En el actual escenario en el que gobiernos, empresas, inversores y sociedad redirigen sus esfuerzos hacia la consecución de economías sobre patrones de crecimiento en los que prime la sostenibilidad, la gestión de activos vive también su propia revolución. Este axioma, que se resume en las conocidas siglas ESG y que constituye toda una tendencia de inversión, está teniendo su reflejo también en la fijación de normativas. La taxonomía UE y el reglamento sobre Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR, por sus siglas en inglés) suponen todo un impulso a la inversión sostenible.
La inversión sostenible bajo los criterios ESG ha dejado de ser una inversión nicho para tornarse en una tendencia transversal en los mercados. En este sentido, la Comisión Europea incluyó los factores ESG en la regulación del sector bancario, de modo que la financiación llegue a medio plazo solo a aquellas empresas medioambientalmente responsables. Ante este escenario, las carteras de inversión diseñadas bajo los criterios ESG están motivando este cambio de paradigma para acometer reconversiones empresariales y procesos de transformación de modelos productivos.
“Las entidades de gestión de activos —gestoras y banca privada— están muy enfocadas hacia el mundo de la regulación y a las nuevas iniciativas que están surgiendo en el marco europeo”, explica Javier Muñoz Neira, socio responsable de Gestión de Activos de KPMG en España. Con los criterios ESG como una de las tendencias protagonistas del sector: y no es para menos, pues como destaca María Teresa Royo Luesma, directora de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG en España, estos factores serán aspectos críticos que tendrán un gran impacto en el modelo de negocio de las compañías.
Los factores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) son considerados como riesgos, pues pueden tener impactos negativos en los activos, la reputación de las empresas y la situación financiera y de ganancias. Ahora bien, aunque las compañías se enfrentan a estos nuevos riesgos no financieros, también pueden encontrar en ellos nuevas oportunidades enfocadas en los siguientes aspectos:
Por su parte, los préstamos con características ESG, los bonos y la inversión general no son cuestión baladí, pues “hablamos de volúmenes muy importantes a nivel global”, reconoce Teresa Royo. El atractivo derivado de estos incentivos podría desembocar en prácticas negativas como el greenwashing, sin embargo, Javier Muñoz incide en que la probabilidad de que estos incumplimientos sucedan es realmente baja debido al marco jurídico que, se prevé, sea “bastante duro”.
Igualmente, el socio responsable de Gestión de Activos de KPMG en España reconoce la relevancia del data en el ámbito ESG, pues jugará un papel crucial a la hora de evitar estos posibles problemas y desajustes, aunque a su vez, advierte que supondrá “un enorme reto”. En esta línea, presenciaremos un importante desarrollo de las nuevas tecnologías en los próximos años. Además, “aquellas compañías pioneras en esta adaptación saldrán beneficiadas”, explica Teresa Royo.
Más allá del compromiso sobre la incorporación de factores medioambientales, sociales y de gobernanza, no se debe perder de vista que el objetivo último continuará siendo garantizar la rentabilidad. “Aunque todos queremos avanzar hacia un mundo más sostenible, el retail antepone la rentabilidad a la sostenibilidad”, reconoce Javier Muñoz. No obstante, asegura que será una tendencia que irá revirtiéndose ante el claro convencimiento de que “se puede ser sostenible e igualmente rentable”. En este sentido, los fondos europeos constituirán uno de los mayores incentivos, pues irán destinados a proyectos que abanderen objetivos de descarbonización y digitalización de la economía.
Aunque el primer paso ha venido de la mano del sector energético, como pionero en iniciar esta transición verde, a nivel sectorial el mercado es cada vez más diverso, pues como inciden Teresa Royo y Javier Muñoz, la mayoría de industrias acabarán evolucionando hacia unos estándares más sostenibles. Es por ello que las entidades deberán analizar con rigor los numerosos proyectos e iniciativas en relación a los programas del pacto verde, sus inversiones y el programa de recuperación europeo.
“No solo hay que pensar en las energías renovables, sino también en otros sectores de actividad que están poniendo el foco en el desarrollo de la economía circular”, recuerda Teresa Royo, pues existen numerosos criterios técnicos ya definidos, entre otros que están aún por llegar, que tendrán cabida en el conjunto de la actividad económica.
Los reguladores a nivel global están publicando numerosos estándares y guías en el ámbito de la sostenibilidad, constituyendo el punto de partida para integrar las consideraciones ESG en el conjunto de la economía. Todo indica que nos adentramos hacia una nueva realidad más sostenible y respetuosa con los criterios medioambientales.
Sin ir más lejos, las nuevas generaciones ya están demostrando una mayor concienciación por los efectos medioambientales en el planeta. Se trata de un cambio relevante, pues como indica Teresa Royo, “todos ellos serán los inversores del hoy y del mañana”. Un enfoque que ya reflejó Larry Fink, presidente y consejero delegado de BlackRock, en su carta a los consejeros delegados de 2021. El comunicado también auguró que la transición climática supondrá “una oportunidad de inversión histórica”.
En esta coyuntura, el papel del sector financiero será crucial en su intención de canalizar los fondos hacia actividades que contribuyan a un desarrollo más sostenible. Dicha acción tendrá importantes repercusiones para la inversión y, por ende, para el conjunto de la economía mundial. El reto es mayúsculo, a la vez que resulta clave para las compañías a efectos de identificar, cuantificar y mitigar los riesgos medioambientales. Es por ello que ahora, una vez definido el nuevo rol del sector financiero, la pregunta se dirige hacia el conjunto del tejido empresarial, esto es, ¿cómo de ambiciosas querrán ser las compañías en el nuevo mundo de la sostenibilidad?
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