En “El Viejo y El Mar”, de Hemingway, un viejo pescador debía elegir entre luchar hasta la extenuación para capturar un pez, o que algo o alguien “etéreo”, tal vez el destino, quizá la fortuna, pescara el pez en su lugar y lo acomodara tiernamente en la barcaza de madera. Un aforismo que aplica hoy mejor que nunca, teniendo en cuenta el escenario incierto y tremendamente volátil al que se enfrentan las compañías. Sobre todo, si asumimos que las ayudas públicas y las políticas monetarias no parecen (a priori) suficientes en el corto y medio plazo para recuperar las pérdidas económicas acumuladas durante estos dos últimos años por algunas empresas, y que las opciones que tenemos sobre la mesa para afrontar esta ambigua situación son por todos conocidas y limitadas. Entonces, ¿qué opciones hay?
1. Una opción es solidarizar estas pérdidas a través de un mayor endeudamiento público y, por ende, “hipotecar” a las generaciones futuras, aunque, viendo el gráfico expuesto a continuación, que muestra la evolución del apalancamiento público con respecto al PIB de los últimos años, cabe replantearse nuestra capacidad de endeudamiento futuro.
2. Una segunda alternativa vendría dada por el lado del músculo empresarial. Así, serían las compañías (incluyendo a los empleados, proveedores, clientes, etc) y sus accionistas quienes asumirían las pérdidas acumuladas. Sin embargo, en el siguiente gráfico puede verse el endeudamiento de empresas no financieras, donde se observa el desapalancamiento que se produjo entre el 2008 y el 2019, pero también el aumento en los dos últimos años y, por tanto, el deterioro de su calidad crediticia.
3. En tercer lugar, podemos confiar en que serán las entidades financieras las que saldrán al rescate de las compañías en situaciones complejas. Si bien es cierto que su situación financiera dista de la que tenían en 2008, y que, como comentó recientemente Andrea Enria, Chair del Supervisory Board del BCE, “las subidas de tipos mejorarán el margen de intermediación y la rentabilidad de los bancos”. Sin embargo, no podemos olvidar que esta misma subida de tipos empeorará la morosidad y la valoración de las carteras de activos, y que, como empresas privadas, los bancos tienen que responder ante sus propios accionistas y ofrecerles adecuadas rentabilidades.
4. Buscar una combinación de las anteriores. La opción más recomendable, que va más allá de buscar un ‘algoritmo nootrópico’ que solucione nuestros problemas económico–financieros, teniendo en cuenta que en general los atajos suelen ser caminos pedregosos.
Partiendo de esta premisa, y de la base de años de experiencia acompañando a empresas en sus reestructuraciones y refinanciaciones, desgranamos una serie de recomendaciones con el objetivo de lograr que este tipo de operaciones se cierren de una manera eficiente y sin cometer errores del pasado:
Durante la crisis del 2008-2015 se “cruzaron” menos operaciones de las esperadas entre compañías, bancos y fondos de operaciones especiales, debido a:
Con todo ello, mirando hacia delante, es importante tener en cuenta tres aspectos que inciden especialmente en el ámbito de las refinanciaciones / reestructuraciones:
En resumen, si bien la indulgencia debe de tener un lugar propio en estos procesos ya que se acumula mucho estrés durante el periodo de negociación, la gran mayoría de las transacciones suelen cerrarse de una manera más eficiente cuando se incorpora una dosis elevada de sentido común. Y esto no es una afirmación propia, más bien es una visión consensuada en muchos aspectos cotidianos. (Ya lo dijo Winston Churchill, aunque no se dedicaba a las reestructuraciones de deuda): “Las actitudes son más importantes que las aptitudes”.
Por ello, si actuamos con tranquilidad y empatía, mesura y cordura, celeridad y responsabilidad, inteligencia y flexibilidad, podremos salir de esta inefable situación ya no solo indemnes, sino reforzados.
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