José Ignacio Goirigolzarri cuenta con una amplia trayectoria en el sector bancario lo que, unido a su capacidad reflexiva, le permite afrontar el actual periodo de profunda transformación con optimismo. Visualiza el entorno como una oportunidad para que el sector salga reforzado, tanto por su relevante papel en la construcción de una economía más sostenible como en el aprovechamiento del impulso que ha experimentado la digitalización en la sociedad. De cara al futuro, el directivo apuesta por la formación y el aprendizaje continuo para garantizar la adaptación y empleabilidad de todos los ciudadanos.
RESPUESTA. Creo que el papel de la banca es crucial a la hora de alinear de una manera eficiente los recursos financieros con la sostenibilidad medioambiental. De hecho, los bancos llevamos tiempo incorporando los elementos de sostenibilidad y de adaptación al cambio climático en los criterios de valoración, especialmente en el mundo de la inversión y de las emisiones, mercados en los que CaixaBank tiene una presencia muy activa.
Ahora se da un salto cualitativo al completarse la taxonomía de actividades económicas sostenibles de la UE, una herramienta para que todos, financiadores, empresas y reguladores, tengamos un marco común de actuación y de reporting. Con un lenguaje común y unas reglas clarificadas, será más fácil pilotar esta transición y alinear las inversiones y su financiación con los objetivos medioambientales.
La pandemia ha acelerado el proceso de digitalización de la sociedad que ya veníamos observando desde hace unos años. Sin embargo, también ha provocado que, en un tiempo récord, el teletrabajo y el contacto remoto con los clientes se hayan convertido en una realidad habitual. Este proceso de digitalización tiene grandes ventajas, como la inmediatez y la facilidad de contacto, pero, efectivamente, nos obliga a reforzar nuestras capacidades de ciberseguridad, ya que el delito también se ha digitalizado.
Para nosotros, la ciberseguridad siempre ha sido una prioridad máxima y dedicamos una parte muy relevante de nuestras inversiones a garantizar la seguridad de nuestros clientes y de sus datos. En el caso de la banca, la seguridad es un elemento crítico, tanto en el mundo real como en el digital, ya que sin seguridad no hay confianza y esta es el pilar de nuestra relación con los clientes.
Creo que ambos rendimientos no solo son compatibles, sino que uno no puede sobrevivir sin el otro. Para que un proyecto sea sostenible en el tiempo, tiene que mostrarse útil para la sociedad. La sostenibilidad se sustenta no solo en conseguir buenos resultados financieros sino en alcanzarlos de un modo en el que también se beneficie a todos los grupos de interés, incluyendo, además de a los accionistas, a los empleados, a los clientes y a la sociedad en general.
En CaixaBank, el rendimiento financiero y el no financiero están íntimamente relacionados, por nuestra estructura accionarial y porque nuestro propósito y nuestros valores parten del apoyo al desarrollo de la sociedad, un factor que está en nuestro ADN desde nuestro origen fundacional. Todos los empleados de CaixaBank entienden que su trabajo, su contribución al rendimiento financiero de la empresa, tiene un fin último, que es el de aportar al desarrollo de nuestra sociedad a través de la propia actividad del banco o a través de los dividendos que reportamos a nuestros principales accionistas (Fundación “La Caixa” y el FROB).
Nos enfrentamos a una revolución tecnológica que afecta a todos los elementos de la cadena de valor de nuestro negocio, desde las infraestructuras a los canales de distribución, pasando por la relación con los clientes.
La respuesta a este reto requiere un esfuerzo enorme tanto financiero como de atracción de talento, con grandes capacidades analíticas y de adaptación al nuevo entorno digital. Igualmente, junto a estos nuevos perfiles tremendamente ‘tecnologizados’, también debemos llevar a cabo un importante esfuerzo en formar a nuestros equipos. Tenemos que dotarles de las habilidades necesarias para adaptarse a las necesidades de nuestros clientes.
Porque creo que es importante tener presente que la aplicación de la tecnología se convierte en una ventaja competitiva solo si se pone al servicio del cliente mejorando su experiencia. Y aquí, incluso en un mundo cada vez más digitalizado, seguirán siendo las personas, los equipos, quienes marquen las diferencias.
Tenemos la oportunidad única de salir de esta crisis con una gran transformación de nuestra economía. Tenemos ante nosotros un reto de alcance y complejidad muy notables, pero partimos con fortalezas como unas infraestructuras digitales muy sólidas, un apoyo europeo sin precedentes y unas entidades financieras bien capitalizadas, así como un músculo financiero que apoye esta transformación.
Partiendo de estas fuertes bases, considero que de cara a construir en base a los ejes de digitalización, sostenibilidad e inclusión, se deben proponer palancas que incidan en las dos principales debilidades de la economía española, como son la baja productividad y la capacitación de nuestro capital humano. Creo que la reforma más ambiciosa a la que debemos aspirar si queremos tener éxito en nuestros objetivos está ligada con este último punto. Debemos desarrollar un plan muy ambicioso de educación y formación para dotar a los ciudadanos de las habilidades necesarias en el nuevo entorno, para asegurar la empleabilidad de las personas. La mejor labor de inclusión social que podemos hacer por nuestros ciudadanos es la formación continua de toda la población en edad de trabajar para asegurar su capacitación.
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