Después de unos meses en los que ha tenido que responder con agilidad al impacto generado por la COVID-19 en sus negocios y equipos, el Consejo abre una etapa en la que deberá definir las bases que aceleren la recuperación y garanticen un crecimiento sostenido a medio y largo plazo. Y tendrá que hacerlo adaptándose a las transformaciones que se han visto aceleradas por la pandemia y a los cambios regulatorios, que reflejan la creciente relevancia de los aspectos no financieros en el ámbito del buen gobierno.
En este contexto, ¿cómo afronta el consejo su labor de liderazgo y supervisión? ¿Cómo puede aprovechar las oportunidades que ofrece el entorno? ¿Qué ámbitos cobrarán mayor importancia en su estrategia? ¿Es preciso actualizar y reevaluar el mapa de riesgos de la compañía y aquellos de baja recurrencia, pero alto impacto?
Estas cuestiones se abordarán del 5 al 7 de julio en la IX edición del Foro del Consejero, que KPMG e IESE han organizado en colaboración con la Asociación Española de Directivos y Forética. Bajo el título ‘Impulsando el crecimiento: el Consejo ante su etapa más decisiva’, promoverá la reflexión y el debate sobre aquellos aspectos del gobierno corporativo que serán claves para que el consejo siga generando confianza entre los grupos de interés. En este artículo, recogemos los más relevantes.
Ya incluso antes de la pandemia, el escrutinio de la sociedad sobre la actividad de las empresas se había incrementado y los grupos de interés se mostraban más exigentes sobre la contribución del sector privado en la superación de los retos comunes. Este fenómeno ha cristalizado en una regulación que presta una mayor atención a los aspectos relacionados con el ámbito ESG, claves para la reputación de la compañía y, por tanto, para su desempeño.
La lucha contra el cambio climático, el cuidado del entorno, la promoción del desarrollo de las comunidades o la protección de los colectivos más vulnerables adquieren así un mayor protagonismo en el gobierno corporativo, que refuerza, además, la transparencia de la actividad del consejo. En este proceso, el propósito, integrado en la cultura de la empresa y reflejo de sus valores corporativos, se convierte en la guía de la toma de decisiones.
Los avances en el proceso de vacunación y la evolución positivas de algunas variables macroeconómicas invitan a ser optimistas sobre la recuperación económica. El consejo permanecerá atento a las estrategia que permitan maximizar las oportunidades que surjan en el entorno y espolear así el crecimiento de su organización. En este periodo de reflexión será necesario estar vigilante para huir de visiones cortoplacistas y adoptar medidas que garanticen el crecimiento a medio y largo plazo.
Durante la pandemia, la digitalización y la transformación verde han confirmado su papel de vectores de desarrollo y potenciadores de la capacidad de resiliencia de las empresas. Es importante conocer el impacto de estos procesos en el negocio, los modelos operativos y las cadenas de producción y encontrar las palancas que los aceleren, con el fin de responder a las nuevas demandas de unos grupos de interés más informados, concienciados y digitalizados.
No cabe duda de que los fondos del Plan Europeo de Recuperación contribuirán a completar estas transformaciones con éxito. Corresponde al consejo la tarea de velar por que los proyectos que la compañía proponga para acceder a esta financiación están alineados con la estrategia corporativa.
La digitalización y los criterios ESG dibujan un nuevo mapa de riesgos que obliga a los consejos a redefinir los modelos de evaluación. Los riesgos tecnológicos, especialmente los relacionados con la protección de datos en un momento de crecimiento exponencial de las transacciones e interacciones digitales, los riesgos medioambientales, como los relacionados con fenómenos climáticos extremos, y los riesgos sociales, consecuencia del impacto de la pandemia o la transformación digital en los colectivos más vulnerables, pasan a ser ejes centrales en la labor de supervisión. Identificar las áreas de la compañía con mayor exposición y mantener una comunicación fluida con sus responsables garantizará la eficacia de los consejos en esta tarea.
Los riesgos financieros no pierden su relevancia, especialmente después de un evento disruptivo como el que hemos experimentado en el último año, que ha obligado a muchas empresas a abordar operaciones de financiación y reestructuración. La transparencia, exactitud e inmediatez en la comunicación serán claves.
Todo ello puede abrir también una reflexión sobre la organización del propio consejo, por si es preciso crear nuevas comisiones tal y como están haciendo ya algunas compañías, así como sobre su funcionamiento interno, ante el aumento de las cuestiones relevantes para el mercado y su complejidad, siempre con el objetivo de una colaboración eficaz y abierta con los responsables de la gestión.
Las personas han sido durante estos meses la prioridad de las compañías, que han comprendido que su principal activo son sus profesionales. En un entorno de grandes transformaciones, será preciso que el consejo impulse políticas orientadas a contar con el talento dotado de las capacidades y habilidades necesarias para incrementar la competitividad y productividad de sus organizaciones.
Es importante tener en cuenta que la generalización del teletrabajo puede afectar al vínculo entre profesional y organización. Para reforzarlo, es preciso promover una comunicación más frecuente con los empleados y hacer hincapié en medidas orientadas a su bienestar, como aquellas relacionadas con la conciliación entre la vida laboral y personal.
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