“Vivimos en la tierra como si tuviéramos otra a la que ir”. Terry Swearingen, Premio Ambiental Goldman (1997), ya veía en la década de los 90 la necesidad de un cambio en el modelo tradicional de usar y tirar.
La circularidad surge como una solución clave en el camino hacia una sociedad sostenible. La alta generación de residuos ―la UE sola produce más de 2.500 millones de toneladas de residuos al año― o el hecho de que las materias primas sean finitas y la población creciente hace que la transición hacia la circularidad sea una necesidad.
Hasta fechas recientes, el modelo productivo en la industria ha sido lineal, basado en “adquirir-fabricar-desechar”, pero la escasez de recursos y la mayor concienciación social sobre los daños medioambientales, están propiciando un cambio hacia un modelo circular en el que los recursos recirculan de manera constante en toda la cadena de valor, minimizando la necesidad de nuevos recursos y el impacto medioambiental.
Gobiernos e instituciones a nivel internacional están definiendo estrategias que incluyen la circularidad como un elemento fundamental en el cumplimiento de objetivos de neutralidad climática. El Pacto de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas o el Pacto Verde Europeo son buenos ejemplos.
Pero, además de las diferentes estrategias a nivel internacional, muchos países están introduciendo medidas propias para cumplir con los distintos objetivos comprometidos. España ha desarrollado su propia estrategia de economía circular, denominada “España Circular 2030”, con la que busca sentar las bases de un modelo de producción y consumo sostenible, descarbonizado y eficiente. Y entre sus objetivos, entre los que se encuentran la reducción en un 30% del consumo de materiales respecto al PIB, la reducción en un 15% de la generación de residuos o la reducción de emisiones de efecto invernadero, dependen en gran medida de que el sector industrial ponga en marcha actuaciones para el desarrollo de nuevos modelos circulares.
Sin embargo, no basta con la puesta en marcha de actuaciones dispersas por parte de la industria, sino que se requiere la implicación de toda la cadena de valor para actuar de manera coordinada y así maximizar los resultados de las actuaciones. La transición a la economía circular pasa por la colaboración entre ciudadanos, empresas y administración pública.
En este sentido, resulta fundamental el papel integrador de las administraciones públicas a través de mecanismos y medidas que promuevan la identificación de sinergias y la realización de actuaciones conjuntas por parte de la industria. Por ello, la creación de un marco normativo que incluya incentivos fiscales ― IVA diferenciado por tipos de materiales, incentivos fiscales a la utilización de materiales reciclados, , etc.―; ayudas públicas directas ― ayudas financieras a la inversión en actividades relacionadas con el uso de materiales reciclados, apoyo a la I+D; apoyo al capital riesgo en proyectos relacionados con economía circular, etc.―; transferencia de conocimiento; colaboración público-privada; y una regulación clara resulta clave para que el sector industrial se comprometa a utilizar materiales reciclables y a invertir en nuevas tecnologías que le permitan atender una demanda creciente de bienes circulares.
Un ejemplo de los cambios normativos introducidos por el Gobierno en materia de economía circular y que ha propiciado actuaciones de apoyo desde el sector privado es la recientemente aprobada Ley 7/2022 de Residuos y Suelos contaminados para una economía circular, entre cuyos objetivos se encuentran la introducción de medidas para promover la prevención y reducción de la generación de residuos y la reincorporación en las cadenas de valor de los subproductos, y que ha llevado a los sectores del plástico, química y caucho a promover la creación de un Sistema de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP) con el fin de organizar y financiar la gestión de los envases bajo las premisas de impulsar la circularidad y el reciclado.
Además del papel fundamental de la Administración como impulsor del cambio, una transición satisfactoria hacia la circularidad pasa también por los consumidores. Optar por productos que puedan ser reparados o renovados o la opción de compartir es una tendencia creciente entre los consumidores. Este cambio en la mentalidad del consumidor es un potente catalizador para que la industria adopte nuevos compromisos en materia de circularidad ya que contribuye a una mejora reputacional.
La circularidad puede convertirse, asimismo, en un aliado clave para aportar mayor resiliencia a las economías en su dependencia de materias primas, sobre todo en momentos como el actual en el que las cuestiones geopolíticas han disparado los precios de las materias primas y están generando una gran incertidumbre sobre su disponibilidad en el medio plazo.
La industria ha de aprovechar esta coyuntura y aceptar el desafío que la economía circular presenta a la sociedad.
Las compañías han de ser conscientes de las oportunidades y ventajas que la circularidad aporta en los procesos productivos al mantener materiales valiosos y finitos dentro de las cadenas de valor.
En un modelo circular, los productos son diseñados para durar y optimizados para ser reutilizados. Los modelos basados en la prevención de residuos y en la eficiencia de los recursos permiten reducir costes y dependencias, al tiempo que aumentan márgenes. Por otra parte, la adopción de prácticas circulares mejora el valor reputacional de las firmas y permite conseguir un mayor reconocimiento por parte de clientes y accionistas. aquellos clientes que se identifican con criterios ESG. En términos macroeconómicos, la implantación de prácticas de la economía circular llevará asociado un mayor crecimiento económico por los ingresos asociados a nuevas actividades circulares; nuevos empleos de calidad ―hasta 6 millones en el mundo para 2030, según la International Labour Organization, de los que 700.000 podrían generarse en Europa, el 10% de los mismos en España― y salud. Son muchos los fabricantes que están reevaluando sus modelos de diseño y procesos productivos, con el objetivo de ahorrar recursos y reducir al mínimo el desperdicio, buscando nuevas formas de reciclar los materiales sobrantes.
La tecnología asociada a la Industria 4.0 supone una palanca excepcional para el desarrollo de procesos productivos que sigan los principios de la economía circular.
Tal y como se señala en el “The 2021 World Manufacturing Report”, la aplicación de nuevas tecnologías ―IoT, Blockchain, 3D, IA, Tecnologías limpias― puede suponer un cambio importante en la capacidad de producción del sector industrial ya que contribuyen a mejorar la flexibilidad en los procesos productivos y la eficiencia en el uso de materias y recursos. Por poner algunos ejemplos, los gemelos digitales permiten optimizar el uso de recursos en la fabricación o un mantenimiento predictivo que alargue el ciclo de vida del producto; la instalación de dispositivos IoT permite el mantenimiento predictivo de los equipos, monitorizando en remoto el proceso productivo y llevando a cabo actuaciones que contribuyan a alargar la vida útil de las instalaciones. Y la fabricación aditiva permite un uso más eficiente de los insumos, una menor generación de residuos al disminuir las necesidades de stock o una mayor proximidad al cliente final desde el punto de fabricación, con la reducción de emisiones asociadas al transporte.
Y para ello, los apoyos financieros desde el sector público, pero también privado, son esenciales. Recientemente el Gobierno español ha aprobado, en el marco del programa de ayudas europeas Next Generation EU, el PERTE de Economía Circular, dotado con 492 millones de euros de ayudas destinadas a acelerar la transición española hacia un sistema productivo más eficiente y sostenible en el uso de materias primas.
Este programa de ayudas tiene una de sus dos líneas principales de acción dirigida específicamente a los procesos productivos y prevé distribuir las ayudas en cuatro categorías: reducción de residuos de materias primas vírgenes, ecodiseño, gestión de residuos y digitalización. Parte de las subvenciones aprobadas irán destinadas a abordar retos de sostenibilidad del sector del plástico, avanzándose actuaciones para fomentar el ecodiseño, promover el impulso de envases reutilizables y potenciar el reciclado mecánico y químico. Igualmente se prevén ayudas para la gestión de las instalaciones de energías renovables al final de su vida útil o para la recuperación de materiales valiosos, como el litio, en el caso de las baterías eléctricas.
En definitiva, las oportunidades que la economía circular presenta tanto a nivel global como a nivel individual para las empresas ha de incentivar su implantación y favorecer la transición hacia un modelo más sostenible. Sobre todo, en una sociedad donde el “cómo” importa cada vez más y la presión social puede tener un papel clave en la transformación del modelo actual.
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