Si París fue el escenario del acuerdo, de Glasgow se espera, cautelosamente, que sea el de la acción. Más de cinco años separan el Acuerdo de París, que supuso un hito en la lucha contra el cambio climático y esta COP26, que se celebra estos días y que busca la toma de medidas en medio de un sentimiento de urgencia compartido. Porque, como explica Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad de KPMG en España, “el cambio climático no es un asunto político, es un asunto científico”, ante el que no existen dudas: la actividad humana es causante del aumento de la temperatura del planeta, que ya supera en un grado la de la revolución industrial.
En estos cinco años, el mayor éxito se ha producido de la mano de la concienciación: la importancia de tomar medidas para proteger el medioambiente ya no es un debate exclusivo de los círculos ecologistas. Gobiernos, empresas y sociedad son conscientes de las graves consecuencias del calentamiento global, de la necesidad de modificar el sistema productivo, de reducir las emisiones y de abordar la deforestación y la pérdida de biodiversidad. Sin embargo, esta mayor preocupación no ha ido acompañada de acciones que realmente reviertan la tendencia actual.
Como valora Ramón Pueyo, “no puede decirse que los esfuerzos realizados durante los últimos treinta años hayan sido un éxito, siendo preocupante el empeoramiento de la situación del medioambiente y su capacidad de absorber el CO2”. “Los acuerdos alcanzados en la capital francesa han resultado claramente insuficientes la acción en materia de cambio climático”, subraya.
¿Qué se puede esperar ahora? Pese a que todas las miradas apuntan a Glasgow y esta reunión anual de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático coincide con la revisión de los compromisos de reducción de emisiones de los países firmantes, lo cierto es que los expertos muestran cautela. “Con carácter general, se espera que la COP26 sirva para acelerar los esfuerzos internacionales en materia de cambio climático, aunque la historia nos aconseja ser cautos en el optimismo”, asevera Ramón Pueyo.
Sin embargo, se espera el anuncio de varios acuerdos, que resumimos a continuación:
Impulsado de forma conjunta por la Unión Europea y Estados Unidos, al que se habían adherido una treintena de países, ha sido el primero de los grandes acuerdos anunciados en la COP26. Firmado finalmente por 103 países, representado el 70% de la economía mundial y casi el 50% del total de emisiones de metano, establece un compromiso global para los países firmantes para reducir las emisiones globales de metano, una emisión contaminante responsable del 25% del calentamiento global -según datos del IPCC- procedente principalmente de los vertederos, del sector agrícola y ganadero y el energético, en un 30% para 2030 con respecto a los niveles de 2020. Si se alcanza este objetivo a final de esta década, se conseguiría limitar el calentamiento global en al menos 0,2 grados a 2050.
Como sostiene Ramón Pueyo, “la reducción de las emisiones de metano es una de las medidas más eficientes desde el punto de vista del coste que se pueden adoptar en la lucha global contra el cambio climático”. Así lo han valorado el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que han subrayado que la limitación de las emisiones de metano “es una de las cosas más importantes que se pueden hacer durante esta década decisiva” y “uno de los gases que se pueden recortar rápidamente” en la lucha contrarreloj contra el cambio climático.
Otro de los primeros acuerdos anunciados en la COP26 de Glasgow, impulsado por Reino Unido en calidad de anfitrión y al que se unieron más de 100 países que representan el 85% de los bosques del planeta. Pretende detener la deforestación para el año 2030, un aspecto que afecta enormemente a la biodiversidad del planeta y su resiliencia frente al cambio climático.
Entre los principales puntos del acuerdo, cuyo objetivo es la conservación de los bosques y otros ecosistemas terrestres, se encuentra promover incentivos a la agricultura sostenible, eliminar la tala del comercio mundial de alimentos o acabar con la inversión en actividades vinculadas a la deforestación.
Si bien el acuerdo es un punto de inflexión para salvaguardar la masa forestal de nuestro planeta, no debemos olvidar que ya se llegó a un acuerdo al respecto en 2014 con la Declaración de Nueva York. Este acuerdo voluntario y legalmente no vinculante, que ponía el foco en reducir en un 50% la deforestación en 2020 y detenerla del todo para 2030, fracasó estrepitosamente.
Sin embargo, el acuerdo firmado en Glasgow ha sido bien recibido por los observadores: se han asignado recursos económicos para su consecución, con una inversión tanto pública como privada de 19.000 millones de dólares, y cuenta con la firma de países ausentes en el acuerdo de 2015, como Brasil, Russia o China, lo cual supone un gran avance en la consecución del objetivo. Aunque, de nuevo, los expertos apuntan a la cautela en cuanto a las expectativas, ya que podría volver a ocurrir lo sucedido con la Declaración de Nueva York al tratarse de un acuerdo voluntario y no vinculante.
Poner fin al carbón como fuente de energía es uno de los retos más relevantes en la lucha contra el cambio climático. Conseguir el compromiso de todos los países que forman parte de la cumbre de la ONU para alcanzar la neutralidad de carbono para 2050 sería una de las grandes noticias del encuentro, aunque el carbón continúa siendo una de las principales fuentes de energía a nivel mundial.
Como explica Ramón Pueyo, “puede que haya anuncios importantes por parte de los gobiernos respecto a la eliminación del carbón antes, durante y después de la cumbre”. Aunque alcanzar compromisos en este sentido es uno de los grandes escollos, como consecuencia “de las secuelas de la época dorada de los combustibles fósiles desde los años 90, y el impacto limitado que ha tenido el desarrollo de las energías renovables”.
Durante la cumbre del G20 celebrada en Roma previamente a la COP26, se llegó al acuerdo de detener la financiación internacional al carbón para final de año, como hoja de ruta para conseguir mantener el calentamiento global en 1,5 grados. Por el contrario, el acuerdo careció de propuestas y de una fecha en firme. Los grandes opositores fueron Rusia, China, Australia y India, quienes no tienen intención hasta la fecha de dejar de consumir carbón, aunque algunos de ellos, como China, sí se han comprometido a dejar de financiar proyectos internacionales de energía de carbón.
Otra de las cuestiones que se abordarán en la COP26 en los próximos días, vinculada con el artículo 6 del Acuerdo de París: el establecimiento de un mercado de emisiones de carbono y el desarrollo de un nuevo mecanismo global de compensación de emisiones. Un sistema que permitiría a los países firmantes intercambiar las reducciones de emisiones de gases contaminantes entre sí, garantizando el cumplimiento de los objetivos acordados.
Sin embargo, como recuerda Ramón Pueyo, “no está exenta de controversia, ya que para muchos la compensación supone permitir levantar el pie del acelerador ante el objetivo realmente importante, que es la reducción de emisiones a nivel global”. “Pero no podemos negar que disponer de mercados de compensaciones de carbono es necesario para avanzar hacia el ansiado net zero”, afirma.
En definitiva, durante los próximos días la lucha contra el cambio climático, que ya es una realidad que ya no cuenta con menos escépticos, se juega avanzar de forma decidida a nivel internacional. A través de acuerdos relevantes que permitan aunar esfuerzos para reducir el aumento de la temperatura global por debajo de los 2ºC, idealmente por debajo de 1,5ºC. “No podemos esperar una revolución, pero esperamos por lo menos que podamos considerar la COP26 otro éxito”, concluye Ramón Pueyo.
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