recuperación, que garantice la reducción progresiva de nuestros elevados déficit público estructural y deuda pública. Esta reducción podría, además, beneficiarse, en gran medida, de los frutos de las reformas.
Y, como vengo reiterando desde el inicio de esta crisis sin precedentes, el diseño y la implementación de estas palancas de respuesta deberían estar basados en consensos amplios, políticos y sociales para que puedan tener vocación de permanencia y resulten creíbles. Un consenso que debe ser plenamente compatible con la ambición y con la urgencia que exige la magnitud de los retos de nuestra economía. Nuestra prosperidad futura va a depender, en gran medida, de la prontitud, la ambición y la permanencia de las decisiones que tomemos para afrontar estos retos.
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