Tradicionalmente, el suministro energético ha sido para las empresas una commodity más, sin demasiada profundidad de análisis o estrategia de fondo tanto a la hora de su adquisición como a la hora de su consumo. Esto, bien por ser un comportamiento generalizado o por desconocimiento, sumado a unos precios relativamente estables y contenidos, no había penalizado en demasía los rendimientos económicos de la mayoría de las empresas.
Sin embargo, el escenario propiciado por la COVID-19, ya desde las primeras etapas del confinamiento y la consiguiente recuperación asimétrica, provocó el ya bien conocido efecto látigo. Posteriormente, otras coyunturas de carácter internacional (como el bloqueo del canal de Suez o el conflicto entre Rusia y Ucrania) se han sumado a la distorsión iniciada ya hace más de dos años y que actualmente se traduce en el ámbito energético en unos precios desmesurados.
Todos estos parámetros consolidan el caldo de cultivo perfecto para una pérdida de la rentabilidad empresarial por motivos asociados a la energía, ya que el incremento de precios energéticos afecta de forma transversal a todos los sectores y la mayoría sigue haciendo un uso ineficiente. Esto cristaliza en una merma de rentabilidad que afecta a toda la cadena de valor, pues la energía está presente (y supone un coste) en mayor o menor medida en todas las actividades empresariales, con independencia de que sean actividades directas o que se lleven a cabo a través de terceras empresas.
Desde la gestión energética hasta la aplicación de medidas de eficiencia energética son múltiples las opciones a implementar para minimizar esta pérdida de rentabilidad. A continuación, se exponen una serie de cuestiones básicas que toda empresa debe plantearse y resolver si quiere perdurar y sobrevivir a esta crisis. Estas cuestiones abarcan desde el análisis de si el mix energético es el correcto, la revisión del formato de adquisición o de la conveniencia de externalizar la producción y la compra de energía recurriendo a terceros. Sin olvidarnos de uno de los puntos estrella: las soluciones de autoconsumo y generación a partir de renovables.
¿Estoy adquiriendo el tipo de energía que más me conviene actualmente? ¿y a medio plazo? ¿cómo tendría que realizar dicha transición de la forma más eficiente económicamente hablando? Hay actividades que requieren del uso de una energía concreta, pero la gran mayoría de los procesos no cuentan con este tipo de restricción (por ejemplo: se puede producir vapor mediante electricidad, gas natural, gasóleo, biomasa o fuel oil, entre otras fuentes). Las empresas deben analizar el pool de energías que actualmente consumen, y no solo desde el punto de vista económico, sino también desde el punto de vista de la viabilidad de suministro futuro. Migrar a energías más económicas es una solución básica y existen múltiples formas de llevar a cabo estas transiciones sin que sean las propias empresas las que deban acometer las inversiones.
Decidido el mix energético, ¿estoy adquiriendo la energía de forma correcta? ¿Hay otras opciones de contratación más allá de las convencionales? El contexto de incertidumbre explica además de los precios en máximos, las variaciones que de forma continua sufren los mercados energéticos.
Sin embargo, un análisis a futuro señala a un impacto más diluido y una reducción de los precios de la energía. Una correcta estrategia de contratación que contemple precios a futuro es una buena forma de mejorar los costes. No obstante, esta labor requiere de un alto conocimiento de los mercados y una correcta integración de la estrategia empresarial a corto y medio plazo, pues variaciones en los consumos energéticos respecto lo contratado pueden llevar a penalizaciones que incluso superen los ahorros conseguidos.
Esto nos lleva a otro punto vital de este escenario cambiante: las condiciones de finalización anticipada de los contratos, tanto para la empresa que lo contrata, como para el comercializador que vende la energía. No son pocas las empresas que se creían a salvo de esta crisis energética por haber cerrado contratos a largo plazo y que han visto sus contratos cancelados por no haber sabido revisar correctamente las cláusulas. Otras han sufrido severas penalizaciones por haberse desviado de su consumo planificado y no haber negociado unas tolerancias correctas.
La estrategia de adquisición de la energía de una compañía ya es un proyecto per se. Hay muchas más cuestiones y parámetros de análisis y posibles soluciones que las aquí planteadas. Quedémonos en que este proceso se debe llevar a cabo siempre acompañado por expertos en el sector.
Así pues, una vez cerrando el capítulo de adquisición de la energía y pasando al del consumo, ¿qué cuestiones cabe plantearse?
Sin desmerecer al resto de planteamientos, esta cuestión es si no la más relevante, una de las más importantes. La energía más barata no es la que vendrá del hidrógeno, el autoconsumo o la que se obtiene fruto de una recuperación de un proceso, sino que la energía más barata es la que no se consume.
Así, mejorar la eficiencia de las instalaciones es consiste en llevar a cabo una misma acción (o actividad) pero con un menor consumo. En este punto se encuentran soluciones más básicas como es llevar a cabo una correcta auditoría energética e implementar las medidas que de ella se deriven, pero también otras más innovadoras, entre las que se encuentra incluir dentro de la gestión de la empresa a una ESE (Empresa de Servicios Energéticos) que incluyan en sus honorarios un fee vinculado a la mejora continua de la eficiencia de las instalaciones.
En cualquier caso, para la adopción de cualquier medida, se recomienda acudir a empresas especializadas según el sector/vector energético objeto de optimización y no dejar fuera las medidas que tengan un retorno superior al objetivo marcado. Hay todo un elenco de medidas y de formatos de implementación. El objetivo debe ser reducir los costes y mantener en todo momento un cash flow positivo, no marcar un límite inflexible y limitarse a ejecutar solo lo más rentable, rápido y sencillo.
Previamente a la crisis, se percibía ya un incremento en el número de empresas que querían centrarse en el core de su negocio y delegar la adquisición y la gestión energética a empresas especializadas. En los tiempos actuales el número de empresas interesadas en este tipo de acciones se ha visto incrementado exponencialmente.
De nuevo, la respuesta se encuentra en la contratación de las Empresas de Servicios Energéticos (ESE), y pasar de comprar electricidad o gas, a comprar estas energías transformadas, comprando frío o calor. Son procesos de contratación más complejos, pero en los que las empresas tienen mucho que ganar. Entre los beneficios destaca una mejora inicial del precio gracias a la economía de escala en la compra de energía, la integración en su estructura organizacional de un player que va a monitorizar y luchar por mejora de la eficiencia energética de forma continua (al estar sus honorarios vinculados a esta mejora), así como la capacidad de recompra de las instalaciones productoras de energía para hacer caja o renovar estas sin necesidad de inversión sufragándolas con los ahorros que se deriven de esta mejora de la eficiencia, entre otras.
Son relaciones estratégicas que se articulan a través de contratos de duración media (5 años) y que solo requieren de un pequeño cambio de mentalidad: pasar de comprar energía sin transformar a energía ya transformada, y entender que los activos productores de energía sean en propiedad no siempre es una ventaja.
Es difícil, si no imposible, hacer una correcta gestión energética si se desconoce qué hay que gestionar. Las empresas necesitan plantearse hasta dónde llegar y cómo, pero no si deben monitorizar, porque hacerlo es una acción de obligado cumplimiento. Además, disponer de un histórico de consumo permite afinar retornos y ahorros, puntos clave cuando queremos conseguir la aprobación de inversiones.
El apoyo en renovables vuelve a ser otra acción de obligado cumplimiento que se implementará en mayor o menor medida según el tipo de energía de que hablemos y la posibilidad de financiación y/o subvención que exista.
En el caso de electricidad, tenemos la obligación de mirar qué opciones de autoconsumo tiene la empresa. Ya sea vía CAPEX, financiada o a través de esquemas PPAs (inversión de un tercero y pago por la energía producida o consumida), toda empresa con cubierta disponible debe estudiar y ejecutar esta opción. Son instalaciones que cuentan con una vida útil de entre 25 – 30 años y con retornos, dados los precios actuales, que pueden llegar a los 3,5 años y que además cuentan con una línea de subvención específica que otorga un mínimo de un 15% a fondo perdido.
En el ámbito de la energía térmica hay que atender tanto a la biomasa como la energía solar térmica. Las opciones de generar calor a partir de la primera vuelven a ser de obligado cumplimiento y no solo nos debe permitir reducir el precio de adquisición, también reduce la dependencia energética del exterior y está totalmente alineada con los objetivos ESG de toda compañía por la reducción de emisiones.
En el caso de la solar térmica es más complicado, pues rivaliza con la fotovoltaica al demandar también superficie y necesitar más horas de sol que ésta para ser rentable. No obstante, hay empresas que ofertan servicios PPA haciendo ellos mismos la inversión y vinculando el precio de venta al contrato de adquisición de energía en formato convencional con un descuento.
Para la adquisición y para conformar la estrategia energética de una compañía no hay ayudas como tal, pero sí para el resto. Tanto Europa como España integran la eficiencia energética y el uso de renovables como un pilar básico para el futuro y ha dotado a los países de diferentes herramientas financieras (financiación blanda y subvenciones a fondo perdido principalmente) para apoyar e impulsar estas líneas. Las líneas de eficiencia energética para el sector industrial (que aportan un 30% a fondo perdido para toda renovación de maquinaria o proceso), el Real Decreto 477/2021 para autoconsumo (que aporta de un 15 a un 25% a fondo perdido para instalaciones FV) o el Real Decreto 1124/2021) para la generación térmica con renovables (que aportan de un 35% a un 45% a fondo perdido) son tan solo tres ejemplos de las múltiples soluciones financieras existentes.
En conclusión, la respuesta a un eventual ‘shock’ de la demanda en cuanto a la energía no tiene una solución única, ni requiere de soluciones trasgresoras en el campo de la innovación. Tan solo es necesaria una gestión energética profesional y un acompañamiento experto durante el proceso de análisis e implementación.
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